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Santiago Segura: “Mi humor está ahora marcado por mis miedos y temores como padre”

Hablamos con el popular y polifacético director cuando faltan solo tres días del estreno de la tercera entrega de “Padre no hay más que uno” sobre las fórmulas sobrevaloradas del éxito, las consecuencias de la fama y la intelectualización de la saga de “Torrente”
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Después de sortear los innumerables coches de policía que colapsan la arteria principal de Gran Vía con motivo de la celebración del Orgullo, Santiago Segura llega ligeramente más tarde de lo previsto al Hotel Emperador con gesto risueño. “No sé donde hace más calor si fuera o dentro”, destaca mientras se sienta en la cafetería del hotel y se retira de forma momentánea la visera de la gorra con comecocos estampados que corona su cabeza para retirarse el sudor de la frente. Su atuendo de animador sociocultural de Faunia (camiseta de promo incluida) advierte de la ligereza con la que se enfrenta a la vida y al mismo tiempo aporta el grado de información suficiente como para ubicar la ternura infantil con la que afronta su trabajo. Segura, que estrena el próximo 14 de julio la tercera entrega de “Padre no hay más que uno”, se confiesa admirador de la versatilidad que caracteriza el estilo de “showman” americano ya que asegura “aquí somos un poco más reacios a que alguien haga demasiadas cosas”. Admite además haber sustituido la dispersión que podía tener con la saga de “Torrente” en términos de productividad (estrenaba nueva película cada tres o cuatro años) por la disciplina alleniana de conseguir ir a película por año con esta saga familiar protagonizada por el propio Segura y Toni Acosta que se ha convertido en un auténtico éxito histórico de taquilla desde el estreno de la primera parte en 2019. Hablamos con el de Carabanchel de su gestión de la popularidad, sus temores asentados como padre, el envejecimiento progresivo del humor y las posibles influencias creativas del neorrealismo italiano en la creación de una saga tan manifiestamente bizarra como la de “Torrente”.
¿Es temerario afirmar que Santiago Segura tiene la fórmula del éxito?
Totalmente incoherente y atrevido –reconoce entre risas–, para mí al menos. De hecho, me enfrento a este estreno entre esperanzado y aterrorizado, porque las cifras después de la pandemia, desde que ha empezado el año, son catastróficas por decir algo suave, sobre todo para el cine español. La industria en general lo está sufriendo mucho, pero también los exhibidores. Pero bueno, a muerte con mi camiseta de promoción y haciendo la película lo más divertida que sé. Encima me ha quedado bien, que esa es otra. No sé si me estoy flipando, pero me parece un peliculón. Aunque tienes esa desazón de pensar… ¿seré yo que he estado en todos los procesos de la peli y he acabado desarrollando una especie de síndrome de Estocolmo?
¿Continuar con esta tercera entrega responde a una necesidad creativa o a algo menos ceremonioso como continuar poniendo en práctica una fórmula que ya sabe que funciona?
Bueno, yo diría que es un poco ambas cosas. Cuando algo funciona piensas “ay que bien, he encontrado algo que puede divertir al público”. He sentido que la familia de la película era mi propia familia hasta el punto de echarles de menos y de sentir que cuando no estoy con ellos, quiero verlos. A todos, a los niños, a Toni, a Loles. Si el público nos ha tocado con la varita de su aceptación, vamos a aprovecharlo ¿no?
¿Tenía razón Hitchcock cuando desaconsejaba esto de rodar con niños y con animales?
Tenía razón relativamente. Yo en las dos primeras películas pensaba que Hitchcock era un exagerado (a pesar de no conocer a Charles Lawton) pero en esta película el perro ha decidido hacer lo que quería, no ha colaborado nada y la nueva incorporación a la familia que es una niña de apenas dos años y medio, Cris, tampoco era tan colaboradora como el resto de hijos que hemos tenido en el resto de entregas. Así que podemos decir que he sufrido un poquito lo que decía el maestro. Hitchcock además como era tan quisquilloso y tan perfeccionista yo creo que hubiera estrangulado a esta niña. Yo me he reprimido en varias ocasiones. Pero la carita tan encantadora que tiene lo compensa con creces.
