“La crónica francesa”: Wes Anderson antológico, Wes Anderson ontológico
El director texano estrena esta semana “La crónica francesa” (”The French Dispatch”) protagonizada por Lea Seydoux, Timothée Chalamet, Frances McDormand o Lyna Khoudri
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Tuvo que ser a principios del año pasado. Probablemente cuando más felices nos las prometíamos y una nueva edición del prestigioso Festival de Cannes se preparaba para que Wes Anderson volviera a deslumbrar al mundo con su precisión matemática y su narrativa aritmética. Y entonces, se cernió sobre nosotros la tragedia. Anderson, tan suyo como el que más y más autor que cualquiera que se considere propio, decidió no participar de la fiesta pasada por agua que organizó (como pudo) el certamen francés en 2020 y espero más de un año para que la película se pudiera ver, ahora sí con todas las de la ley (y la restricción pandémica) en la edición de 2021. El poder estelar de su nuevo filme no era para menos, y así Bill Murray, Tilda Swinton, Timothée Chalamet o el compositor Alexandre Desplat pudieron pasear con francófona elegancia sobre la alfombra roja de la Croisette y su “Promenade”.
El empeño del director de “El gran hotel Budapest”, “Isla de Perros” o “Moonrise Kingdom”, autoral y empecinado en la gran pantalla, también es el de su propio cine, ese que se mide en perpendiculares y asocia la improvisación con la procrastinación. Hijo de las medidas milimétricas de Jacques Tati y de la comedia que se trabaja desde la más absoluta anemia de cinismo, al estilo de François Truffaut, era obvio que en algún momento de su ilustre carrera el director texano tendería a mirarse al espejo. Ese es el ejercicio simpatético, y quizá también ontológico, de “La crónica francesa” (”The French Dispatch”) que llega a nuestros cines hoy y que, además de los ya citados, cuenta entre su elenco con Frances McDormand, Benicio del Toro, Lyna Khoudri o Léa Seydoux. Esta última, que no había trabajado previamente con el director, aborda su cine en entrevista con LA RAZÓN: “En la película se pueden apreciar muchas referencias. Está (Jacques) Tati, claro, pero también Truffaut o Godard. Wes ha estado siempre influenciado por esos directores y en esta película, en cierto modo, todo sale adelante a la vez. También es algo que me conecta con su cine, con lo francés de su cine, si se quiere decir así, o por ser un esteta. Es muy estiloso y cuidadoso con su trabajo. Y yo valoro mucho eso”, explica la actriz.
El sabor del periodismo añejo
Seydoux, que acaba de protagonizar también la última entrega de James Bond dándole una familia al personaje de Daniel Craig, confiesa sentirse “rara” por promocionar una película casi tres años después de haberse leído el guion por primera vez, pero entiende la pulsión cinematográfica casi obligatoria de su director: “Sí, si te soy completamente honesta es muy raro. Me siento rara haciéndolo. Filmamos “La Crónica Francesa” hace unos dos años, es una locura. Me siento rara pero para hacerle frente hay también una frase de Truffaut que me encantaría recordar para responderte: “La vida tiene más imaginación que nosotros mismos”. Así que, en cierta manera, es bastante cierto. ¿Quién se habría imaginado todo lo que ha ocurrido? Que esta película pueda salir en cines es muy importante, porque necesitamos que el cine y la audiencia vuelvan a encontrarse de nuevo”, añade.
Así, la película de Anderson ve la luz en un clima enrarecido y con los “blockbusters” volviendo junto a él a la cartelera, en lo que se antoja una analogía de su propio filme. “La crónica francesa”, o “The French Dispatch” en su inglés original, es una antología de historias breves en torno a la corresponsalía de un periódico estadounidense en Francia. Ante la muerte de su editor principal, interpretado con hieratismo por Bill Murray, la publicación prepara su última entrega antes del cierre, dando lugar al encuentro entre crónicas de viaje, reportajes sobre una revolución muy parecida a la de mayo de 1968 y hasta una negociación entre la policía y los jefes del hampa francés de provincias. Escrita junto a su colaborador habitual, Roman Coppola, la nueva película de Wes Anderson es quizá su primera obra irregular desde “Viaje a Darjeeling”, pero tildarla de “obra menor” por su ensimismamiento (veraz, pero habitual) parece una temeridad solo justificada en su calidad de carta de amor al periodismo viejo, ese que vendía más ejemplares pero se ahogaba en su precariedad emotiva.
