Festival de San Sebastián
El esperado rescate de Pamela Anderson en la Concha: "He dudado de mí misma muchas veces"
La que fuera mito erótico de los noventa presenta en la Sección Oficial durante la última jornada de competición del Festival de San Sebastián "The Last Showgirl", dirigida por Gia Coppola
Ni rastro del artificio estético incorporado en la etiqueta de mito sexual que se le atribuyó durante la década de los noventa y fue inmediatamente trasladado al overlip de los labios prominentes, los maquillajes sobrecargados, el subrayado intencionado de unas curvas desorbitadas y el platino siempre vibrante de una tonalidad de rubio que se archivó de manera directa en los manuales idealizados de estilo de chica "Playboy".
Pamela Anderson descendía ayer a cara lavada de los pedestales generacionales de cosificación que la redujeron durante años a vigilante de la playa y reina del escándalo –como consecuencia directa de la famosa filtración del vídeo sexual íntimo junto a su pareja de entonces, Tommy Lee–, en el marco de la octava y última jornada competitiva del Zinemaldia para presentar en Sección Oficial "The Last Showgirl", el último trabajo de Gia Coppola (conocida por cintas como "Palo alto" o "Popular"). "Ser creativa trae consigo bastante inseguridad, por eso hay que intentar apagar esa voz negativa que tienes en tu cabeza muchas veces. Todos los artistas creo que en el fondo tienen esa voz que de vez en cuando es necesario intentar acallar", reconoce la cineasta.
En esta historia atravesada por el derrumbamiento inevitable de sus personajes y del entorno en el que se desarrollan sus particulares desesperanzas, reverso oscuro y realista de los agujeros del sueño americano, la actriz ofrece una interpretación madurada, tierna y decadente, para señalar a través de la encarnación de una bailarina que alcanza la cincuentena, que mantiene una compleja e intensa relación con su hija y con su ego y que se encuentra en busca de una reubicación profesional que consiga hacerla sentir realizada, que las mujeres como ella, siempre fueron pese a todo, algo más que un cuerpo.
Nacida en la localidad canadiense de Ladysmith e hija una camarera y un reparador de hornos, se mudó a Vancouver después de graduarse en el instituto para trabajar como instructora de gimnasia. A finales de la década de los ochenta aceptó la propuesta de posar para la legendaria revista erótica Playboy y apareció en la portada en octubre de 1989, determinando y propiciando la conformación del marco mediático superficial en el que su figura estaría encasillada tiempo después.
"He tenido que aprender a definirme por lo que hago y no por lo que dice la gente de mí"
En la época justamente posterior a su traslado a Los Ángeles participando en distintas audiciones para programas televisivos, protagonizó como asesina a sueldo una de las películas culpables del enterramiento de sus aptitudes como actriz por parte de la crítica y de los pésimos resultados comerciales de la taquilla, "Barb Wire". Defensora de los derechos de los animales y miembro activo de la organización Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA), Anderson, cuya concatenación de escándalos relacionados con su agitada vida personal y sus numerosas andanzas en el exclusivo y fariseo universo de la fama han opacado en muchas ocasiones todo lo que tenía que ver con su trayectoria profesional como actriz, se volvió vegetariana en el comienzo de su adolescencia cuando vio a su padre matar un animal que había cazado. Un llamativo dato biográfico que, habla en el fondo, del compromiso ético que la modelo siempre ha intentado mantener.
Durante la rueda de prensa que ha tenido lugar en el corazón del Kursaal, la cineasta ha querido remarcar el lanzamiento de un mensaje dentro de la configuración de la historia en el sentido de "cómo la sociedad te confina y te limita siendo madre y teniendo una carrera". Por su parte, Anderson reconoció agradecida y valiéndose de un tono de voz enternecedoramente rebajado, casi de tonalidad vulnerable, que "evidentemente este papel me tocó de cerca, sentí que nunca se me había ofrecido un papel como este y me atraía mucho el retrato de esta dura relación entre madre e hija", indicó antes de recordar: "He dudado de mí misma muchas veces y de los demás también. Pero al final he aprendido que tienes que hacer las cosas para ti misma y por eso estoy orgullosa de la película".
Preguntada por la relevancia de la reivindicación de los cuerpos de mujeres maduras en el cine, la actriz asume consciente: "Tengo 57 años y gran parte de mi carrera ha tenido que ver con mi físico. He tenido que aprender a definirme por lo que hago y no por lo que dice la gente de mí". "Siento que ha habido algunas décadas en las que me he perdido. He ido de "Los vigilantes de la playa" a Broadway y no sé que ha pasado en medio. Puedo hacerlo ahora y me toca, a mi edad. Estoy en un momento muy emocionante de mi carrera y muy agradecida por la oportunidad que me ha dado Gia con esta película". Con todo, podemos decir que definitivamente vuelve Pamela, vuelve la estrella, vuelve el icono.
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