¿Dirigir a sus hijas tiene consecuencias como padre?
Creo que, al conocerlas tan bien, les saco lo mejor que tienen. Conozco sus gestitos más graciosos, su forma de decir las cosas, hasta dónde pueden llegar…La confianza te permite explorar y jugar con ese tipo de cosas. Me he dado cuenta de que son muy disciplinadas, trabajan bien en equipo… ese tipo de cosas me hacen ilusión como padre.
Contaba Álex de la Iglesia que habían tenido que llegar a ponerse un pasamontañas durante una Nochevieja para no tener problemas y que la gente no les reconociera por la calle. ¿Ha sabido lidiar con la popularidad?
Reconozco que en mi caso concreto he tenido mucha suerte y episodios serios apenas he tenido. Pero sí he llegado a pensar en los Beatles, pobre gente, lo que han tenido que llegar a sufrir, Frank Sinatra, Elvis o, sin ir más lejos, Mario Casas. Los que viven el fenómeno fan de una manera muy bestia. Yo considero que a mis fans les gusto por suerte, pero no les vuelvo locos a esos niveles. Solo he pasado angustia un día y fue hace muchísimo. Acababa de hacer “El día de la Bestia” y estaba paseando por una plaza cuando me empezaron a pedir autógrafos, a zarandearme, a tirarme de la ropa, reclamando algo de mí que no sabía dar. La fama puede ser terrible y siempre me ha parecido algo muy tonto. Yo soy fan del prestigio, no de la fama.
¿De qué manera ha integrado su vinculación con el cómic en su faceta como director durante estos últimos años?
El hecho de ser un fan de la novela gráfica, del cómic, del tebeo, creo que te ayuda mucho a tener en la cabeza la estructura de la narración, los planos. El cómic está profundamente relacionado con el cine en cierta forma: los “storyboards” son como herramientas de un rodaje, no dejan de ser un mapa de planificación en imágenes dibujadas. Uno, como director va cogiendo de aquí y de allá, creando progresivamente su propio Frankenstein, mezclando influencias, pasándolas por tu tamiz personal. Las cosas que más me han gustado en la vida están en mis películas.
¿El sexo? ¿El fascismo? ¿El Atleti? Si apuntamos a una película como “Torrente” no sé hasta qué punto esa afirmación es edificante…
(Risas) Mira, hace poco le decía a uno que, aunque no se lo creyese, “Los olvidados” de Luis Buñuel, a mí me inspiró cosas para “Torrente”. En mi mente sé exactamente qué aportó esa película para cosas de la trama… He sido siempre extremadamente fan del Neorrealismo italiano, de películas como “El limpiabotas”, “El ladrón de bicicletas”, “Umberto D.” me fascinaba, y en “Torrente” hay mucho de eso también. Como por supuesto hay cosas de los cómics de Bruguera, de Valle Inclán, de Berlanga, del Quijote, de la novela picaresca en España. Torrente es muchas cosas y probablemente la palabra que mejor lo define es “engendro”. Hay muchas cosas en la cabeza del creador que luego vierte en sus películas. Me acuerdo que, rodando “Torrente 4″, pensé: “qué feliz soy porque hago lo que quiero y encima funciona”. Eso no era una película, era un exabrupto, un eructo gigante en medio de un restaurante de lujo. Con “Torrente” he sido el niño mimado de la industria, porque he podido hacer todo lo que he querido con presupuesto. Haber conseguido meter en la misma escena a Alec Baldwin y a Cañita Brava todavía me sigue pareciendo un sueño cumplido surrealista.
En “Padre no hay más que uno 3” se aleja del humor bizarro que suele acompañarle y apuesta por otro tipo menos incómodo… ¿Se ha suavizado?
