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Los Reyes Católicos no eran fachas

La izquierda no gobierna, sino que transforma. Están en el poder para cambiar la realidad y el pasado en función de los parámetros de su ideología. Pasa con el gobierno nacional, y también con los autonómicos y municipales.
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Cuando Carmena estuvo en el Ayuntamiento de Madrid cometió la arbitrariedad, amparada por una Ley de partido, sectaria y de conflicto, de cambiar los nombres de las calles. Los informes técnicos dejaron mucho que desear, como en el caso de Millán Astray, cuyo nombre ha sido restablecido a donde se puso 12 años antes de la Guerra Civil. Tuvo que rectificarse. También ha ocurrido en Palma, cuando el alcalde quiso quitar las calles a los almirantes Gravina, Churruca y Cervera por franquistas antes de tiempo. Ya lo dijo Ada Colau: «El almirante Cervera era un facha», aunque el marino muriese en 1909 y no le diera tiempo a saber qué era eso del fascismo. Cambió al militar por Pepe Rubianes, aquel cómico que dijo aquello de «la unidad de España me suda la polla, que se metan España por el puto culo, a ver si les explota dentro». Qué gracia. No hay dudas de que si la frase se hubiera referido a Cataluña, Rubianes sería hoy otro facha y no tendría calle.
Ahora le toca a los Reyes Católicos. Un grupo vecinal del adinerado barrio de Sarriá se ha movilizado para quitar el nombre de los monarcas y poner el de una pedagoga «muy querida» en la zona. Colau ha aprovechado , para, sin consultar con nadie, cambiar el nombre. El motivo es que los Reyes Católicos eran unos fachas y no pegan con el sentir progresista y catalanista del vecindario.
Víctima de un atentado
No obstante, los Reyes Católicos tuvieron un apego muy señalado a Barcelona. Estuvieron dos meses en 1479, casi cinco en 1480 y otros seis en 1481, para luego, tras la guerra de Granada, volver en 1492. La ciudad de Barcelona solo tenía entonces unos 23.000 habitantes, menos que Toledo. Permanecieron en la ciudad catalana desde el 18 de octubre de 1492 hasta el 6 de septiembre de 1493. Y eso a pesar de que Fernando fue víctima de un atentado. Un campesino intentó matarlo en la escalinata del Palacio Real como última nota de la segunda guerra remensa, finalizada en 1485. Los barceloneses apedrearon y desmembraron al hombre por su atentado. Por lo demás, allí, en Barcelona, los Reyes Católicos recibieron a Colón tras el primer viaje en abril de 1493. No fue la última vez que estuvieron en Cataluña, ya que visitaron Tortosa, en enero de 1496, y de nuevo Barcelona en 1503, un año antes de la muerte de Isabel. Fueron muchos viajes a la ciudad como muestra de aprecio y respeto, inusuales para la época.
No obstante, el desprecio de la izquierda y de los nacionalistas a los Reyes Católicos no es nuevo. En los últimos años, la Fiesta de la Toma de Granada es criticada por el «nacionalismo andaluz» y los «antifascistas» por ser, dicen, un recuerdo «racista e imperialista» de un «genocidio». Pablo Iglesias llegó a afirmar que dicha Fiesta era propia de un «patrioterismo rancio, inculto y reaccionario», a pesar de que se siguió celebrando durante los años de la Segunda República. La ignorancia no exime el exabrupto.
La toma de Granada terminó una guerra iniciada en 1482. Los Reyes Católicos emprendieron, quizá, el primer conflicto moderno tanto por la composición de las fuerzas militares, profesionales y permanentes, incluyendo mercenarios ingleses, como por las técnicas de asedio y negociación. Este modelo basado en la unidad, modernidad y eficacia sirvió para la hegemonía española desde entonces. Al otro lado, el reino de Granada estaba en guerra civil por una cuestión dinástica. No hay que olvidar que las matanzas entre musulmanes provocaron la huida de muchos a Castilla.
La división del mundo musulmán y la superioridad del ejército cristiano –con tropas catalanas, por cierto– hicieron que las operaciones se limitaran, ya desde 1490, al asedio de la ciudad de Granada desde otra próxima, la de Santa Fe. Las negociaciones las condujo principalmente Gonzalo Fernández de Córdoba. Las condiciones negociadas para la rendición fueron el respeto al islam, la exención fiscal durante tres años y un perdón general por los crímenes de guerra. La negociación se hizo sin lucha. Cuatro días después de la entrega de Granada, el 6 de enero de 1492, los Reyes Católicos entraron en la ciudad. Atravesaron la Puerta de Elvira, una de las principales, acompañados del príncipe Juan, el heredero, y de un séquito de caballeros y clérigos. La mezquita de los cristianos conversos fue convertida en San Juan de los Reyes, e Isabel y Fernando se alojaron en el Palacio. La Toma de Granada tuvo un gran impacto. Con ella desapareció el último enclave musulmán peninsular y reforzó la unidad de las dos Coronas, convirtiendo a España en una potencia mundial, lo que benefició durante siglos a Cataluña. El final de la Reconquista y su nacimiento como momento fundacional fue «la clave de la Historia de España» para Claudio Sánchez-Albornoz. Pero qué iba a saber de la «alianza de civilizaciones» y el «multiculturalismo» aquel ilustre profesor del moderno medievalismo y republicano relevante.
La inspiración de Hitler
Quizá por eso, como recuerda el historiador Javier Santamarta en «Fake news del Imperio español» (2021), Carla Ponsatí, nacionalista catalana, expuso en el Parlamento europeo en febrero de 2020 que Hitler se había inspirado en los Reyes Católicos para el genocidio con el pueblo judío. En conclusión, Isabel y Fernando eran unos fascistas antes del fascismo; más claro, unos nacionalsocialistas. Es curioso tirar de ese hilo. Maquiavelo debió ser también fascista. Tuvo la ocurrencia de tomar a Fernando el Católico como modelo para su obra «El Príncipe». En consecuencia, todos los filósofos que adoptaron las enseñanzas de Maquiavelo, como el comunista Gramsci, asumieron las ideas franquistas mucho antes de Franco. Es decir, Maquiavelo, el padre de la ciencia política moderna, resulta que debe su fama a la admiración que sentía por un fascista «avant la lettre» como Fernando el Católico.
La izquierda también comparte la condena a la expulsión de los judíos en España y la comparación hitleriana. Sin embargo, a continuación, dejan ver un enorme antisemitismo y un repudio al Estado de Israel. Por ejemplo, el actual Gobierno de España ha pasado de aceptar todas las solicitudes de nacionalidad a los sefardíes a denegar más del 20% sin dar una explicación convincente. Todo por la presión de Podemos. A esto se ha unido que 58 municipios del PSOE, Podemos e IU se han declarado «Espacios Libres de Apartheid Israelí». La iniciativa, impulsada por la organización internacional izquierdista BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel) supone no contratar con empresas israelíes, no comprar ningún producto judío y exigir el reconocimiento de Palestina para poder acceder a un contrato público. En esto están Cádiz, Rivas Vaciamadrid, Gijón, Badalona o Alcoy. El ayuntamiento de Barcelona y las diputaciones de Sevilla y Valencia se han sumado a esa medida racista.
El caso es que estamos en los tiempos de la cultura de la cancelación, del derribo de estatuas por parte de ignorantes y en el tiempo de personas que quieren cambiar la Historia para que coincida con su ideología presente. Forma parte del negocio de algunos y de la mala política de otros.