Crisis política

Quién es el coronel Michael Randrianirina, el nuevo hombre fuerte de Madagascar

Asumió el timón de Madagascar tras la caída de Andry Rajoelina y promete una transición de 18 a 24 meses antes de devolver el país a las urnas

Michael Randrianirina, nuevo hombre fuerte de Madagascar
Madagascar ProtestsASSOCIATED PRESSAgencia AP

Formado en la Academia Militar de Antsirabe, Michael Randrianirina fue gobernador de Androy (región al sur del país) entre 2016 y 2018. Más tarde estuvo al cargo de un batallón de infantería en Toliara (al suroeste del país) y, ya en 2022, ascendió en el escalafón del Cuerpo Administrativo y de los Servicios Técnicos de las Fuerzas Armadas (CAPSAT). El CAPSAT se considera una de las unidades más poderosas dentro del ejército malgache, encargada de su gestión logística y administrativa. Su rol cabalga entre lo militar y lo político, y prueba de ello fue su participación en el golpe de Estado de 2009, que dio el poder a Rajoelina; y nuevamente en el de 2025, que ha expulsado a Rajoelina del poder para concedérselo a Randrianirina.

El nuevo líder malgache fue arrestado en noviembre de 2023 por “instigación a un motín”, aunque terminó siendo liberado con una condena suspendida y volvió al servicio activo sin mayores incidentes. El estrellato de su carrera, sin embargo, llegó este mes de octubre. Durante las protestas acontecidas contra los cortes de luz y agua en el país, se dirigió a las fuerzas de seguridad malgaches para pedirles que no dispararan contra la población, tal y como había solicitado el anterior presidente. Horas después de su declaración, una buena parte de las fuerzas de seguridad dio la espalda al Andry Rajoelina. Tras la huida de Rajoelina, Randrianirina anunció que asumía la presidencia de manera interina y que daba comienzo una transición de 18 a 24 meses hasta las elecciones.

Su núcleo duro

El poder del nuevo líder descansa en una arquitectura de seguridad que se desarrolló, casi sobre la marcha, en los últimos días. Primero, el general Démosthène Pikulas fue instalado como jefe del Estado Mayor. Su papel principal consiste en asegurar la disciplina de la tropa y reafirmar la cadena de mando en un momento en que cualquier fisura entre unidades podría encender la mecha de una guerra civil. Si Randrianirina necesita que el Ejército funcione como un reloj, podría decirse que Pikulas es el relojero.

La Gendarmería Nacional abarca con sus efectivos la totalidad del territorio nacional y se supone la llave del orden público fuera de la capital. Quedó en manos del general Nonos Mbina Mamelison. Su alineamiento con Randrianirina explica, en buena medida, que no se hayan visto choques abiertos entre la gendarmería y otros cuerpos del ejército en las últimas semanas. La Policía Nacional se encuentra ahora bajo control del comisario divisional Ravony Jean Victor Tsaramonina, quien prometió “servir de escudo al pueblo” en su toma de posesión. En su conjunto, el ejército, la gendarmería y policía forman un triángulo de control que concentra el poder malgache en tiempos de incertidumbre, pero también carga con la responsabilidad de que la transición no escale en un conflicto de mayor envergadura.

¿Tiene conexiones extranjeras? ¿Y qué piensa de Francia?

No hay pruebas públicas de alianzas exteriores de Randrianirina. Ni formación específica en otros países, ni asesorías extranjeras a su nombre, ni financiación política conocida. Su ascenso se explica, en definitiva, con dinámicas internas. Su posición en el CAPSAT, el desgaste continuado de Rajoelina, el estallido de las protestas y el realineamiento de los altos mandos sumaron un cúmulo de situaciones que devinieron con el coronel en la cúspide del poder. Sus discursos no destacan necesariamente por su retórica opuesta a Francia u Occidente, ni ha mostrado una cercanía inicial por Moscú o Pekín. Al contrario: ha evitado definiciones tajantes y parece ser consciente de que el futuro del país depende de una cooperación entre Estados y de evitar cualquier gesto brusco, cuyo costo económico podría resultar devastador.

