¿Boda a la vista?

Tamara Falcó e Íñigo Onieva, una reconciliación cocinada a fuego lento

Han hecho falta muchos gestos, un Camino de Santiago y una auténtica conversión para el «milagro navideño» de su unión

Si me dieran un euro por cada uno de mis pensamientos cada vez que he hablado de la ruptura de Tamara Falcó e Íñigo Onieva y de mi teoría de la reconciliación, a estas alturas, ya me habría hecho millonaria. Y es que esta historia sigue dando que hablar, y lo dará en el futuro, y como había adelantado hace ya algunas crónicas, hemos presenciado un «vuelve a casa por Navidad» de lo más feliz para estas entrañables fechas. Y además ya está confirmado en la «biblia patria del corazón» como exclusiva sorpresa, o sorprendente para algunos, pero deseada por otros muchos, entre los que me incluyo.

Desde luego, el empresario ha estado cumpliendo a rajatabla lo que había prometido a sus familiares y a sus íntimos amigos, «intentar por todos los medios recuperar al amor de su vida», es decir, a su querida Tami. No ha dejado de intentar, en estos últimos tres meses, de reconquistar con gestos a la marquesa. Y, como bien sabido es que el mundo es de los valientes y de los que arriesgan, se puede decir que Íñigo está recogiendo los frutos de su tesón. También hay que valorarlo.

Recuerden que como dije «no había matado a nadie» y soy fiel creyente de las segundas oportunidades, porque siempre se acaba valorando lo que tenías cuando lo has perdido. Si hasta Jesús puso la otra mejilla..., ¿quiénes somos los demás para seguir tirando la piedra?

Onieva ha padecido su propio vía crucis, también llamado Camino de Santiago, en el mes de diciembre. Porque ser peregrino con los elementos en contra: nieve, lluvia, frío, curiosos varios armados con móviles que tienen cámaras de última generación, incomodidades varias y un largo etcétera tiene un gran mérito. Han sido cinco días de lo más intensos, 120 kilómetros en los que ha disfrutado de la naturaleza, los pequeños santuarios, de los animales, de las vacas, sobre todo, de los paisanos de la tierriña, de la buena comida gallega también, y, por supuesto, sufriendo las ampollas típicas de todo caminante. Y eso que Íñigo es un buen deportista, pero de las heridas en los pies no se salva ningún peregrino. Es parte del camino. ¡Bravo por haberlo conseguido! Y, además, haberlo acabado en una fecha tan bonita, 12 del 12 del 22, porque según la simbología angelical ese número tiene un significado muy poderoso como símbolo de cambio positivo. Y qué más cambio que el del empresario renunciando a su vida de fiestas por la hija de Isabel Preysler.

Paz mental

¡Ay, Tami! A mí ya me ha reconquistado, y qué alegría que a ti también. Todos los que hacen el camino hablan de la paz que encuentran mentalmente. Son muchas horas con tus propios pensamientos y muchos segundos para reconocer los errores, recapacitar y empezar de nuevo. Sobre todo, en 2022 que fue Año Santo, y eso, para una mujer de fe como Tamara Falcó, es el equivalente a las flores o los bombones que puedan desear otras después de una riña de enamorados. Y más aún porque Íñigo se ha vuelto de misa diaria y eso la ha encandilado.

Él siempre ha estado al margen y ha aguantado con valentía todas las críticas, y también verdaderas «puñaladas» como la de su examigo, Hugo Arévalo, amigo de vigilia de Tami, que tenía muchas ganas de verse en el papel cuché y que lo ha intentado por todos los medios, finalmente sin éxito. Aunque como decía Íñigo, «el rata», «el trepa social» se ha quedado compuesto y sin futura novia, porque será muy bueno pero de buenísmo da un poco de pereza y no proporciona tanta diversión ni le hace reír tanto como él. Desde luego ella jugó muy bien sus cartas, porque de toda la vida de Dios los celos funcionan, y más si te das cuenta de quién ha estado filtrando y metiendo cizaña desde el primer momento en que anunciaron su relación. Y quizás no sea tan descabellado que le perdonen los dos y hasta llegue a ser el padrino de la boda, porque desde luego todo se ha reactivado gracias a su repentina aparición en escena.

