Semana Santa
Zamora enmudece al paso del Cristo muerto para oír el Miserere con mascarilla
La procesión de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente saca con una cuidada estética a la talla de la primera mitad del siglo XVII
Zamora ha enmudecido esta madrugada al paso del Cristo muerto por los barrios bajos y el casco antiguo de la ciudad en un silencio que solo se ha roto tras dos horas de procesión en la plaza de Viriato por el más de un centenar de voces cofrades que han entonado, mascarilla en boca, el canto del Miserere.
La procesión de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente ha sacado con una cuidada estética a la talla de la primera mitad del siglo XVII de la que adopta el nombre la cofradía, a la que acompañan los hermanos vestidos con túnica y caperuz de estameña blanca con ribete y fajín morados.
El momento álgido del desfile se ha vivido en la parte final del itinerario, a la una de la madrugada, con el canto a capela del Miserere y el avance lento del Jesús Yacente portado a hombros por ocho penitentes mientras todos los cofrades le han hecho pasillo dispuestos alrededor de la Plaza de Viriato. ”Miserere mei Deus, secundum magnan misericordiam tuam et...”, las palabras en latín del antiguo Salmo 50 convertidas en canto gregoriano han roto el silencio de la noche para rogar piedad a Dios en la celebración del duelo por su muerte antes de la Resurrección.
Esas voces se han hecho aún más profundas en el ambiente al salir tras la mascarilla y estar arropadas por un desfile procesional de los más icónicos de Zamora por su recogimiento, su estética austera o detalles que rememoran la muerte de Jesús, como el sonido de las campanillas del viático o la exhibición de unos clavos plata y la corona de espinas.
El canto piadoso, del que es autor el padre José María Alcácer, se introdujo por primera vez a mediados del siglo XX y ha tenido tanta aceptación entre penitentes y público que se ha convertido en uno de los símbolos de la Semana Santa de Zamora, que está declarada de interés turístico internacional y Bien de Interés Cultural.
Este año, por primera vez, el emblemático canto del Miserere y el desfile han podido ser contemplados por personas con problemas de movilidad que padecen esclerosis múltiple desde la sede de la Diputación de Zamora en la plaza de Viriato, en una iniciativa para hacer accesible este acto a personas con discapacidad.
Entre los elementos más sobrecogedores de esta procesión zamorana han destacado las tres pesadas cruces de madera a tamaño real que son arrastradas por penitentes, dos de los cuales lo han hecho además descalzos.
Igualmente, zamoranos y visitantes han podido apreciar en este desfile que se celebra desde la postguerra cómo los cofrades portan un hachón con vela y llevan en los pies unas sandalias franciscanas sin calcetines, en el mejor de los casos, ya que muchos de ellos optan también por desfilar descalzos en señal de penitencia.
Tras dos años sin salir a las calles a causa del coronavirus, la procesión ha extremado este año las medidas de protección frente a la covid-19 y todos los cofrades, a pesar de llevar un largo caperuz de casi un metro que les cubre por completo el rostro, han salido con mascarilla, como lo han hecho también los integrantes del coro.
Además, el recorrido ha sido inédito para evitar algunas de las calles más estrechas del casco histórico de Zamora y por ello la procesión ha partido en esta ocasión de la iglesia de San Andrés, en vez de la de Santa María la Nueva, el templo románico en el que se guarda habitualmente el Jesús Yacente sacado en procesión.
El “Cinco de copas”
Pero la del Cristo Yacente no fue la única procesión de Zamora. El “cCinco de copas”, nombre con el que popularmente se conoce al paso de Jesús camino del calvario, se ha bailado esta madrugada al ritmo de la marcha fúnebre de Thalberg, por primera vez en la calle a la vista del público, en el acto que marca el inicio de la procesión más numerosa de Zamora.
El desfile de la cofradía de Jesús Nazareno, que se prolonga desde las cinco de la mañana hasta pasado el mediodía, ha tenido este año un arranque inédito en la historia de esta hermandad de la Semana Santa zamorana fundada a mediados del siglo XVII.
La procesión ha comenzado en la Plaza Mayor con el ritual baile de todos pasos al unísono, con el cinco de copas a la cabeza, que antes se hacía en la iglesia románica de San Juan de Puerta Nueva y que este año se ha trasladado al exterior por cuestiones de prevención sanitaria.
De ese comienzo tan especial de la Madrugada zamorana han sido testigos tanto los cofrades como el público que, en muchos casos sin dormir, ha esperado paciente al inicio de la procesión.Antes del baile, el capellán de la cofradía, José Francisco Matías, ha recordado los estragos que ha causado la covid-19, que ha dejado dos años sin procesión y ha motivado los cambios en el inicio de este desfile que cuenta con cerca de ocho hermanos inscritos en la cofradía.
El capellán ha lamentado secuelas de la pandemia como la falta de afectos, los desajustes psicológicos, “la miseria” a la que ha conducido a tantas familias y “los muertos que se ha llevado por delante”.
La procesión ha desfilado con once pasos que muestran distintas escenas de la Pasión y que cierra la Virgen de la Soledad. Entre todos ellos suman diez toneladas de peso que son soportadas por cofrades que los cargan a hombros desde el interior del paso y que llevan de media entre 20 y 31 kilos por cargador, excepto en el caso del paso titulado Redención, que es el único llevado con ruedas por ser el más pesado, con 1.300 kilos.
El arranque y las paradas de todos los pasos las han marcado en la procesión unas parejas de cofrades llamados merlús, uno provisto de corneta y otro de tambor, que realizan un toque característico para indicar el descanso.
Ese toque de merlú se ha utilizado también desde hora y media antes del desfile para recorrer distintos barrios de la ciudad y despertar con antelación suficiente a los penitentes.
Estos han vestido túnica de percal negro y caperuz romo del mismo color y han portado una pequeña cruz de madera sujetada con una mano y apoyada al hombro. Con la mano libre no han dudado, como es tradición, en repartir almendras garrapiñadas entre el público, principalmente entre familiares y conocidos que presencian la procesión.
El desfile hace una parada de media hora a mitad de camino, en la avenida de las Tres Cruces de Zamora, momento que muchos cofrades aprovechan para tomar un desayuno especial a base de sopas de ajo.
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