La perfección como maldición
Habiendo alcanzado el estado de perfección absoluta en la dirección, Anderson parece haberse henchido de sí mismo en “La crónica francesa”, pero ello no es intrínsecamente malo ni va en contra de la película. Aunque sí quizá en la preparación de sus actores, tal y como confiesa una Léa Seydoux que no supo cómo se entrelazaban todas las historias de la película hasta que la vio terminada y proyectada: “No tuvimos acceso al guion completo, o a las otras historias antes de rodar, así que fue extraño. De hecho, las vi por primera vez ya en el cine, cuando pudimos ver la película con todo el equipo. Tenía una idea muy vaga de lo que iba a ser la película cuando nos disponíamos a rodar, pero poco a poco Wes (Anderson) nos fue explicando. Mi personaje me pareció complejo de construir, precisamente porque no decía mucho y tenía que estar atenta a las instrucciones de Wes (Anderson). Y claro, había que tirar de las expresiones faciales y del lenguaje corporal”, explica.
La actriz francesa, que entre el rodaje y el estreno ha rodado otros cuatro filmes y ha tenido tiempo de recuperarse de la COVID, interpreta en su historia a una carcelera a cargo de un pintor vanguardista, interpretado por Benicio del Toro y con el que vive una especie de “amor fou” en el que hay mucha comedia y ni una sola carcajada. ¿Fue complicado hacer comedia sin que ninguna situación sea cómica? La intérprete de “La vida de Adéle” responde: “No, en absoluto, porque Benicio (del Toro) siempre actúa de manera muy generosa con el resto de los compañeros, siempre dándote pie a una reacción obvia y no dejándote colgada. En esta película, claro, la comedia es más subyacente que explícita, algo que en mi personaje se deja claro. Protagoniza situaciones muy divertidas, pero jamás verás una sonrisa en su rostro. A pesar de su intención de mantenerse impertérrita, si da pie a situaciones muy divertidas, y eso me pareció muy interesante a la hora de abordarla”, remata.
Enamorado de sí mismo
Si la ontología estudia la entidad, lo que hace que “algo” sea “algo” y no “nada”, Wes Anderson traza la suya propia en “La crónica francesa”. Enamorado de sí mismo, quizá, pero irrenunciable en un séptimo arte en el que los autores escasean o se asustan de su propia sombra en cuanto no pueden programarse artísticamente para sobrevivir al “zeitgeist”, el director texano construye en su última película una especie de espejo definitivo sobre su obra. Si la espectacularidad arquitectónica de “El gran hotel Budapest” lo envolvía todo en una postal, la dimensión del nuevo filme nos recuerda más a una revista; si los diálogos resabidos de “Academia Rushmore” eran artificiales en una puesta en escena teatral por momentos, el monólogo de Jeffrey Wright al final de esta nueva producción es estrictamente teatral y convertida al lenguaje del cine; y si el espíritu adolescente de “Los Tenenbaums” llenaba la pantalla, el cinismo de McDormand aquí se contenta con llenar el corazón de su misma existencia como personaje.
El Wes Anderson antológico de “La crónica francesa” es también un Wes Anderson ontológico, preocupado ya en su madurez artística por el poso que deben dejar sus obras más que por apabullar como hasta hace unos años. Definitivamente en una nueva etapa como cineasta, y a la espera de que veamos su “Asteroid City” rodada en Chinchón, Anderson no evitará en su nueva película la etiqueta de “obra menor”, pero sabrá dejar claro que, en su filmografía, una obra menor es la joya y obra maestra de cualquier otro director contemporáneo.