Inteligencia emocional

Daniel Goleman, psicólogo y autor de Inteligencia emocional: "El ensimismamiento, en todas sus formas, mata la empatía"

En plena era de notificaciones y ruido, Daniel Goleman vuelve a lo esencial: entrenar atención, autoconsciencia y empatía

Daniel Goleman, psicólogo y autor de Inteligencia emocional: "El ensimismamiento, en todas sus formas, mata la empatía"
Daniel Goleman, psicólogo y autor de Inteligencia emocional: "El ensimismamiento, en todas sus formas, mata la empatía"@danielgoleman_

La idea de que el éxito depende solo del coeficiente intelectual quedó vieja hace décadas. Desde que Daniel Goleman popularizó la inteligencia emocional en los 90, empresas, escuelas y equipos de alto rendimiento han replanteado cómo se lidera, se aprende y se convive. Su tesis central sigue vigente: entender y gestionar lo que sentimos -y lo que sienten los demás- es una ventaja competitiva y, sobre todo, una forma más humana de estar en el mundo.

En un momento de distracciones constantes y conversaciones crispadas, su mensaje recupera relevancia. Hablar de inteligencia emocional no es hablar de "buenismo", sino de habilidades que se pueden entrenar que mejoran resultados concretos: menor rotación en equipos, menos conflictos improductivos, decisiones más claras bajo presión y relaciones personales más estables.

Qué entiende Goleman por inteligencia emocional (y por qué importa ahora)

Para Goleman, la inteligencia emocional es la intersección entre autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidad social. No se trata de "reprimir" emociones, sino de reconocerlas a tiempo, darles un curso útil y leer con precisión las señales ajenas. En la práctica, esto se traduce en líderes que escuchan antes de responder, docentes que reducen la ansiedad en aula, sanitarios que sostienen la calma en guardias saturadas y familias que desaceleran antes del estallido.

Las cinco competencias, en la vida real

Goleman describe un marco sencillo: conocerse (autoconciencia), gestionarse (autorregulación), orientarse a metas con sentido (motivación), comprender al otro más allá de las palabras (empatía) y convertir todo lo anterior en interacción efectiva (habilidades sociales). En el día a día, esto suena así: detectar el primer indicio de irritación antes del correo en mayúsculas, pedir una pausa cuando sube la intensidad, sostener una conversación difícil sin humillar; alinear expectativas y dar feedback que mejora, no que castiga.

Cómo se entrena (sin manuales infinitos)

La mejora no viene de un taller esporádico, sino de hábitos sostenidos. Goleman insiste en la práctica deliberada, registrar emociones brevemente al final del día, respirar y etiquetar. Pedir contexto antes de interpretar un gesto, abrir las reuniones con objetivos claros y un minuto de silencio para alinear foco, cerrar con acuerdos y responsables. Son gestos pequeños que, repetidos, reconfiguran respuestas automáticas.

La advertencia de Goleman para la era de la distracción

El mayor riesgo actual no es la emoción en sí, sino la inercia del ensimismamiento: quedar atrapados en nuestra narrativa y perder la perspectiva del otro. De ahí su sentencia más citada: "El ensimismamiento, en todas sus formas, mata la empatía".

Por qué seguir leyéndolo (y aplicándolo)

Goleman no propone recetas mágicas, propone disciplina emocional. En un mercado que premia la rapidez y una cultura que confunde intensidad con claridad, cultivar atención, autocontrol y empatía es una forma de liderazgo -también en casa- que reduce fricción y multiplica resultados. La inteligencia emocional no sustituye al talento técnico: lo hace transferible, sostenible y, sobre todo, humano.