
Fracaso
Chile culmina su viaje a ninguna parte: Boric pone fin a su proceso refundacional
Cuatro años y cinco votaciones después del estallido social de 2019, el país aparca el proyecto de aprobar una nueva Constitución

El pasado domingo Chile volvió a decir no al proyecto de Constitución que fueron capaces de ofrecerle sus políticos. El proyecto, elaborado por un Consejo Constitucional de mayoría conservadora, fue rechazado por un 55% de los votantes y supone el punto final al viaje iniciado en 2019, cuando las protestas masivas en Santiago de Chile pusieron contra las cuerdas al gobierno de Sebastián Piñera y llevaron a un proceso encaminado a encontrar un texto constitucional que reemplazara al actual, aprobado en 1980 bajo el régimen militar del general Augusto Pinochet pero ampliamente reformado.
Cuatro años después y cinco votaciones después, con el país polarizado y hastiado del debate constitucional sin fin, el presidente Gabriel Boric, uno de los dirigentes estudiantiles que se manifestaban en 2019 por una nueva Carta Magna, dio por cerrado definitivamente el intento. “El proceso constituyente se cierra acá”, proclamó Boric en un mensaje televisado a la nación. “Ahora las prioridades son otras”, concluyó el mandatario, tratando de sintonizar con un electorado aburrido de una cuestión que se ha revelado insoluble.
Boric emergió en la política chilena como uno de los líderes de un movimiento eminentemente juvenil que reclamaba cambios en la estructura política y social del país, con especial énfasis en la mejora de servicios públicos como la salud, la educación y las pensiones, y la aprobación de una nueva carta magna virada a su izquierda fue su bandera inicial. El fracaso definitivo lo es también del joven presidente, que, sin embargo, puede consolarse con que no es el único derrotado.
El Partido Republicano, del ultraderechista José Antonio Kast, que aparece como el gran rival de Boric en el momento actual, tampoco tiene mucho que celebrar. Tenía la mayoría de representantes en el Consejo Constitucional que elaboró el último texto y el rechazo de los votantes fue una cura de humildad y una advertencia para un dirigente que acarició la presidencia en las últimas elecciones y aún sueña con ella. “Reconocemos la derrota con claridad y humildad”, dijo Kast. También los republicanos de Kast y el resto de la derecha chilena abogan por desistir de la búsqueda de una nueva Constitución.
El del domingo fue el último de los movimientos pendulares en torno al pleito constitucional. Cuando en 2019, las calles de Santiago ardieron y resonaban en ellas los gritos de miles de chilenos indignados con las deficiencias de los servicios públicos en uno de los países más prósperos de América Latina, obligando a Piñera a abrir el melón de la nueva Constitución nadie podría imaginarse el desenlace que finalmente ha tenido el proceso.
Los chilenos votaron inicialmente a una Convención Constitucional que, dominada por la izquierda, presentó un proyecto presentado como vanguardista por sus promotores y radical por sus detractores. Ese primer proyecto fue rechazado por una mayoría de chilenos en el primer plebiscito de septiembre. La frustrada Constitución establecía a Chile como una república plurinacional y reconocía derechos y competencias a los pueblos indígenas que provocaron la alarma en amplias capas de la población. Los escándalos que salpicaron el debate en torno al texto y a algunos de los diputados constituyentes no ayudaron a convencer a los votantes. Fue el primer llamado a la moderación de los chilenos a su clase política.
Después, cuando la opinión pública parecía girar hacia otras prioridades, como la creciente inseguridad en el país, y cada vez más voces abogando por simplificar el procedimiento de aprobación de la nueva Constitución, los chilenos eligieron un Consejo Constitucional mucho más reducido que debería alumbrar un segundo proyecto.
Obra de la derecha dominada por Kast y sus republicanos, como pronosticaban las encuestas, también este texto fue rechazado. El proyecto abría la puerta a revisar la despenalización del aborto y fue presentado por las fuerzas de izquierda que apoyan al Gobierno como un retroceso para las libertades de los chilenos.
A la espera de que los sociólogos analicen el mensaje de las urnas, parece haber quedado claro que la mayoría de chilenos se ubica en espacios más centrados que los extremos por los que transitan sus políticos. “Los resultados de ambos procesos terminaron por ser más radicales de lo que Chile estaba dispuesto a aceptar”, comentó Claudia Heiss, politóloga de la Universidad de Chile. “La clase política necesita encontrar una manera más humilde e inclusiva para todo el mundo”, indicó la experta.
Solo el tiempo dirá si los políticos sacarán las conclusiones adecuadas de un proceso fallido que ha dejado un Chile más cansado, dividido y con la misma Constitución que se quería sustituir. Muchos se preguntan si hacían falta tantas alforjas para semejante viaje. El sueño de la nueva Constitución terminó en gran decepción nacional y Gobierno y oposición se enfrentan ahora al reto de solucionar los problemas que angustian a los chilenos, como la delincuencia y la falta de equidad de su modelo económico, si quieren recuperar su confianza.
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