Acoso a su familia

Y aunque a Íñigo le horroriza sentirse el centro del foco mediático, sobre todo desde el acoso al que fue sometido tanto él como su familia, sabe que Tamara es su auténtico amor y son carne de exclusiva, y que tanto su futura boda, como embarazos y demás noticias relacionadas con ellos siempre estarán llenando páginas y páginas del papel «couché». Pero como sabe que no quiere volver a perderla, lo aceptará. Que se prepare Netflix, porque aquí hay más de una temporada de «La Marquesa».

Es el triunfo del amor absoluto. La pareja ya se ha visto varias veces, siempre en casa de la madre de la novia, Isabel Preysler, en Puerta de Hierro. Quien no ha sido ya testigo de esta ansiada reconciliación ha sido el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, porque tras su ruptura, no demasiado cordial, ya no es bienvenido en Villameona. En este caso, los celos han sido, al parecer, los causantes de la separación de la veterana pareja.

La marquesa sabe bien que el placer de acurrucarse frente a la chimenea con una bonita manta de cashmere con tu media naranja compensa todo. Y como dice Rigoberta Bandini «ahora solo te puedo escribir, canciones de amor a ti, y que el mundo se encargue de que siempre estemos así». No hay nada más bonito para empezar bien el año.

Y a lo mejor no esperan ni al mes de junio para dar la campanada de su boda y celebran una íntima en cualquier lugar del mundo, ya sea como novia exótica en la tierra de su madre, Filipinas, novia de las nieves, en la estación suiza de esquí por excelencia de la Jet, Gstaad, o como novia tradicional en la ciudad de Roma.

¿Y la familia? Bien, gracias. La de Iñigo Onieva ha recuperado la ansiada normalidad y están felices de ver al joven empresario también feliz.

Aprobación de mamá Isabel

¿Y la de Tamara? Si Isabel Preysler ha accedido a que su casa sea el lugar de encuentro de la pareja para limar asperezas y llegar a un entendimiento es que está conforme y, en el fondo, le gusta Onieva para su hija. Además, así no pierde tampoco el papel que la hará seguir brillando en las revistas del corazón como madre de la novia. Por su parte, Tamara Falcó sigue volcada en su faceta de chef, cocinando, para Porcelanosa, que ha cumplido su 50 aniversario; para sus amigos; con su querida «prima postiza» Isabelle Junot, feliz desde el anuncio de su primer embarazo con Álvaro Falcó, y también para su alma gemela. Tami , bien sabes que la famosa tarta de melocotón de Isabel Preysler sabe mejor compartida.

Premiada en 2020 como una de las mujeres del año por una prestigiosa revista, la marquesa ya lo tiene todo, incluyendo el «y comieron perdices» y se pusieron el mundo por montera. Porque aunque la reconciliación no ha sentado muy bien a su círculo de amigas, que fueron su paño de lágrimas, tras la ruptura, Tamara lo tiene claro: «Tengo 41 años y sé tomar mis propias decisiones». Carácter no le falta a la marquesa y seguro que ha meditado la decisión de volver con Onieva hasta estar completamente segura de hacerlo.

No hay nada que se le resista a la diseñadora y sabe a la perfección por qué proyectos le merece la pena apostar y por cuáles no. Y Onieva, parece ser una apuesta a caballo ganador.

¿Sé mantendrá la fecha de la boda?

Tan solo dos días antes de que Tamara Falcó decidiera poner punto y final a su relación con Íñigo Onieva, la pareja anunció su compromiso en las redes sociales. Con diferentes publicaciones en sus perfiles de Instagram, enseñaron el anillo con el que el empresario le pidió matrimonio a la marquesa de Griñón y se dedicaron palabras con las que expresaron lo felices que estaban por dar este paso. Fuentes cercanas a la pareja aseguran que la fecha fijada desde el principio, el próximo 17 de junio, sigue marcada en rojo en sus calendarios. Habrá que esperar confirmación del que será el enlace del año.