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Bernardo Pantoja y la lúgubre lista de admitidos a su último adiós

Los restos mortales del hermano de Isabel Pantoja, que falleció ayer a los 69 años, serán incinerados hoy, según su propia voluntad, en un crematorio de Sevilla

Bernardo Pantoja en una imagen de archivo
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Hasta que su estado de salud agravó lo suficiente como para pensar en que su muerte estaba cercana, Bernardo Pantoja estuvo alejado de sus hermanos. Sus últimos años de vida, Isabel, Agustín y Juan, prácticamente se desentendieron de un Bernardo que subsistía gracias a una pequeña pensión y a la ayuda económica de su hija Anabel. Sin lujos y con la amargura de sentirse olvidado por los suyos, tan solo apoyado por su esposa, la japonesa Junco, mujer coraje que tuvo que aguantar, sin quererlo, el pasado jueves en el hospital Virgen del Rocío sevillano los desprecios de algunos familiares de su marido.

Una fuente cercana a la nipona nos revela que «se enteró de la gravedad de la situación por casualidad». Nadie la llamó para comunicarle que Bernardo estaba al borde de la muerte. No se comprende que Isabel Pantoja, Anabel y otros, estuvieran al tanto de todo, mientrasJunco fue ignorada totalmente. Ella se encontraba descansando en su casa, porque estaba agotada después de tantos días de hospital, y le informaron bien entrada la mañana del jueves. Al llegar a la habitación de Bernardo lo único que vio fueron malas caras ante su presencia. Sufrió un ataque de ansiedad y un amigo se la llevó a la cafetería para calmarla.

Fue el reportero Jose Antonio León quien confirmó en «Sálvame» que «la brecha familiar es cada vez más grande. Junco ha tenido problemas para entrar en la habitación de su marido. Fue la propia Isabel la que la invitó a salir de allí».

Igual debió ocurrir con la cantante y sobrina del enfermo, Silvia Pantoja, que en los aledaños del hospital contaba que «no me han permitido despedirme de él, ni tan siquiera entrar en su habitación para verle por última vez».

Dicen que Anabel, la hija del difunto, aconsejada por su tía Isabel, hizo una lista de quiénes podían o no entrar en la habitación de su progenitor. Hasta en eso fueron intolerantes, porque dejaron fuera a algunos de los amigos más íntimos de Bernardo y a familiares que no son del gusto de la pantojita chica ni de su tía, como fue el caso de su tía Magdalena o su hijo secreto, Luis, al que todos conocen como Pinocho. El mismo Bernardo reconoció públicamente ser su padre.

Bernardo Pantoja por las calles de Sevilla.
Bernardo Pantoja por las calles de Sevilla.KCSGTRES

Tampoco se vio por allí a Kiko Rivera, sobrino favorito del enfermo, quien en la mañana del viernes subía a las redes sociales un mensaje del todo significativo: «Descansa en paz, tito». Los desafueros del Dj y su madre impidieron que el primero se presentara en el hospital, porque sabía el circo y el morbo que se podía montar con tantos reporteros apostados en la puerta del centro hospitalario. Bernardo falleció sobre las once menos cuarto de la mañana del viernes después de pasar una larga estancia en el Virgen del Rocío, por serios problemas derivados de su diabetes. Tenía 69 años y era el hermano menos mediático de los Pantoja, el único que no se dedicó profesionalmente al mundo artístico. Se casó en 1986 con Mercedes Bernal, madre de Anabel, pero acabaron separados seis años más tarde, aunque, según parece, mantuvieron hasta el final una relación de respeto y amistad.

Años después conoció a la bailaora japonesa Junco, con la que contrajo matrimonio por lo civil en un juzgado sevillano en 2018, tras casi veinte años de relación. Ahora, los amigos se preguntan qué va a ser de esta mujer, entregada en cuerpo y alma a su pareja y que cuenta con escasísimos recursos económicos. Le quedará una pensión de viudedad, pero no se sabe qué ocurrirá con el modesto piso en el que residía con su esposo.

Un amigo suyo asegura que «está destrozada. Sabía que Bernardo se encontraba mal, pero no hasta el punto de que fuera a morirse. Para ella ha sido un palo terrible. Se siente muy sola…».

Un hombre divertido

Los que conocieron bien a Bernardo le califican como «un hombre divertido y amigo de las juergas hasta que su enfermedad le impidió seguir el ritmo de vida que llevaba en las noches sevillanas».

En 2017, el agravamiento de su diabetes le condujo al quirófano, donde le amputaron una pierna. Llevaba una prótesis, pero generalmente se movía sentado en silla de ruedas o apoyado en un bastón. La relación con sus hermanos no fue lo satisfactoria que hubiera deseado. Con Isabel y Agustín apenas tenía contacto, y a Juan le veía muy de vez en cuando. Mejor se llevaba con su tía Magdalena, hermana de doña Ana, su madre, otra mujer ignorada por los otros hermanos del difunto, e incluso por la propia Anabel. Bernardo dejó dicho en vida que cuando muriera su cuerpo fuera incinerado. Y así se cumplirá hoy sábado en un crematorio sevillano.