La historia olvidada de Nicholas Winton, el «Schindler inglés»
El escritor Fabiano Massimi recupera en una novela a este personaje, que llegó a postularse como Premio Nobel de la Paz y cómo salvó durante la Segunda Guerra Mundial a más de seiscientos niños
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El Talmud dice que quien salva a una vida, salva a la humanidad. Nicholas Winton, entonces, salvó a la humanidad 669 veces. Sucedió entre 1938 y 1939, cuando la conferencia de Múnich, que había reunido a Neville Chamberlain y Adolf Hitler, había fracasado; el Tercer Reich amplió su «lebensraum», el espacio vital, incorporando a su territorio los Sudetes, crecían las posibilidades de una invasión en Checoslovaquia por parte de los ejércitos nazis y Europa contemplaba en silencio cómo una oleada de refugiados, disidentes y opositores políticos del nazismo, y largas filas de judíos huían a otros países para escapar de la Gestapo y sus hombres. Pero, y a pesar de la ingente bibliografía de la Segunda Guerra Mundial, esta historia permaneció durante décadas en el olvido y nadie sabía quiénes habían sido los hombres y mujeres que la protagonizaron.
Hubo que esperar hasta la década de los años ochenta del siglo pasado, en concreto, a 1988, para que el mundo la descubriera. Durante la emisión en directo de un programa de la BBC, la presentadora enseñó a la audiencia un libro viejo, más que antiguo, con las páginas, decoloradas por el tiempo, pero todavía bien conservadas, repletas de fotografías, recortes, cartas y una larga lista llena de nombres. En el plató, unos minutos antes había entrado un hombre mayor con cierto aire a Spencer Tracy, la viva estampa que cualquiera emparejaría con la de un abuelete. El calendario había sido benévolo con él y todavía peinaba canas. Gastaba unas gafas gruesas y vestía un traje que desprendía la impresión de una persona con distinción, pero no propenso a enormes estipendios. Se sentó entre el público, ordenado a lo largo y lo alto de unas gradas. Cuando la presentadora mencionó el nombre de una mujer, esta, ya adulta, envejecida, se abrazó a él para su sorpresa. Entonces, en ese momento, se escuchó una pregunta: ¿alguien más le debe la vida a Nicholas Winton? Y todas las personas que estaban en el estudio se pusieron en pie.
Nicholas Winton, un nombre que, durante demasiado tiempo en el silencio, era discreto y prefirió no hablar nunca, con nadie, de lo que había hecho en el pasado, como si careciera de importancia. Únicamente la decidida intervención de su esposa, convencida de que su acción no solo debía conocerse, sino que suponía un ejemplo para todos, reveló que él fue una de las personas que organizaron la evacuación de niños de la ciudad de Praga antes de que estallara la contienda de 1939. En esa época era un hombre mucho más joven, aunque ya luciera gafas. Un corredor de bolsa exitoso que tenía un elegante apartamento y que, por la influencia de un amigo, cambió sus vacaciones en Suiza, que había planeado cuidadosamente para dedicarse a uno de sus deportes favoritos, el esquí, por una visita a la ciudad donde las leyendas judías ubicaban la leyenda del Golem. Su trabajo lo había acostumbrado a tomar decisiones rápidas, determinantes, y a jamás amedrentarse ante las dificultades.
Cuando estuvo allí y presenció la enorme cantidad de refugiados de todas condiciones y procedencias y que entre esa masa había alrededor de 20.000 niños, no lo dudó. Había que implicarse. Y lo hizo. Para él, no había nada imposible, y, cuando entendió que una evacuación por aire, a través de las líneas aéreas que aún viajaban a Londres, resultaba poco factible y difícil, no desfalleció y decidió indagar para encontrar nuevas vías.
El escritor Fabiano Massimi, autor de la celebrada «El ángel de Múnich», uno novela que indaga en la misteriosa muerte de Geli Raubal, la sobrina de Hitler, y el asesinato que el Tercer Reich trató de silenciar, ahonda en uno de los episodios menos conocidos de esos momentos en «Los niños de Winton» (Alfaguara), un libro revelador que muestra cómo la humanidad aparece en los momentos más oscuros; una historia que trasciende su época y que invoca problemas que todavía nos afectan y son actuales. El autor italiano descubre los pormenores de la Operación Kindertransport, que, con la ayuda de voluntarios y organizaciones no gubernamentales, ayudó y salvó a 10.000 menores de edad en los dos años inmediatos al inicio de las hostilidades en Europa. Pero también pone de relieve cómo Nicholas Winton, el «Schindler inglés» que ahora interpretará Anthony Hopkins en el filme «One Life», se topó con un problema que nos recuerda lo que sucede hoy en día.
