La irrupción del anticristo
Profecías y menciones bíblicas describen qué traerá la llegada de esta figura y por qué manifestaciones la reconoceremos
Madrid Creada:
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Pablo de Tarso asegura que antes del fin del mundo irrumpirá sobre la tierra un hombre investido de un poder en apariencia omnímodo con el que desatará una guerra impía contra Jesucristo y seducirá a gran parte de la humanidad, erigiéndose altares en su denodado afán por recibir culto de latría.
Al profeta Daniel tampoco le duelen prendas al afirmar que el Anticristo atacará sin piedad a todo lo sagrado, rebelándose con inusitado odio contra el Dios de los dioses y aborreciendo al Dios de sus padres: «Is Deum patrum suorum non reputabit» («Éste no considerará en nada al Dios de sus padres»).
Los santos padres y doctores de la Iglesia, desde Justino, Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano, hasta Hipólito, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén, Gregorio Nacianceno o Juan Crisóstomo, indagaron a fondo en sus orígenes para averiguar de qué padres nacerá y cuál será su raza. Todos creen que nacerá de padres judíos y la mayoría sostiene que pertenecerá a la tribu de Dan.
San Cirilo de Jerusalén, en sus Instrucciones Publicadas (5 y 15), y San Efrén el Sirio en su Discurso acerca del advenimiento del Señor y el Anticristo, describen con todo lujo de detalles el carácter, la personalidad y el modo de actuar del «hombre de perdición».
Jacob, en su última profecía, dice: «Sea Dan una culebra junto al camino, una ceraste junto al sendero». En el Libro del Génesis se alude así a la «ceraste», la especie de víbora cornuda originaria de las zonas desérticas del norte de África y Oriente Medio, cuyo veneno letal fulmina el mínimo hálito de vida. Una serpiente como la que cercenó las esperanzas de la humanidad en el paraíso terrenal de Adán y Eva.
Queda enmarcada así, con la imagen de este infausto ofidio, la procedencia del más pernicioso de los impíos que empleará la violencia y astucia para precipitar a los cristianos en la más irreparable apostasía el día en que todos los ecos de la tierra repiquen al lúgubre estertor de la naturaleza moribunda. Moisés, en el momento de rendir su alma ante el Altísimo, exclamó: «Dan es un joven león que se extenderá muy lejos». Así caerá el Anticristo sobre el mundo, como el león sobre su presa, para convertirlo en su víctima y esclavo.
¿Acaso será el innoble Sansón del fin de los tiempos, que contará por miles sus impúdicas Dalilas, a las que alude el libertador de los hebreos en aquel admirable pasaje? Jeremías, por su parte, estampó este otro significativo versículo: «Desde Dan se deja oír el resuello de los caballos». ¿Qué más puede decirse sobre la tribu de la que, según la mayoría de los santos padres y doctores de la Iglesia, provendrá el Anticristo? Cuando los israelitas entraron en Canaán, la tribu de Dan recibió tierras en la costa oeste, pero no pudieron controlar todo el territorio porque los filisteos se asentaron en la región. Los últimos capítulos del Libro de los Jueces aluden, precisamente, a Sansón, de la tribu de Dan, y a sus luchas furibundas contra los filisteos.
Dan siempre fue una tribu reducida y con escasa influencia en Israel. Los danitas más célebres mencionados en la Biblia son Aholiab y Sansón. La ciudad bíblica de Dan, eso sí, se menciona con frecuencia en la descripción de Israel, como en esta escueta cita del Libro de los Jueces: «Desde Dan hasta Beerseba». La ciudad se ha identificado con la moderna Tell el-Qadi. El tell, con una superficie de tan sólo veinte kilómetros cuadrados, se sitúa al norte de la fértil llanura de Huleh, al pie del Monte Hermón. Los abundantes manantiales del lugar constituyen una de las tres fuentes más importantes del río Jordán.
Según Eugène de la Tour de Noé, san Jerónimo declara que el Anticristo pertenecerá a esa tribu y que tan insigne forajido nacerá en Babilonia: «Debe entenderse así –indica el abate– como el lugar donde se edificó en otro tiempo esta célebre ciudad [Babilonia], y del territorio en que se hallan las ruinas de la villa de Semíramis y de Baltasar, que los modernos arqueólogos [de su tiempo] denominan las ruinas de Irak-Arabi. Entra uno así en el espíritu de la antigua leyenda cuando dice que aquel diabólico retoño descenderá de abuelos procedentes de aquellas comarcas orientales». Nadie duda tampoco que el Anticristo provendrá de la raza judía. San Ambrosio, sin ir más lejos, asegura que será un circuncidado, mientras Sulpicio Severo manifiesta que obligará a circuncidarse a todos sus súbditos.
«El hombre de la iniquidad», como también lo llama san Pablo, constituirá así uno de los signos más visibles del fin del mundo. Pero, ¿cómo será este ser tan depravado? ¿Nacerá de nuestra raza? ¿Los rasgos de su rostro serán también humanos? ¿Correrá sangre como la nuestra por las venas de este corifeo del pecado y de la corrupción? O por el contrario, como mantienen algunos autores, ¿será una encarnación del mismo Satán, un demonio salido de las profundidades del averno con forma humana? ¿O tal vez no sea más que un mito a fin de cuentas, un personaje alegórico al que en las Sagradas Escrituras se ha querido simbolizar como la figura representativa de todos los tiranos de la tierra que han combatido a Dios y a su Iglesia desde el principio de los tiempos? Muchas respuestas a estas preguntas siguen extendiendo hoy toda una aureola de misterio.