Consejo de Ministros
Día I en Moncloa: «Esto es un guirigay»
Desorden, bullicio y despiste de los nuevos ministros. Pese a la propaganda unitaria lanzada por el Gobierno, dirigentes socialistas alertan de que se avecina una época de fuertes contradicciones: «Veremos si Pedro se come a Pablo o al revés»
La mañana prometía y la expectación era enorme. Reunión del primer Consejo de Ministros de Pedro Sánchez, un gobierno de coalición sin precedentes que puso de los nervios a funcionarios y servicios de protocolo de La Moncloa. Para empezar, la gigantesca mesa del Consejo resultó insuficiente y hubo que improvisar más sillones para los veintidós miembros del Ejecutivo. Entre el personal de la Casa presidencial se escuchó un comentario general: «Esto es un guirigay». O sea, desorden, bullicio y un despiste descomunal de los nuevos excelentísimos señores y señoras. El flamante vicepresidente, Pablo Iglesias, llegó con su porte chulesco, ataviado con vaqueros, sin corbata y posó con un provocador gesto de piernas abiertas. «Como un actor en película del oeste, al más puro estilo western», critican diplomáticos con experiencia protocolaria. Al margen de la vestimenta, el líder podemita fue el único en ni siquiera saludar a los ujieres que le abrían la puerta. «Arisco y muy distante», dijeron algunos. Por el contrario, los más amables Carmen Calvo, José Luis Ábalos y María Jesús Montero. Ya se sabe, la veteranía es un grado.
Entre el personal de Moncloa circulan ya varias definiciones del nuevo Gobierno, cuya principal estrella es, precisamente, alguien que no se sienta en el Consejo: Iván Redondo, que atesora un inmenso poder junto al presidente. Ejercerá como un primer ministro en la sombra, un magno asesor para controlar todas las áreas de gobierno próximas al presidente, incluida una que le importa mucho: la comunicación. Discreto, eficaz y con olfato político, no ha dudado en descabezar a dos hombres cercanos a Pedro Sánchez: el hasta ahora número dos de la Oficina Económica, Daniel Fuentes, y el asesor en política internacional, José Manuel Albares, que se va como premio de consolación a la Embajada española en París. «Sánchez confía ciegamente en Redondo», afirman fuentes de Moncloa sobre el todopoderoso Iván con mando sobre la información, la seguridad nacional y la Oficina Económica.
Un organismo que nació como un poder paralelo a los ministros del ramo, utilizado por algunos presidentes para enmendarles la plana. Iván Redondo ya ha tomado la iniciativa y mandó el pasado viernes una carta de su puño y letra a los funcionarios con la promesa de una subida de sueldos. Nadie sabe la cara que pondría la ministra de Política Territorial y Función Pública, la canaria Carolina Doria, similar a la de Yolanda Díaz, la comunista en Empleo, desautorizada por la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, al asegurar que se suprimirán solo los aspectos más dañinos de la reforma laboral, sin especificar cuáles. Dirigentes socialistas reconocen que, pese a la propaganda unitaria lanzada desde Moncloa, se avecina una etapa de fuertes contradicciones. «Veremos si Pedro se come a Pablo, o al revés», dicen estas fuentes ante el ego de poder del presidente y su número dos morado, de momento pertrechado en la sede del ministerio de Sanidad con sus leales.
«Este gobierno desafina». Así opinan veteranos dirigentes socialistas, algunos de ellos ministros con Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, sobre sus actuales sucesores en este gobierno de coalición con Pedro Sánchez. En el primer Consejo hubo muchas anécdotas y bastante descontrol a la hora de sentarse por falta de espacio. El «farolillo rojo», o sea las dos últimas esquinas de la gran mesa fueron para el nuevo ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, y el de Consumo, Alberto Garzón. «Ha dicho por vez primera la palabra Rey», comentan ministros veteranos ante el rojeras de Izquierda Unida, que siempre se refería al Monarca como «ciudadano Borbón». En cosa de carácter, todos coinciden: el más altivo y antipático, Pablo Iglesias. Las más sonrientes Teresa Ribera y Yolanda Díaz. Los más seguros, Carmen Calvo, Nadia Calviño y José Luis Ábalos. Algo despistadas, la titular de Exteriores, Arantxa Alaya, y la canaria Carolina Doria. Y muy correcto y educado, el catalán de Sanidad, Salvador Illa. «Tiene cara de buena persona», apuntan en Moncloa.
Capítulo aparte merecen la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la de Igualdad, Irene Montero. Conocidas ya como «las monteritas», hay división de opiniones. El personal de Moncloa y sus compañeros de gobierno hablan muy bien de la socialista, a quien definen como «super cercana, afable, simpática y buena comunicadora». La sevillana, trianera, mujer de rompe y rasga, se estrenó bien como nueva portavoz del Gobierno frente a la impresentable actitud de Isabel Celáa con el pin parental y una más que nerviosa Irene Montero. La podemita demostró no tener tablas. «Habla y habla sin decir nada», opinan los periodistas que cubren la información de Moncloa, mientras algunos la tildan de «papagaya». Se comportó como «una alumna en asamblea de facultad», dicen otros. Además, utilizó el «tuteo» con la prensa, algo inédito en las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros dónde siempre manda el tratamiento de usted.
De manera que el «gobierno Sanchezstein», como lo llaman algunos empresarios, alarmados por qué las cuentas no cuadren, empieza a andar con el reto enorme de los Presupuestos, anuncio de contradicciones entre los guiños a Podemos y el altivo protagonismo de Pablo Iglesias, algo que levanta ampollas en muchos «barones» socialistas, aunque de momento se callan como mudos. La primera en la frente ha venido desde Bruselas, al decir la Unión Europea a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que quiere conocer la previsión de gastos e ingresos antes de negociar el déficit. También se auguran desencuentros entre la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera y el vicepresidente Pablo Iglesias por la Agenda 2030 y los Fondos de la PAC, competencias europeas de Desarrollo Rural que pueden alcanzar diez mil millones de euros en los próximos años y donde también tiene algo que decir el titular de Agricultura, Luis Planas.
Los ministros más veteranos, Carmen Calvo y José Luis Ábalos, piden los cien días de gracia para el Gobierno, y la de Hacienda y nueva portavoz, María Jesús Montero, ruega también «un poquito de tiempo». De momento, la primera rueda de prensa fue incendiaria con el asunto del pin panteral y la sonora metedura de pata de Isabel Celáa, mientras prosiguen los gestos hacia Cataluña y una parte de la Judicatura está que trina con el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. Algunos dirigentes socialistas advierten en privado que a Pedro Sánchez le gusta «mandar y provocar», mientras los empresarios aguardan los Presupuestos con un lamento: «Todos a los pies de Junqueras».
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