
Economía
BBVA-Sabadell: solo son negocios y algo personal
Carlos Torres y su equipo están obligados a presentar una oferta de las que «no se pueden rechazar» si quieren que la opa tenga éxito

La opa, hostil todavía, del BBVA sobre el Banco Sabadell, llega a su recta final. Habrá vencedores y vencidos. Por una parte están Carlos Torres y Onur Genç, presidente y consejero delegado del BBVA. Por la otra, Josep Oliu y César González-Bueno, que desempeñan los mismos cargos en el Sabadell, y también sus respectivos equipos más directos. No serán los únicos afectados, pero sí los más notables.
«No es personal, solo son negocios», puso Mario Puzo (1920-1999) en boca de Vito Corleone, el mafioso protagonista de su novela El Padrino, que Francis Ford Coppola llevó al cine. El desenlace de la batalla BBVA-Sabadell también tendrá otros ganadores y perdedores. Son los accionistas de ambas entidades, aunque tendrá que transcurrir un tiempo, ocurra lo que ocurra, para saber si salen perjudicados o beneficiados.
Las fusiones bancarias –y las no bancarias– siempre han sido negocios, pero también –y a veces en primer lugar– algo personal de los responsables y/o propietarios de las entidades. En España y en todas partes. Además, hay casos en los que se mezclan factores políticos y, sobre todo, nacionalistas.
Los promotores de las opas y de las operaciones de concentración siempre esgrimen razones económicas para plantearlas, adornadas con promesas de beneficios importantes para los accionistas. Nadie lo duda. Sin embargo, las ambiciones personales o la búsqueda de una vía para superar problemas suelen ser más importantes.
Fue lo que ocurrió con la primera gran opa de la democracia, la que en 1987 lanzó el Banco de Bilbao (BB) sobre Banesto. José Ángel Sánchez Asiaín (1929-2016) quería –y en parte lo hizo– liderar la modernización de la banca española. Aquella opa, que devino en hostil como la del BBVA sobre el Sabadell, fracasó. El BB tuvo que fusionarse con el Banco Vizcaya (BV), algo que en un par de años, por un problema de reparto de poder, le costó el puesto al propio Sánchez Asiaín. Los números importaban, pero hasta cierto punto, porque los bancos Bilbao y Vizcaya aplicaron grandes dosis de ingeniería financiera para que la valoración de ambas entidades fuera igual y fusionarse en términos paritarios.
Las opas hostiles se ganan, sobre todo, con dinero. El mercado está pendiente de cuánto subirá su oferta el BBVA en el último momento, porque ahora si los accionistas del Sabadell acuden a la opa perderían dinero.
Carlos Torres y Onur Genç no perderán ahora sus puestos si fracasan, pero su futuro se complicará. Es inevitable, pero es personal. Por eso necesitan subir y subirán la oferta.
Josep Oliu y César González-Bueno saben que tendrán que hacer las maletas si los accionistas del Sabadell venden. Hasta ahora han sido más hábiles que sus adversarios, pero no es definitivo.
Los responsables del Sabadell dieron dos golpes de efecto notables: devolvieron la sede del banco a su lugar de fundación, Sabadell, y han vendido la filial británica TSB –al Santander que preside Ana Botín, por cierto–, lo que les permite prometer un dividendo extra de cincuenta céntimos, que sus accionistas cobrarán, si no venden al BB VA, en la primavera próxima.
El Sabadell tiene, sobre todo, dos tipos de accionistas: grandes fondos de inversión y unas familias mexicanas, que controlarían un 30% del capital de la entidad. Son inversores y accionistas profesionales, que buscan beneficio presente y futuro. Por otra parte están los accionistas minoritarios, en teoría unos 200.000 –aunque la cifra es una estimación, como el que posean el 49% del capital–, muchos de ellos pequeños ahorradores vinculados a la entidad a veces desde hace años y por tradición familiar, que también quieren beneficios, pero sensibles a argumentos sentimentales como la catalanidad del banco.
Los primeros no dudarán en aceptar una oferta irresistible; los segundos, lo tienen menos claro, pero si hay mucho a ganar, «pájaro en mano», lo pensarán.
El Sabadell promete 6.300 millones en dividendos entre 2025 y 2025. El BBVA, 36.000 millones en los próximos cuatro años. Todo depende de la oferta.
Torres y Genç no desvelarán sus bazas hasta el último minuto, por supuesto, mientras trabajan, como sus adversarios, en convencer a los grandes fondos de inversión. Se juegan sus futuros personales, prestigio incluido.
El BBVA podría incluso adelantar los cincuenta céntimos del dividendo por la venta del Sabadell de TSB, porque si se queda con el banco será quien reciba ese dinero. Haría falta algo de ingeniería financiera, pero es posible.
Si la opa fracasa, los gurús hablan de que el BBVA estaría en el punto de mira de Ana Botín, para que se lo quede el Santander. Negocios y asuntos personales. La presidenta del banco de origen cántabro culminaría una gran operación, a la altura o quizá superior a las que hizo su padre, Emilio Botín (1934-2014), que transformó un banco poco más que provincial en unas de las primeras entidades europeas.
Oliu y González-Bueno, si logran que la opa fracase, se apuntarán un éxito pero, sobre todo, habrán ganado tiempo. El Sabadell puede mantener su independencia, pero tampoco hay nada seguro y el Banco Central Europeo insiste en promover fusiones –por ahora sin éxito–sobre todo transnacionales.
No obstante, todo depende de una oferta del BBVA que no se pueda rechazar. Al fin y al cabo, son solo negocios y también asuntos personales...
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