Investigación

El embrión de Tsunami se inspiró en la Gran Marcha de Mao para movilizar al independentismo

Proyectó en 2018 emular al líder comunista chino con una protesta soberanista de 7.000 km entre Barcelona y Roma en 297 días

Boceto del proyecto "Marcha por la Libertad" hallado en el ordenador del exconseller Xavier Vendrell
Boceto del proyecto "Marcha por la Libertad" hallado en el ordenador del exconseller Xavier VendrellArchivo

Conseguir «la mayor movilización de la historia de la humanidad». Ese era el objetivo del independentismo en noviembre de 2018, según pone de relieve el sumario de la causa de Tsunami Democràtic. Y para ello, se miraba en el espejo de la Larga Marcha de Mao Zedong, en la Marcha Verde del Sáhara tras la muerte de Franco o en la Marcha de la Sal en India en 1930. Se trataba de superar a todas ellas con una «Marcha por la Libertad» (una plataforma que la Guardia Civil considera el embrión de Tsunami) que uniera Barcelona con Roma mediante un recorrido de 7.006 kilómetros en 297 días pasando por algunas de las principales capitales europeas, entre ellas París, Londres, Bruselas, Berlín, Praga, Viena y Atenas.

El exconsejero de la Generalitat de ERC Xavier Vendrell ya pergeñaba un año antes de la sentencia del «procés» la puesta en marcha de esa plataforma de apoyo al independentismo que terminó germinando en Tsunami Democràtic, protagonista en octubre de 2019 de los «graves disturbios» –causantes de «significantes perjuicios económicos y de orden público»– en respuesta a las condenas del Tribunal Supremo (TS) a los líderes soberanistas. El sumario judicial que instruye el juez Manuel García Castellón –que ha pedido al alto tribunal que impute a Carles Puigdemont por terrorismo– permite seguir esos primeros pasos a través de la figura del exsecretario de Organización de ERC, a quien la Guardia Civil señala en sus informes como «el encargado de impulsar o dirigir los inicios de la plataforma».

Los agentes hallaron en su ordenador un documento de Powerpoint creado por Vendrell el 19 de noviembre de 2018 en el que desgrana las líneas maestras de «La Marxa per la Llibertat» (la Marcha por la Libertad), que pretendía configurarse, según asegura el Instituto Armado en un informe del pasado 28 de abril –al que ha tenido acceso LA RAZÓN–, como «una plataforma afín al movimiento independentista».

"Similitudes" con Tsunami

La propuesta del supuesto ideólogo de Tsunami es, ni más ni menos, que organizar «la mayor movilización de la historia de la humanidad» para que lo que denomina «la causa catalana» esté presente «en la agenda de todos los gobiernos de todas las naciones y de las principales instituciones internacionales».

Son los propios autores del informe los que advierten de «ciertas similitudes» entre esa Marcha por la Libertad y Tsunami Democràtic en cuanto a su «objetivo, planteamiento y propaganda». Y es que, subraya, el propósito de ambas plataformas es «debilitar al Estado» y conseguir «apoyo internacional y de gobiernos extranjeros».

De hecho, la Guardia Civil apunta que el lema empleado, «Marxa per la Llibertat», «fue el acuñado posteriormente en las movilizaciones de Tsunami Democràtic durante la huelga general del día 18 de octubre de 2019».

En el Powerpoint intervenido a Vendrell –«Ni exili ni presó. Autodeterminació» (Ni exilio ni prisión. Autodeterminación)–, el movimiento que los agentes consideran el embrión de Tsunami se propone «dejar en evidencia la conculcación de los derechos civiles y políticos que padecemos los ciudadanos europeos en el Estado español», conseguir el apoyo de gobiernos de todo el mundo para conseguir la libertad «de las personas represaliadas por haber facilitado que el pueblo catalán pudiese decidir libremente su futuro» y recabar el respaldo internacional para que «la nación catalana pueda ejercer el derecho de autodeterminación» (una de las exigencias que Puigdemont ha puesto sobre la mesa al Gobierno de Pedro Sánchez).

Incidentes tras la manifestación convocada por Tsunami Democratic por el partido entre el FC Barcelona-Real Madrid en el Camp Nou.
Incidentes tras la manifestación convocada por Tsunami Democratic por el partido entre el FC Barcelona-Real Madrid en el Camp Nou.David Zorrakino Europa Press

En ese documento de Vendrell, se reseña que hasta ese momento las movilizaciones independentistas se situaban «entre las más impresionantes vistas en la historia de la humanidad». Sin embargo –en un adarme de modestia–, se asumía que resultaba «imposible» superar en número a las concentraciones de carácter religioso, sobre todo de hindúes y musulmanes, en referencia a los «60 millones en Haridwar en la orillas del Ganges el 14 de abril de 2010» de los primeros y a los «30 millones en Karbala (Irak)» de los segundos en 2018.

"No vuelve a casa sin lograr el apoyo internacional"

No obstante, defendía que tras analizar la «longitud/duración de las grandes marchas no violentas de la historia» sí era posible «convertirse en la mayor». Y se hace referencia expresa a la Marcha de la Sal en la India del 12 de marzo al 6 de abril de 1930 (26 días y 300 kilómetros de recorrido) y la Marcha Verde en el Sáhara del 6 al 9 de noviembre de 1976, que entre los tres recorridos (Tarfaya-Daoura, Abattek-Hagunia y Zag-Magbes) sumaron 260 kilómetros en cuatro días.

