Cine

“Nepo-Babies”: la renovación posmo de los “hijos de” que desata la indignación en Hollywood

El término de la discordia, acuñado recientemente desde Estados Unidos, hace referencia a caras más jóvenes de hijos o hijas de estrellas que se dedican al mundo del cine o el entretenimiento como Maya Hawke o Lily-Rose Depp

Zoë Kravitz o Maya Hawke son algunos de los nombres que entran dentro de la categoría "Nepo-Babies"
Zoë Kravitz o Maya Hawke son algunos de los nombres que entran dentro de la categoría "Nepo-Babies"J. R. PlatónJ. R. Platón

La reciente proliferación de sus caras en eventos, todas juntas, bellísimas, perfectas, anatómicamente simétricas, jóvenes, desprendidas, triunfantes, revestidas de inmunidad y regalías, traslada la sensación errónea de que sus identidades pertenecen a un catálogo nominativo de nuevo cuño, a una nueva subespecie contemporánea de favoritos apodados con el término “nepo-babies”, o “bebés del nepotismo” o “nepobebés”. Pero no seamos ridículamente modernos o intencionadamente ingenuos: los clásicos “hijos de” han existido siempre, porque el privilegio sigue siendo algo tan corrosivamente antiguo como echar de menos y la meritocracia algo tan ilusorio y poco practicado como el sol en diciembre.

Hace días que los americanos abjuran de una situación que ellos mismos inventaron y con la que muchos jóvenes, en apariencia más concienciados con esto de la igualdad de oportunidades, la justa recompensa del esfuerzo, el coste material del trabajo y los sudores colectivos, parecen sentirse ligeramente incómodos. ¿Es cuestionable el talento de estos herederos involuntarios de la fama? ¿Su vocación está determinada por su origen? ¿Hasta qué punto el éxito que puedan cosechar en la actualidad encuentra realmente una explicación razonada en las letras que dibujan sus apellidos? ¿Se sobredimensionan sus habilidades por ser hijos, sobrinos o ahijados de grandes estrellas?

Esta escalera de concesiones edificada con nombres y apellidos tan reconocibles del “star system” como los de Dakota Johnson, hija de Melanie Griffith (hija a su vez de Tippi Hedren) y Don Johnson; Maya Hawke (innegable hija de Uma Thurman en lo que a rasgos físicos se refiere y Ethan Hawke); Zoë Kravitz (hija de Lenny Kravitz y la actriz Lisa Bonet); Lily-Rose Depp (primogénita de Johnny Depp y Vanessa Paradis); Jaden y Willow Smith respectivamente (hijos artistas de Will Smith y Jada Pinkett); Margaret Qualley (hija de Andie MacDowell y el modelo Paul Qualley) y su notable papel en la serie de “La asistenta”; Cooper Hoffman (hijo del fallecido y memorable Philip Seymour Hoffman) que debutó en la gran pantalla de la mano del cineasta Paul Thomas Anderson con “Licorice Pizza”; Jack Quaid (hijo de Denis Quaid y Meg Ryan) y protagonista de la serie “The Boys” o Colin Hanks (el hijo mayor del actor Tom Hanks y de su primera pareja, la también actriz Samantha Lewes) conforma una maraña de ramificaciones genealógicas tan infinita y abrumadoramente inabarcable que terminaríamos antes si nos fijáramos de forma exclusiva en cuántas de las nuevas caras de la interpretación estadounidense no guardan ningún parecido con alguien sospechosamente familiar o comparten grupo sanguíneo.

El detonante de esta pueril controversia (¿desde cuándo nos llevamos las manos a la cabeza con una indignación tan impostada al descubrir que el mundo se mueve por artimañas?), explotó en una red social como Tik Tok, frecuentada por generaciones como la Z (nacidos en los 90), que son los que más han expresado su disconformidad con este sistema de prebendas y vino a refrendarse también con las portadas de las revistas “New York Magazine” y “Vulture”, las cuales dedicaron su última edición a esta cuestión con titulares como “The Year of the Nepo Baby”. Semanas de ruido y comentarios en las redes alarman de una realidad que lleva estando vigente en los estudios cinematográficos desde que la vida se proyectaba en blanco y negro.

Querer dedicarte a lo mismo que tus padres no es pecado, como tampoco lo es haber recibido sus mismas dotes para la interpretación o cualquier otra disciplina, hay quien nace con esa suerte o con esa predestinación en ocasiones incluso sin desearla, pero estar a la altura de sus nombres es lo que suscita sospecha, recelo, desconfianza. Nacer en el seno de una familia de actores de renombre no te convierte automáticamente en Lauren Bacall ni criarte con el abrazo huracanado de Lola Flores te riega con las aguas bautismales del genio (basta con detenerse a observar las objetivas carencias artísticas de Elena Furiase), pero lo que resulta innegable es que apellidándote Hank y dedicándote a la industria del cine, las puertas que se te abrirán en el recorrido profesional que emprendas serán infinitamente más amplias y fáciles de traspasar que las de alguien que intente labrarse una trayectoria sin padrinos de por medio. Porque como aseguraba en una entrevista Anok Yai, segunda modelo de raza negra en abrir una pasarela para Prada después de Naomi Campbell,“ver a la gente beneficiarse del nepotismo no me molesta en absoluto, lo que me molesta es cuando los jugadores poderosos de la industria pretenden actuar ignorantes de lo que hacen. Si supieras el infierno por el que pasamos sólo para poder estar en la misma habitación en la que naciste…”. Solo el tiempo tiene auténtica potestad para juzgar la solidez de sus destrezas o condenar para siempre la futilidad de sus pretensiones.

En cualquier caso, si pecamos de ombliguismo, tampoco hace falta que proyectemos la indignación que la mediocridad, el dedazo o las trampas laborales generan, mirando al país de Biden. Basta con observar el crepúsculo de los dioses que encabeza desde hace meses una tal Victoria Federica en suelo patrio, que sin oficio y demasiado beneficio asegura ser influencer o las tramas fordianas a golpe de chaira protagonizadas por Froilán, insigne infante que a parte de tripitir curso, acomodarse despóticamente en ambientes patriotas y estrellar coches de lujo en el barrio de Salamanca, poco más se conoce de su trayectoria. Al final no hay nada como la falta de agudeza, el exceso de dinero y el beneplácito de la sangre para triunfar en esta vida... ¡Y que prosiga el poderoso drama!