Andalucía

Imperios y disoluciones por José María Marco

La Razón
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La rebelión de los gobiernos de Cataluña y Andalucía, bien aireada por la Prensa extranjera, contribuye a explicar bastantes cosas de las que nos están pasando. Un dato interesante es que, de los dos gobiernos autonómicos que se niegan a aplicar la disciplina presupuestaria, uno es nacionalista y el otro socialista. Si el PP hubiera ganado las elecciones andaluzas, la situación sería distinta, y quizás nos conduciría a una conclusión errónea. Es más ajustado a la verdad decir que el Partido Socialista, que es uno de los dos partidos nacionales de gobierno, comparte con los nacionalistas la idea de que la nación española puede ser objeto de negociación y no merece una estrategia de consenso. Charles Hill es un diplomático y profesor en la Universidad de Yale que conoce bien algunas grandes tendencias políticas del mundo actual. En una entrevista reciente, declaraba que asistimos al resurgir de grandes naciones, como India, China, Rusia o Turquía (también podría ser España…), que organizan grandes esferas de influencia: en términos clásicos, estaríamos volviendo a un escenario imperial, donde algunas grandes potencias se disputarán la hegemonía.

Estados Unidos ha sido un «imperio» sin ambiciones territoriales que se ha esforzado desde la Segunda Guerra Mundial por garantizar el cumplimiento de ciertas reglas –los derechos humanos– que a su vez han animado la prosperidad y, en general, la vida civilizada y la libertad. Habrá que ver hasta qué punto el afán de seguir aplicando esos derechos, de una nueva forma, le lleva a abdicar de su ambición, como está ocurriendo ahora. La Unión Europea presenta un caso distinto. Los europeos nos embarcamos hace cincuenta años en un experimento que llevaba a la pérdida de soberanía de las naciones y a la creación de una gran potencia económica y política. Por ahora seguimos en mitad del camino. La crisis actual es, en parte, consecuencia de no tener claro el modelo final y de andar preguntándonos si debemos seguir avanzando en la integración o concebirla de otra manera.

En España estamos en una situación especial. La disolución de la nación se ha hecho por arriba, hacia la Unión Europea, pero también hacia abajo. Así, se ha creado un sistema autonómico que alienta la desconfianza hacia la nación, considerada algo postizo y retrógrado, y una idea del Estado –del Estado español– que hace de él un simple almacén de bienes mostrencos a disposición de quien quiera pillarlos. En este punto los socialistas han coincidido, y siguen coincidiendo, con los nacionalistas. Si el resto de los europeos confían poco en ellos mismos, menos aún confiarán en quienes están, como estamos los españoles, en medio no ya de uno sino de dos procesos de disolución.