París sigue siendo una sombra habitual en la política malgache. Hasta ahora, tal y como se dijo, Randrianirina no ha utilizado un discurso de ruptura. Pero sí ha marcado distancia con la vieja élite política, al acusarla de corrupta en diversas ocasiones. La brújula diplomática del nuevo gobierno malgache se leerá en los nombramientos de los próximos días y en su relación con los organismos regionales tras la reciente suspensión de Madagascar de la Unión Africana.

Qué ha dicho en los últimos días

Tras anunciar su nueva posición como presidente, añadió que el nuevo gobierno militar administrara el país entre 18 meses y dos años, antes de devolver el poder a las urnas. Insistió en que “debe haber una toma de juramento” para formalizar su condición y confirmó que “el ejército ha tomado el poder” y que todas las instituciones quedaban disueltas salvo la Asamblea Nacional. Anunció una investidura inmediata y fijó la ceremonia para el 17 de octubre. A pie de calle, su mensaje original (“no disparen contra el pueblo”) ha sobrevivido como un mantra popular que sirvió de toma de contacto con los manifestantes.

Fortalezas y riesgos

La mayor fortaleza de Randrianirina es la coherencia operativa que ha creado mediante su trípode de seguridad (ejército, gendarmería, policía). Su experiencia en CAPSAT le otorga además autoridad y mando sobre las palancas logísticas que permiten a la isla funcionar, desde el reparto de combustible y suministros militares hasta el pago de las nóminas públicas. Además, supo leer desde el primer momento el clima social que derivaría en la expulsión de Rajoelina y su ascenso al poder. Su llamado a no disparar contra civiles encajó con el hartazgo ciudadano y le otorgó una legitimización inicial que se ha probado indispensable.

Pero también hay riesgos que asoman por el horizonte. La suspensión de contrapesos civiles y el traspaso de un mando en apariencia exclusivo a las manos de los militares abren la puerta a una captura del Estado sin límites aclarados. La sanción anunciada por la Unión Africana y la desconfianza que pueda despertar el cambio de poderes entre los socios internacionales pueden traducirse en carestía de recursos cuando más se necesitan. Además, la coalición que sostiene el nuevo gobierno se basa en la obediencia como sostén; si la economía no mejora, la calle puede girar en su contra con la misma rapidez con que lo encumbró. Una posibilidad que también abriría la puerta a escisiones dentro de su triángulo ejército-gendarmería-policía.

La biografía de Randrianirina no tiene ningún escándalo, pero su discurso anticorrupción puede diluirse si no realiza una limpia temprana de aquello que critica el pueblo.

Lo que viene ahora

La transición se jugará en tres frentes: instituciones, economía y legitimidad. En el primero, Randrianirina necesita un armazón civil visible: un gabinete con perfiles no militares que permita la puesta en marcha de un calendario concreto (reforma electoral, fecha de elecciones). La cifra de “18–24 meses” no debería mantenerse de forma indefinida.

En lo económico queda mucho trabajo. Los cortes de luz y de agua fueron los motivos que activaron las protestas contra Rajoelina en un primer lugar. Se le suman los precios de combustible y el sostén de los salarios. Que escoja entre la tentación de “parchear” la compañía eléctrica nacional (JIRAMA), actualmente en quiebra, o posponer los cambios estructurales que realmente solucionarán sus problemas a largo plazo será representativo. Pondrá de manifiesto hasta qué punto está el nuevo líder malgache afianzado en el poder que cuenta de verdad, el poder de las instituciones. Se debe prestar además mucha atención al apoyo que reciba por parte de instituciones clave, tales y como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.

La legitimidad no se consigue en un día y luego se manda a descansar. Al contrario. Se construye con garantías sostenibles y con las medidas de transparencia que ansían los jóvenes malgaches. Si en las próximas semanas se anuncian decretos que restituyan servicios básicos, ofrezcan fechas claras para sus objetivos y cumplan con las expectativas populares, podrá decirse que la transición habrá empezado “de verdad”. Si dominan los toques de queda, los nombramientos endogámicos y las excusas baratas para estirar el calendario del poder, el crédito político (y el sueño que lo acompaña) se agotará con rapidez.