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¿Por qué el éxito de Rosalía no se explica sin "Palabra de mujer" de Mónica Naranjo?

Juan Sanguino escribe "Apriétame más fuerte. El año que Mónica Naranjo desató a un millón de chonis, maricas y marujas" (Lengua de Trapo), una crónica sobre cómo se gestó un proyecto inaudito para la época
Rosalía, durante una actuación en Las Vegas
Rosalía, durante una actuación en Las VegasETIENNE LAURENTEFE
La Razón
  • Efe

    Agencia Efe

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Sería imposible explicar el éxito suburbial y empoderador de Rosalía sin el efecto que hace 25 años tuvo "Palabra de mujer" de Mónica Naranjo en España, incluido en el feminismo y en la validación del público LGTB+ como motores de éxito dignos de tener en cuenta y, por ende, de visibilizarse. Bajo esta tesis, el periodista Juan Sanguino escribe "Apriétame más fuerte. El año que Mónica Naranjo desató a un millón de chonis, maricas y marujas" (Lengua de Trapo), por un lado "una crónica con tintes biográficos de cómo se gestó aquel proyecto inaudito para la época" y, por otro, un ensayo sobre su impacto sociocultural, "que también fue inaudito".
"Este es el libro que le explicará a un chico de 20 años por qué baila hoy Rosalía o Bad Gyal", subraya el autor, que se propuso ir más allá del relato oficial recogido en revistas de la época y, a falta del testimonio de la propia Naranjo, traer "una historia que no se había contado" a través de su entorno, incluido el letrista de temas como "Pantera en libertad", Jose M. Navarro, quien nunca antes se había prestado a ello. Lo hace desde la perspectiva de 1997, año de edición del que fue el segundo álbum en la carrera de la intérprete catalana, unos 10 años antes de que "Bigas Luna anticipara con 'Yo soy la Juani' que la siguiente evolución cultural iba a venir de los polígonos y de los parkings".
Aquella era una época en la que, salvo contados casos, "la autenticidad se identificaba con la sobriedad, de una cultura hegemónica coordinada por la radiofórmula y una veintena de prescriptores culturales", contextualiza el periodista ante aquel inesperado éxito de una fórmula musical que, aún respaldada por Sony Music, bebía de los gustos de la base social y marginal. "Era muy kitsch. Proponía una evasión de la realidad con las herramientas de la realidad y se reconocía folclore, bacalao y melodrama, con frases como 'Voy llorando en un taxi, no importa la dirección', que ha quedado en el colectivo LGTBIQ+ porque tiene un puntito a lo Almodóvar de estar a punto de ser una ridícula pero a la vez resultar arrebatadora con los códigos de la copla", analiza.
En 1994 Mónica Naranjo (Figueres, 1974) había lanzado con gran éxito en México su primer álbum, de título homónimo, que había pasado por completo inadvertido en su propio país pero que le sirvió para establecer los pilares de su éxito. "Allí se da cuenta del efecto que tiene en el público gay, que es como si viera a la Virgen", indica ante la estrategia planteada en su nuevo intento de desembarco en España con "Palabra de mujer".
"Sony mandó a Javier Adrados a recorrerse todas las discotecas gays con singles de 'Entender el amor'. No lo hicieron porque quisieran romper barreras o mimar a un público generalmente denostado por la industria. Lo hicieron por desesperación, porque no sabían qué más hacer", relata sobre un libro que también sirve como guía de los cambios operados en los modos de hacer de las multinacionales. Aquello cuajó: "Venía a cubrir un hueco que en España estaba vacío desde que las folclóricas habían ejercido el rol de divas. Marta Sánchez podría haberlo hecho, pero no abrazó explícitamente a ese público como Mónica. Hay quien me ha dicho que defendía al colectivo por interés, pero personalmente creo que no tendría por qué haberlo hecho en un momento en el que los gays solo aparecían en prensa por el sida. Y Mónica hablaba".
Su impacto también se dejó notar en el ámbito del feminismo, aunque entonces no se empleara tal término. "No hizo este disco pensando en España, sino en México, que era un país más machista. Cuando canta cosas como 'Soy mujer, respétame', algo que no hacía nadie aquí, lo que quería era provocar, especialmente después de un primer álbum que había sido algo genérico, por lo que intentó redoblar la apuesta", apunta. Por otro lado, el talento de la mujer como intérprete "se consideraba entonces una especie de fuerza de la naturaleza que había de ser moldeada por la mano de un hombre". "Pero en el caso de Mónica toda la publicidad se centró en ella, no en su equipo, un tratamiento anglosajón de la 'pop star' como Madonna", reflexiona.
"Por último, era muy bocazas, muy contestataria y muy chula, cosas que se le permitían a Bunbury. De las mujeres se esperaba una humildad como de estar agradecidas de estar donde estaban. Y Mónica no estaba agradecida, pues sabía que lo que había conseguido era resultado de su talento, de su sacrificio y de su trabajo", añade. En resumen, apunta Sanguino, "'Palabra de mujer' quizás no provocó cambios, pero sí les puso banda sonora y se convirtió en un símbolo de los mismos, en un fetiche. Y sin ese disco, hoy sería más difícil contar esos cambios en la sociedad española".