«Creed III»: Michael B. Jordan, a golpes con el legado de Rocky Balboa
El actor debuta como director en la tercera parte de la franquicia pugilística, ya sin Sylvester Stallone
Madrid Creada:
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Segundos fuera. Cruce seco a la mandíbula y un beso de buenas noches al lienzo infinito que es la lona. Así, como en el mejor final del mejor combate de boxeo es como el actor, productor y ahora director Michael B. Jordan se ha despedido de Sylvester Stallone, el mismísimo Rocky Balboa, para la tercera entrega de la saga «Creed», que llega hoy a las salas de todo el mundo. «Ha sido una situación que lamento. Llevaron la saga y la película, realmente, hacia un lugar al que yo no la habría hecho. Es una filosofía completamente distinta. No es el filme que yo habría rodado, porque lleva a los protagonistas a lugares demasiado oscuros. Y ya hay demasiada oscuridad en el mundo», se despacha a gusto Sly, en «The Hollywood Reporter», sobre su ausencia.
Y es que, aunque el propio Stallone y, más recientemente Jordan, han aclarado que no existen rencillas entre ambos y la ausencia del protagonista de «Rambo» no signifique su desaparición completa de la franquicia, lo cierto es que la nueva hija de «Rocky» (1976) estuvo pensada desde el principio para romper con el pasado. Primero con la decisión del mismo Jordan de colocarse tras las cámaras, recogiendo el testigo de su buen amigo Ryan Coogler («Black Panther») y poniendo sobre la mesa un argumento más radical: Damian Anderson, interpretado aquí por el hombre de moda, Jonathan Majors («Ant-Man y la Avispa: Quantumania»), es un amigo de la juventud de Creed al que dejó de lado en sus tropelías para centrarse en su carrera como boxeador amateur. Ese resquemor, central en esta nueva trilogía, es la excusa para un «tour-de-force» de ambos intérpretes que, de temazo en temazo, se desarrolla durante casi dos horas al mismo buen ritmo que las dos películas anteriores.
«Hasta el último momento le guardamos su sitio. Incluso para un cameo, pero no pudo darse», confesó Jordan sobre la ausencia del mítico Sly. Y según mentideros como el portal «TMZ», el origen del enfrentamiento entre ambos intérpretes viene por la cancelación de una séptima entrega de «Rocky», tras la sexta, de 2006. Ambos creían deber ser las estrellas de la franquicia y, como los números mandan, los más de 200 millones de dólares que recaudó la segunda parte de «Creed» ayudaron a Warner para tomar la decisión definitiva. «En mi cabeza sigue siendo una posibilidad», comentaba Stallone en la citada entrevista, a lo que Jordan respondía que «la cuarta parte de la historia de ‘‘Creed’’ está en camino, eso no hay nadie que lo pueda poner en duda».
Más allá del roce entre guantes ilustres, «Creed III» tiene todos los ingredientes para convertirse en un nuevo taquillazo. Al carisma de su protagonista y el valor estelar de Majors –ya en la carrera al Oscar del año que viene por su papel como culturista en «Magazine Dreams»–, sumar la presencia de Tessa Thompson («Thor: Ragnarok») y Phylicia Rashad («Empire») entre el reparto. Con una Marvel que no consigue llenar las mismas salas que antes de la pandemia y un cine de animación que espera al verano para lanzar sus apuestas más seguras, el período que va desde que se votan los premios hasta que se entregan va a ser un auténtico y espectacular campo de batalla entre «blockbusters», con este filme, «Dragones y mazmorras» y «John Wick 4» como grandes contendientes primaverales. La pelea será a todos los niveles posibles.
«Sly tiene sus razones y yo tengo las mías. Lo que puedo asegurar es que el corazón de la saga sigue intacto y nosotros lo hemos querido llevar a la siguiente generación», decía Jordan la semana pasada en un programa deportivo de la cadena ESPN rodeado de leyendas del baloncesto sorprendidos por la honestidad del actor. Una franqueza que, casualmente, le ha devuelto a los titulares justo antes del estreno de su ópera prima. Durante la première del filme en Los Ángeles, Jordan atendió a varios medios en la habitual alfombra roja, hasta que se encontró con una compañera de instituto de cuando ambos vivían en Nueva Jersey: «¿Ya no soy tan ñoño, verdad?», espetó el actor a la periodista, soliviantada por el momento, antes de responder a sus preguntas. Horas después del extraño encuentro, el entorno de Jordan reveló que la comunicadora, la influencier Lore’l, había practicado «bullying» contra el actor.
Y así, entre puñetazos detrás y delante de las cámaras, sin miedo a prácticamente nada, la tercera entrega de la saga levantada a pulso en negritud y ritmo urbano llega a los cines para pelearse consigo misma, con el legado de Rocky Balboa y, en cierto modo, con lo que se espera de una película de este tipo. Jordan, capaz de hacer un cameo en la secuela de «Space Jam» riéndose del parecido de su nombre con el del mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos y de apostar por lo autoral en su debut, asume todos los riesgos posibles para bailar como un «blockbuster» pero picar como un gran estudio de personajes. A los puntos, eso sí, será el público quien decida si el alma de la franquicia está en los huevos crudos que desayunaba Stallone o en el ritmo del hip-hop al que salta a la comba su Adonis Creed.