"El club del odio": mujer, blanca y nazi busca...
La directora Beth de Araújo se estrena en el largometraje con un polémico plano secuencia sobre el ascenso de la ultraderecha y el extremismo entre las amas de casa blanca de Estados Unidos
Madrid Creada:
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Es una experiencia desagradable, agotadora y hasta vomitiva, por momentos, por lo que merece totalmente la pena pasar por ella. Esta aparente contradicción, antítesis de la comodidad a la que nos tiene habituados el gran cine de nuestra era, es la idea central de "El club del odio" ("Soft and Quiet"), debut en el largometraje de la directora Beth de Araújo y su carta de presentación ante el género y ante el mismísimo productor y Rey Midas del terror, Jason Blum (Blumhouse), que ya la ha fichado. Envuelta en una polvareda de polémicas por lo explícito de su violencia desde su estreno en el último Festival South By Southwest (SXSW), la película llega ahora a Filmin para intentar denunciar, desde lo descarnado, el ascenso de la ultraderecha y los discursos racistas en Estados Unidos.
"Durante años, se ha obviado a la figura de la mujer blanca estadounidense como vehículo de odio. Se habla de la violencia racista, de hasta qué punto llega en este país, pero raramente se menciona a las mujeres. Quizá por condescendencia machista, pero es que en el asalto al Capitolio del día 6 de enero, también había muchas mujeres", explica didáctica Araújo, en entrevista con LA RAZÓN, sobre una película que se envenena frenéticamente desde el primer minuto. Es ahí cuando "El club del odio" nos presenta a una profesora de colegio, frustrada con su fertilidad (Stefanie Estes), camino de una aparente reunión inocente de mujeres en un centro comunitario. Para cuando una de ellas saca una tarta con una esvástica clavada en el centro, el espectador ya se puede hacer una idea de lo que está a punto de presenciar.
"La sensación de ansiedad, creo, es la que domina toda la película. Y es que la idea nació de esa rabia, de esa impotencia, ante los sucesos racistas que hemos estado viviendo con más intensidad desde el estallido de la pandemia. (...) La primera vez que pensé en escribir un guion así fue cuando vi que una mujer llamaba a la policía, en Central Park, solo porque había un hombre negro por allí y le molestaba su presencia", confiesa De Araújo, en relación a la proliferación de las "Karen" por todo Estados Unidos. ¿Qué es una "Karen"? En ejercicio de metonimia popular, se designa así al tipo de mujeres (anteriormente, en el seno de lo WASP) blancas y protestantes, normalmente amas de casa, que enmascara su racismo o su mala educación con una especie de sentido de la justicia atrofiado. Esto es, por ejemplo, pedir hablar siempre con el encargado. "Puedo entender que para los que hemos sufrido este tipo de violencia racista, el discurso de la película pueda resultar hiriente o innecesario, pero quería dejar claro hasta qué punto puede llevarnos ser tolerantes con este tipo de gente", completa la realizadora.
"En este país solo ha habido una Guerra Civil, y fue por los derechos de los esclavos. Y, realmente, no hubo una aceptación de esos derechos, de esa libertad, solo hubo una victoria militar que hizo que el sur tuviera que acatar el nuevo orden establecido. Una parte de los ciudadanos de Estados Unidos nunca aceptó esa derrota ni mucho menos lo que implicaba", explica la directora, que aquí rueda sin cortes cómo todo lo que puede salir mal, saldrá mal si el ensañamiento es hasta las últimas consecuencias. Expulsadas de la reunión por estar usando un lugar perteneciente a una congregación para su pequeña reunión racista, las mujeres protagonistas de "El club del odio" deciden llevarse su conversación a casa de una de ellas, no sin antes parar en una tienda y discutir con dos vecinas de ascendencia asiática. Ese desencuentro, sumado a la frustración del rechazo de quienes consideraban como propios, se traduce en una escalada de violencia que termina en invasión de hogar y secuestro.
"Me interesaba que hubiera poco sitio para la redención, porque así de fea y de dura es la realidad", explica De Araújo a la pregunta de por qué "El club del odio" se vuelve tan sombría, descartando incluso los moldes de un "rape and revenge" más clásico -al estilo de "Escupiré sobre tu tumba"- y optando por la violencia más cruda, más difícil de ver. "Más que lo gráfico, me interesaba la reacción, la desesperación y lo vacío que está realmente ese discurso de odio. Por eso, cuando ocurre lo más grave, no vemos a las víctimas, sino a quien está causando el daño", completa la directora. Y así, rayando en la incomodidad pero con un discurso claro contra la celebración de lo violento o lo racista, De Araújo firma aquí una declaración de intenciones que es difícil interpretar sin contexto, que bien podría transformarse en artefacto de explotación contraproducente (como un "Drive" o un "American Psycho") pero que, al final, nos descubre a una realizadora tremendamente inteligente, brillante, que, desde ya, nos tendrá atentos a sus próximos trabajos.