Opinión

Lo que debemos a Miguel Ángel

Los españoles tienen que ser conscientes de lo que todos lograron para siempre aquellos dos trágicos días gracias al sacrificio de uno. Le debemos gran parte de la libertad que hoy gozamos

Daniel Portero. Presidente de Dignidad Y Justicia

El secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco es uno de los tres hitos más relevantes de la historia reciente de España, quizá junto a la Transición y el 11-M. La trágica muerte de aquel desconocido concejal del PP de un pequeño pueblo provocó una reacción insólita en todo el país que resonó a nivel internacional.

En Bilbao se originó espontáneamente la manifestación más multitudinaria de la historia contra la banda terrorista ETA. Durante dos largos días, las radios, los periódicos y las televisiones no hablaban de otra cosa. La cuerda de la mayor amenaza que había sufrido el Estado se tensó hasta romperse. Incluso en la propia organización armada se abrieron fisuras irreparables que acabarían a largo plazo con la destrucción de la banda.

Pero hay una consecuencia más relevante aún que todas las anteriores que se deriva de la muerte de Miguel Ángel. Su sangre ayudó a afianzar una democracia en construcción y un estado de derecho que necesitaba más hechos que postulados. El edil popular se convirtió sin quererlo en el mártir que necesitaban las dormidas conciencias de los españoles, el hombre que dirigió a la fuerza el camino de la moralidad colectiva. Murió porque el estado se negó a ceder ante el chantaje de unos terroristas asesinos que pretendían imponer su criterio a todos a base de bombas lapa y tiros en la nuca. Miguel Ángel perdió la vida, pero el país ganó el pulso.

Hoy, 25 años después, los españoles tienen que ser conscientes de lo que todos lograron para siempre aquellos dos trágicos días gracias al sacrificio de uno. Deben conocer el fondo de lo que se jugó en esas jornadas terroríficas para valorar aquel gesto impagable de ese concejal anónimo que no buscaba ser ningún héroe pero que lo fue para todos. Le debemos gran parte de la libertad que hoy gozamos y tenemos que estar a la altura.