Francisco Nieva

Divagaciones

Actualmente me distraigo viendo en el ordenador cine malo y antiguo, cine español vergonzoso, cutre y cursi. También es fama que Bertolt Brecht hacía lo mismo con el teatro. Los malos espectáculos le motivaban. Y, en verdad, orientan muy bien sobre aquello que no se debe ni se puede hacer. Esta vez han sido mis víctimas dos películas españolas detestables, «La reina mora», del año 35, y «Nobleza baturra», ya próxima a la muerte de Franco. Su director, Juan de Orduña, era muy del sistema, muy oportunista y aprovechado y dotado de un mal gusto ejemplar. En esta cinta hace un panegírico de la Jota aragonesa y del Ebro famoso.

La Jota parece que es el verdadero himno nacional. La copla central de la jota ha sido un tema de composición a nivel internacional. Chabrier, Debussy y Ravel lograron bellas variaciones de su sentido e intenciones, que celebraban a España y al heroico Aragón durante la Guerra de la Independencia. Un homenaje musical a España, que tenía en cuenta a la Jota alegre, melancólica y desafiante. Un ejemplo caliente es la rapsodia «España», de Emmanuel Chabrier, que desfondaba pianos tocándola furiosamente. Aquel tema ya se ha vuelto un tópico musical y detestable para muchos. Orduña, en su mala película, nos jotea a más y mejor, agresiva y repetidamente, hasta volverla una antipática muestra de ordinariez ibérica, verbenera, dominguera y acanallada.

Una cosa que me escandaliza es una letra sin sentido alguno, modelo de monstruo musical, sin ninguna coherencia y aureolada de estupidez:

Va delante de su madre

Ole ahí

La chica cuando va a misa

Ole ole carretero

Qué jaleo lleva el tren

va delante de su madre

Ole ahí

Paice un ramico de albaca

Ole ole, carretero,

Qué jaleo lleva el tren

Que lo contonea el aire

Ole ahí

Que lo contonea el aire,

Ole ole carretero,

Qué jaleo lleva el tren,

La chica cuando va a misa,

Ole ahí.

¡Valiente tontería, cantada con el énfasis de un «Adiós a la vida».

La interpretación actoral es también un modelo de convencionalismo con acento baturro, con mucho mañico y mañica y mucho palique en aragonés, mucha rondalla y guitarreo.

A eso de la medianoche

dicen que han visto saltar

a un hombre por la ventana

de María del Pilar.

Ya sabemos el cuento. Qué latazo mayúsculo repetido hasta la saciedad.

No es mucho mejor «La reina mora». Ardavín también hace un alarde de mal gusto menestral y zarzuelero, aunque la música del maestro Serrano no sea tan mala y acierta en algunas melodías emblemáticas.

Copitas de plata

quisiera tener...

Sólo algunas coplas de los presidiarios llaman mi atención.

Me llevaron los guardias

porque soy tonto y me gusta lo ajeno

más que lo propio.

Mi papá fue cuatrero,

mi mamá, sajorí,

y mi hermana una cosa

que no quiero desir.

La supuesta gracia de Los Quintero no aparece por ninguna parte y es, finalmente, la película más sombrona del cine español, ejemplo de lo rancio y lo ridículo. Un emblemático tostón.

El peor cine español siempre adolece de lo mismo: un populismo sentimental que busca el halago a una mayoría que le pueda beneficiar económicamente. A veces, una mayoría provincial. Una exaltación localista, de escasa proyección artística. Una exaltación de lo vulgar, que roza lo esperpéntico involuntario, sin intención, patriotismo barato, folclorismo pueblerino y banal, y lo insustancial democrático, la españolada oportunista y la falta de racionalidad fílmica de resonancia universal, una rancia pedantería con aires de superioridad, un homenaje a la vulgaridad.

No quiero hacerme enemigos divagando sobre una reciente producción, por demás exitosa y premiada. Yo la encuentro ofensiva para mi sentido estético, una película fallida, que anda en boca de todos. Una equivocación nacional. Una deshonesta exhibición en calzoncillos. El cine de la crisis y la corrupción. Adivínelo el lector.