El castillo árabe rodeado de misterios y que sobrevive a los buscadores de tesoros

Castilla-La Mancha, la región central de España, es conocida por su rica historia, sus impresionantes paisajes y una cultura vibrante que ha dejado una huella indeleble en el corazón del país. En esta tierra de molinos de viento, viñedos y castillos, se encuentran algunos de los destinos preferidos de los turistas como Toledo o Cuenca, pero existen muchos otros lugares con un gran encanto y que sorprenden al viajero que decide acercarse hasta ellos. Las tierras de Don Quijote son mucho más que molinos de viento de Consuegra y así lo demuestran lugares como Almagro, lugar imperdible para los amantes del teatro y la historia, Valdepeñas y sus excelentes caldos, la historia medieval que rezuma por las calles de Sigüenza o la belleza de entornos naturales como el Parque Nacional de Cabañeros o las lagunas de Ruidera.

Pero existen otros lugares que combinan su impresionante pasado, la naturaleza e incluso la salud. Es el caso de Beteta, una de las puertas del Parque Natural del Alto Tajo, un oasis en los días de mayor calor a pesar de encontrarse en el corazón de Cuenca.

Ubicado en la hoz de Beteta, con apenas 250 habitantes y ubicado a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar, el municipio es el lugar ideal para pasar unos días de descanso. Un impresionante castillo, la plaza mayor, la ermita de la Virgen de la Rosa del siglo XVII. El pueblo fue considerado uno de los más importantes de la zona durante la Edad Media "al ser una zona rica en pastos", afirman. A mediados del siglo XIX, durante la primera guerra carlista, Beteta fue considerada como un importante punto estratégico. Fue en ese momento cuando se decidió restaurar el castillo, reforzando sus defensas y acondicionando las dependencias interiores.

El patrimonio histórico y artístico de Beteta está presente en varias edificaciones como la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción o la Plaza Mayor con sus balconadas porticadas. Pero por encima de todos, destaca el castillo de Rochafrida, un lugar que parece sacado de un cuento de hadas y que transporta al viajero a una época medieval llena de caballeros, intrigas y misterios.

El castillo de Rochafrida se alza majestuosamente en una colina rocosa, ofreciendo unas vistas impresionantes de los alrededores que custodiaba hace siglos. Su origen se remonta a la época romana, cuando se utilizaba como puesto de vigilancia de la Vía Augusta, una importante ruta que conectaba Roma con Hispania. Sin embargo, su momento de mayor esplendor se produjo en la Edad Media, cuando se convirtió en una fortaleza estratégica en la frontera entre los reinos de Castilla y Aragón.

Este castillo, construido en estilo románico-mudéjar, presenta una arquitectura única que combina elementos de diferentes épocas: Gruesos muros de piedra, torres defensivas y una entrada flanqueada por dos torres cilíndricas. Estas torres eran esenciales para la defensa y permitían vigilar todos los alrededores para detectar posibles amenazas y anticiparse a ellas.

La de Beteta es una de las pocas fortalezas que en la provincia de Cuenca tienen nombre propio y en sus mejores momentos, ocupó por completo el escarpe rocoso donde sobreviven los escasos restos que han podido llegar hasta nosotros, tras haberse arruinado velozmente después de haber prestado sus últimos servicios, durante las guerras carlistas.

Como suele ocurrir con castillos medievales, el Rochafrida también está rodeado de leyendas y misterios. Se dice que en su interior se encuentra escondido un tesoro, una historia que ha atraído a buscadores de tesoros durante siglos. Aunque no se ha encontrado evidencia alguna, el aura de misterio sigue siendo parte importante de su atractivo.

Hoy en día, el castillo es accesible para el público. Los visitantes pueden explorar sus pasillos, subir a las torres y maravillarse con las vistas panorámicas que ofrecen. También es un lugar popular para eventos culturales y exposiciones que destacan la historia y la cultura de la región.

El municipio fue villa amurallada, pero de la que descendía hacia el pueblo quedan apenas unos fragmentos y la Puerta de la Cava conocida también como Arco del Postigo.

De regreso al pueblo, arte y belleza se conjugan en la colosal portada plateresca de la iglesia de Beteta, que fue levantada entre los siglos siglo XV y XVI, bajo inspiración gótica, que se aprecia en las naves interiores, con una hermosa portada plateresca cubierta por un arco escarzano con abundante decoración finalmente labrada. Es, desde luego, uno de los más bellos espacios artísticos que es posible encontrar por estos lugares.

A estos lugares se suma el atractivo del conjunto de tres lagunas, denominadas Grande, Pequeña y Ciega, de origen kárstico donde destaca la presencia de aguas salinas en sus capas más profundas y la presencia del nenúfar blanco, especie citada en la provincia de Cuenca exclusivamente en la laguna Grande y Pequeña de El Tobar.

Sin olvidar el Monumento Natural de La Hoz de Beteta de Sumidero de Matasnos. Un espacio incluido dentro de la Red de Áreas Protegidas de Castilla-La Mancha. El paso del río Guadiela ha ido labrando a lo largo de los tiempos uno de los cañones fluviales más espectaculares de la provincia, donde además encontramos verdaderas joyas de la flora eurosiberiana, como los tilares centenarios. que podemos observar en el paseo botánico de la Hoz de Beteta.

La Cueva de la Ramera es otro de los atractivos de la zona. De origen kárstico, se data su origen en la Edad de Bronce y es visitable.

Tampoco hay que dejar de lado el Real Sitio de Solán de Cabras, lugar que se popularizó en el siglo XVII por las propiedades medicinales de sus aguas, que hicieron que se construyera un balneario que ha llegado hasta nuestros días y donde Solán de Cabras obtiene el agua que luego comercializa.

Después de recorrer la zona, nada mejor para reponer fuerzas que una buena caldereta, el plato típico de la zona y tradicionalmente de pastores. Plato para entonar el cuerpo, porque a medida que avanza el día, las temperaturas comienzan a caer. Por eso, los vecinos preparan su postre típico y lo beben en porrón. El chapurreaú es una bebida a base de café, canela, azúcar y aguardiente que acompañan de unas exquisitas rosquillas.