Pero ya puestos a intentarlo, se muestra optimista: «Incluso podemos plantearnos superar la más larga y duradera marcha política», pese a que, precisa, «se trataba de una marcha militar»: la Larga Marcha de los comunistas del Primer Frente de la República Soviética de China «que liderados por Mao Zedong recorrieron 12.500 kilómetros durante 370 días huyendo del Ejército de la República China» de Chiang Kai-shek entre 1934 y 1935. Baste recordar que poco más de cinco mil de los 85.000 soldados que emprendieron esa caminata a pie hacia el norte del gigante asiático seguían vivos al llegar a su destino.

«El planteamiento de la larga marcha que proponemos pasa por resistir hasta la victoria, que no se logrará sólo con La Marxa, pero ésta puede convertirse en uno de los puntales de la lucha», proclama imbuido de ese espíritu heroico.

Esa larga travesía en «dirección norte para recorrer Europa» no contemplaba una vuelta atrás. «La Marxa no vuelve a casa sin lograr el apoyo internacional para hacer efectivo nuestro derecho a la autodeterminación y sin la libertad de las personas presas y exiliadas», se hacía hincapié. «Si hace falta estaremos meses o años recorriendo miles de kilómetros», anticipaba el documento. Todo para hacer de esa travesía «la mayor movilización política de la historia de la humanidad». «Si no lo conseguimos será porque antes habremos alcanzado la victoria».

El objetivo indisimulado era granjearse «la simpatía del mundo con nuestra causa», por lo que enfatizaba que «en línea con todas nuestras movilizaciones», la Marcha debía ser «pacífica, divulgativa y empática» y generar «el mínimo de molestias», tratando incluso de cortar lo «mínimo el tráfico en los cruces». Nada que ver con los disturbios ocasionados un año después por Tsunami en la calle, con el asalto al aeropuerto del Prat o el corte de la AP-7 en el puesto fronterizo de La Junquera.

Autocares y vuelos chárter para relevar a los participantes

La Guardia Civil explica en su informe del pasado abril incorporado al sumario del «caso Tsunami» que para conseguir “visibilidad y publicitar su plataforma», tanto la Marcha por la Libertad como Tsunami Democràtic «dan vital importancia a los eslóganes, a la creación de un relato al que aferrarse, pretendiendo llegar a la prensa y los medios de comunicación». También prestan «mucha atención a las redes sociales», como pone de relieve un mensaje del exconseller Xavier Vendrell relacionado con «La Marxa» en el que confía en que ese altavoz «se convierta en un virus» para internacionalizar la plataforma y que el proyecto se «contagie» de una persona a otra y llegue a tener una repercusión mundial.

En el ordenador los agentes hallaron dos imágenes de camiones de grandes dimensiones en «uno de los bocetos para llevar a cabo el tour» (ver imagen adjunta).

Además, Vendrell proponía realizar «actividades lúdicas» con «los aldeanos» buscando su participación, «el máximo de relación humana y el mínimo de problemas». Hasta el punto de que las fiestas nocturnas debían hacerse «en lugares apartados, donde pueda venir la juventud local, pero sin molestar a quien quiera descansar».

A lo largo del recorrido se contaba con mantener de forma permanente 2.000 personas «entre marchadores y organización», un volumen suficiente para «impactar» en cada pueblo a su paso. ¿Cómo se conseguiría? Relevando a los participantes de la caravana con autocares y vuelos chárter «desde las principales capitales catalanas».

Una movilización que debía incrementarse en las manifestaciones en las capitales europeas, en las que el objetivo era «superar los 10.000 manifestantes», treinta mil en el caso de París, Londres, Bruselas, Berlín, Atenas y Roma.

El documento asegura que para tener «todo listo» en la fecha prevista para el comienzo de la Marcha, y garantizar su desarrollo sin contratiempos, era necesario «poner en funcionamiento de forma inmediata» comisiones de Relaciones Institucionales, Comunicación, Logística, Actividades y Finanzas.

La Comisión de Relaciones Institucionales era la encargada de «conseguir los permisos» en cada municipio donde la comitiva hiciera un alto para dormir, un desembolso que no asumiría la organización, pues el documento deja claro que los participantes debían costear «los gastos directos»: 15 euros para comer y entre cinco y diez más para dormir (dependiendo si se dormía en el suelo o en cama dentro de una carpa). Cinco minutos de ducha saldría por un euro y quienes pasasen la noche en una caravana o en tienda de campaña no tendrían que desembolsar gasto alguno por este concepto.

En todo caso, se preveía la figura de los «colaboradores», dispuesto a pagar una cuota de diez a 15 euros al mes «para sostener la marcha durante su recorrido». A través de ellos se esperaban recaudar unos 200.000 euros mensuales, por lo que el objetivo era conseguir unos diez mil colaboradores.

En un nivel superior de compromiso se hallaban los «patrocinadores», empresarios dispuestos a realizar «aportaciones sustanciosas» para financiar la inversión en infraestructura, una partida que se calculaba en torno a los tres millones de euros, en dinero o «en aportaciones en especies».