El problema que tenía, para conseguir que esos niños no terminaran más tarde en campos de concentración, no provenía, como sería fácil augurar, de la economía ni, tampoco de obtener los visados, que también arrastraba difíciles complicaciones. La principal dificultad que encontró provenía de la reticencia de los países a aceptar a estos refugiados. La mayoría no quiso saber nada. Solo un puñado, de manera puntual, aceptó algunos de los chicos, cuyas edades se comprendían entre los dos y los tres años hasta los quince, y el único que, de manera lógica, tomó la resolución de prestar su colaboración puso una serie de condiciones muy claras. Una de ellas era que cada niño debía llegar a Inglaterra con una familia de acogida ya asignada de antemano.
Pero, ¿cómo llevar a estos muchachos a un continente abocado a la guerra y con las fronteras militarizándose? La única manera que Nicholas Winton encontró fue a través del tren. Las líneas ferroviarias conectaban Praga con Holanda y, una vez allí, podían embarcar hacia un puerto inglés y después hacia Londres. Era un trayecto que no estaba exento de riesgos y amenazas. De entrada, había que pasar por territorio alemán. Para conseguirlo, había que obtener permisos, visados, papeles para estos críos, que viajaban solos, sin sus padres (algunos de ellos no volverían a verlos nunca más), que les permitieran cruzar las aduanas sin que los detuvieran y les obligaran a descender del tren. Toda una odisea.
Nicholas Winton, con sus colaboradores, que resultaron tan imprescindibles como él a la hora de sacar adelante este ambicioso plan, tuvieron que esquivar la concienciada mirada de las SS, pendientes de que nadie los burlara, y conseguir fletar varios trenes.
Al final, durante una serie de meses, consiguieron ocho. Los llenaron de niños. Muchos de ellos fueron los que después se pondrían en pie durante aquel programa de la BBC para honrar a su salvador. La lástima fue un último viaje que, cuando ya salía de la estación, fue detenido. En otra parte de Europa, los cañones habían sonado. La Segunda Guerra Mundial comenzaba. Nunca se supo que pasó con estos pequeños. Quizá, ahora que han transcurridos décadas, podría pensarse que parte del prudente anonimato en el que decidió vivir Nicholas Winton procede de un tema de conciencia. Fabiano Massimi describe en la novela lo duro que era para las personas como él decidir qué niños salvar. Sobre todo, porque aquellos que no pudieron sacar y que quedaron atrás suponían heridas difícil de restañar, aunque pasara el tiempo. Es, con toda probabilidad, uno de los instantes más duros a los que puede enfrentarse una persona. Y Winton, que organizó todo desde la habitación de su hotel, sabía muy bien lo que eso suponía.
Pero el libro de Fabiano Massimi, lejos de ser una novela histórica, es una obra de tremenda actualidad, sobre todo, cuando en el horizonte hay dos guerras abiertas: la de Ucrania y la de Israel. Y que, antes, Europa había sido testigo de las oleadas de personas que huían del conflicto de Siria y que apelaban a los valores europeos para que les dieran asilo. El controvertido asunto de los refugiados, y de la abierta reticencia de algunas naciones a recibirlos sigue siendo un tema candente y espinoso hoy en día. Nicholas Winton, junto a sus ayudantes y las organizaciones como Save the Children, que ya existía entonces y que el autor cita en la narración, son un acicate para algo tan elemental como no apartar la mirada y tener presentes los principios que siempre han dignificado a Europa.
Un relato de la Segunda Guerra Mundial
La contienda que el nazismo abrió en la vieja Europa genera cada año un montón de bibliografía. Su atracción ha generado, además, numerosos documentales que se emiten en televisión y plataformas en streaming. Lo sorprendente de este conflicto, que abrió la carne de los europeos y que está considerado uno de los capítulos más nefastos de nuestro pasado, es que todavía existen pasajes que no han llegado al gran público. Uno de ellos es el papel que desarrollaron las grandes organizaciones, empujadas por voluntarios, para intentar salvar vidas antes de que comenzaran las hostilidades y luego durante la guerra, aunque esto era más complejo. Lo que esto pone de relieve es la persecución de disidentes y judíos, y la cantidad de hombres, mujeres y niños que ya eran refugiados. Esta palabra, refugiado, es la más importante, porque, a pesar de que esta obra se desarrolle en el pasado, muchos aspectos de ella nos suenan y siguen teniendo, tristemente, vigencia.