
Inflación
El Gordo de Navidad más caro: ¿es posible una subida del precio del décimo?
Cómo afectaría una subida a la tradición navideña

Desde 2002, el precio del décimo de la Lotería de Navidad se mantiene en 20 euros. En ese tiempo, España ha cambiado de moneda, ha pasado por una crisis financiera, una pandemia y una inflación acumulada de más del 60%.
Mientras el coste de la vida subía, el precio del sorteo más emblemático del país se quedó igual.
El malestar de los loteros
Las asociaciones de administraciones de lotería llevan años reclamando una revisión del precio. Alegan que las comisiones no cubren los costes reales de mantener un negocio presencial. Alquileres más altos, gastos energéticos y competencia digital.
Muchos vendedores sostienen que, con el margen actual, vender lotería apenas deja beneficio y que el sistema solo se mantiene por tradición y fidelidad de los clientes. De ahí que haya tomado fuerza la propuesta de subir el décimo a 25 euros.
El argumento económico
Si el precio hubiera seguido la evolución del IPC, hoy un décimo debería rondar los 32 euros para conservar el mismo valor que en 2002. Bajo ese prisma, una subida hasta 25 euros no compensaría toda la inflación, pero sí aliviaría parte del desfase.
Además, permitiría aumentar ligeramente la masa de premios y la comisión de los vendedores sin alterar el equilibrio financiero del sorteo. El problema no está en las cifras, sino en la percepción pública.

Tradición frente a cambio
El sorteo de Navidad no es un producto cualquiera, es un símbolo emocional, una costumbre nacional. Cambiar su precio implica tocar un elemento que para mucha gente es sagrado de las fiestas.
Una subida podría interpretarse como una una medida impopular para el público seguidor de esta tradición. El reto del Gobierno y de Loterías del Estado sería comunicar que el ajuste responde a criterios económicos.
Lo que podría venir
La medida requeriría consenso entre las asociaciones de loteros y la administración pública, y debería acompañarse de una revisión proporcional de premios y comisiones.
Si se logra un equilibrio justo, la subida podría percibirse como una modernización necesaria de un modelo anclado en el pasado. Si se gestiona mal, se convertiría en un debate nacional sobre si la suerte también se ha encarecido.
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