Cuando me planteé hacer una película familiar tenía por delante el reto de hacer que se ría el padre sin que el niño pregunte: “¿y qué ha pasado?”. Y eso es muy complicado para un director. A veces hay chistes con cargas de profundidad en los que te puedes reír a pierna suelta y sin embargo aquí te tienes relajar, tienes que medir y eso también me gusta. Es un humor, además, marcado por mi propia experiencia, con mis miedos y temores como padre de familia. De hecho, en esta película se pone de manifiesto una cosa muy concreta que yo he sentido y es cuando tienes hijas a las que has criado, has limpiado, alimentado, visto crecer que, de repente, tienen novio. Piensas: “joder, que no sea un friki, por Dios, que no sea un prenda”. Ese miedo que es absolutamente general y compartido. No me he suavizado, me he adaptado. Me gusta pensar que soy capaz de tocar muchos géneros.
Como hizo por ejemplo en “Sin rodeos”…
Eso es. Cuando hice “Torrente” me di cuenta de que a las mujeres ese humor las tiraba un poco para atrás porque había un 65% de público masculino y pensé hacer una historia que también consiguiera agradarles a ellas. Entonces hice una película que apelaba un poco más al espíritu femenino como “Sin rodeos”, con Maribel Verdú, que no fue un pelotazo, pero fue bien. Me llegaban incluso chicas diciéndome que se habían sentido totalmente identificadas con el personaje y me di cuenta de que estaba capacitado para hacer cualquier cosa. Después tiré para el cine más familiar. Hacer una película al año es algo que he conseguido gracias a que tengo a Marta González de Vega, que es la coguionista. Yo hacía un “Torrente” cada tres o cuatro años para que te hagas una idea porque yo soy una persona muy dispersa. Me ponía a escribir en una servilleta cuando me venía la inspiración de alguna escena, pero hasta que tenía el guion montado pasaba un montón de tiempo. Sin embargo, gracias a Marta es todo perfecto, es una persona super disciplinada que me tiene perfectamente cogida la medida. Y luego también hay que tener en cuenta la frase esta que dijo Woody Allen en su día que se me ha quedado grabada y que me hace tanta gracia “yo hago una película al año porque así alguna me saldrá bien” y pensé pues qué crack, tiene razón. En esas sigo aún.
¿Se ríe de las mismas cosas de las que se reía hace diez años?
Silencio tenso de “voy a pensar bien esta respuesta” (risas). Hombre yo creo que de alguna forma me río de lo mismo, pero si miro atrás, a lo mejor no. Me explico. ¿No te ha pasado esto de ver una película que viste hace diez años y pensar “pues qué decepción” “vaya puta vergüenza” “no la recordaba tan mala”? En cambio, otras, siguen intactas porque aguantan el paso del tiempo. Pues con el humor pasa lo mismo. Hace poco estaba viendo unos monólogos de Gila y pensaba este tío, como era tan surrealista, sigue muy vigente en realidad. Pero a lo mejor te coges una cinta de cassette de cualquier otro humorista de estos de la época y dices uff qué humor tan rancio. Sí que pienso que me río más o menos de lo mismo: del disparate, de lo surrealista… pero si miro atrás a lo mejor recapacito. “Enredo” por ejemplo, es una serie que me hacía muchísima gracia y a lo mejor la vuelvo a ver ahora y ya no me gusta. O “I love Lucy” también, la serie esta de los 50, que a veces vuelvo a ver episodios y vuelvo a pensar lo buenísima que es y lo divertidísima que era Lucille Ball. Lo que está claro es que la sociedad evoluciona y por tanto, el humor también. Y en esto influye los pequeños pasos de gigante que ha dado el feminismo, que me parecen muy necesarios: yo me acuerdo de ver a las madres de amigos míos que de repente les decían a sus hermanas “venga a poner la mesa”, “a hacer la cama”, “a barrer” y ellos de brazos cruzados. Pensaba, pero por qué hacen esto, incluso lo comentaba con mi madre. Siempre he sido un niño muy reflexivo. Preguntaba ¿”mamá por qué yo tengo que hacer la mili si las niñas no la hacen? (risas), o incluso siendo más pequeño me daba rabia no tener hijos, no poderme quedar embarazo. A mí la igualdad me ha interesado siempre hacia todos los lados.