Animales simbólicos y dónde encontrarlos
Ciervos, toros, sirenas o bisontes. Desde su origen, el hombre ha depositado en los animales o en los animales con características humanas una simbología cuyo significado a veces se pierde en el tiempo
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Hay una serie de elementos simbólicos de la historia mítica de España que funcionan como ideas motrices o metáforas para la antigüedad primordial del «país del fin del mundo» y sus fuerzas telúricas. A veces son analogías con elementos de la naturaleza, animal, vegetal o mineral, otras, comparaciones, símiles y metáforas que mucho tienen que ver con antiguas profesiones o destrezas y que pasan a simbolizar la tierra que habitamos, desde el mundo céltico al romano y de ahí al mundo preindoeuropeo o prehistórico. Entre los símbolos favoritos de todos los tiempos están los grandes animales simbólicos, que tienen la primacía desde la antigüedad en Iberia. Podemos recordar, para empezar, solo el ciervo, el caballo, el toro o la serpiente, que deberemos desarrollar en artículos sucesivos, por ser el tema prolijo en demasía.
Hoy me gustaría comenzar por constatar la antigua obsesión humana por los animales simbólicos, que ya se ve en las paredes rocosas del primer arte rupestre, como constata la fantástica cueva de Altamira, cuyas pinturas más antiguas podrían tener 30.000 años. Los animales representados son algo más que animales, son un repertorio de fuerzas motrices de la sociedad humana y denotan, como querría el sabio Georges Dumézil, una suerte de nietzscheana «ideología» arcaica que permite individuar las funciones de los miembros de la tribu. Sobre todo, «la violencia y lo sagrado», parafraseando a otro sabio francés, René Girard: es decir, el derramamiento de sangre en nombre de la tribu –la caza y la guerra– y el contacto con lo divino en su mediación –como el chamán o el sacerdote–, para todo lo cual nos ponemos desde antiguo máscaras. Con ellas nos representan los animales: toros primigenios como el del Altamira, caballos como los de El Boxu Askondo o Armintxe, ciervos rupestres como el pintado en la cueva de Las Chimeneas, en Cantabria, posiblemente del magdaleniense. En fin, nada como sumergirse en esos arcanos con el arte rupestre del Norte de España, que todavía nos sobrecoge.
Un paso más se da en el caso de los teriántropos, o híbridos entre hombre y animal. Hace 44.000 años los sapiens que habitaban en el sudeste asiático pintaron los primeros híbridos, unos hombres-ave que cazaban en los bosques de Indonesia. Hace 30.000 o 15.000 años empieza aparecer arte híbrido en Europa, como la estatua del hombre-león de Ulm, el hombre pájaro de Lascaux los gamos de Teyjat o el «brujo» con astas de ciervo de Trois Frères. Híbridos de la España paleolítica pueden ser el mono de la cueva de Hornos de Peña, los cabezudos de la cueva de Los Casares, los antropomorfos astados e itifálicos de la singular «capilla» altamirana.
No tardará mucho en aparecer la figura legendaria de la mujer en un contexto acuático maravilloso como el de las Cuevas de Karoo en Sudáfrica, sirenas «avant la lettre». Las funciones sacras femeninas se incorporan a esa figuración simbólica. Es larga la pervivencia y extensión de estos temas, desde el arte precolombino al bosquimano. En Nuevo México y Utah hay mujeres serpiente y en las pinturas de los indios pueblo la mujer araña es la gran madre. La mujer aparece como sacerdotisa o madre primordial en un viejo arquetipo que habla de estas uniones, como la de Pasifae y el toro en la mitología –que engendra el Minotauro– o bodas sagradas con animales que producen el animal simbólico.
En los mitos celtas, que aparecerán por el norte de España, –semejantes a los de las selkies o a historias de hadas como la de Melusina– lo característico suele ser la unión de mujeres-animales con humanos para procrear una gran familia, que llegará a ser famosa: en leyendas sobre sirenas gallegas o híbridos féericos cantábricos, se fundan celebradas dinastías medievales, a la manera de los Lusignan franceses y su hada Melusina o de la mujer Bisonte de los Lakotas.
El modelo es antiguo en el mito y el folklore. Mas, luego, la ruptura de un tabú –ver a la mujer en su verdadera naturaleza, deshacerse de su piel animal– conlleva el trágico final de la dinastía. Animales simbólicos y dónde encontrarlos: niños animales totémicos, medio-hombres, medio-mujeres, con sus funciones sagradas de dar vida, quitarla o ejercer la mediación con el más allá. De entre estos veremos con más detalle ciervos, toros, caballos y serpientes-peces que abundan en nuestra geografía y mitología, desde la prehistoria a las leyendas actuales.