
San Isidro
Espectacular cogida de Juan de Castilla con el toro de Dolores Aguirre en Las Ventas
El torero se repone y da una meritoria vuelta al ruedo antes de pasar a la enfermería en el tercero

La de Dolores Aguirre lleva en el nombre el tamaño, la altura, el peso y el desafío. Si además hablamos de la de Dolores Aguirre en Madrid ya entonces son palabras mayores. Una gesta. A Fernando Robleño lo sacaron a saludar nada más romperse el paseíllo en el año de su despedida. Un segundo de gloria antes de que saltara al ruedo Langosto y sus 600 kilos, que poco quería saber de la embestida entregada mientras miraba a tablas. Por arriba defendía las arrancadas que con honra torera argumentó Fernando en una digna faena. Matar al caballote no era cualquier cosa.
Cogida y gran esfuerzo
Un cabroncete sin grandes aspiraciones fue el cuarto toro de la tarde. Era el segundo de Robleño. Un torero curtido en mil batallas que se las sabe todas. Y si algo entendió Fernando es que este ejemplar, que iba por arriba y sin querer cuestionar el toreo por abajo en ningún momento no le iba a dar oportunidad. Por eso anduvo breve y remató, eso sí, de una estocada abajo (y que hizo guardia).
Veníamos del fogonazo de Juan de Castilla, que justo se había metido a la enfermería después de acabar con el toro y eso con el palizón que vieron nuestros ojos era mucho decir. El milagro tuvo hora, minuto y segundo. Pitaron de salida al tercero, primero del colombiano. Y fue justo ese el que nos puso el corazón en la boca porque en uno de los muletazos iniciales prendió a Juan de manera horrible. Si feo fue cómo lo derribó mucho más impactante la manera tan violenta de levantarlo de la arena. Lo dejó en pelotas, pero apañado con un pantalón el torero le plantó cara. Era mucho. Era todo. En cada muletazo se jugaba la cogida de nuevo. Un infierno cabía en cada arrancada de «Caracorta» y para rematar su entrega lo mató con una estocada arriba. Maravilla. Ahora no está escrito lo que le costó caer al animal. Se le pidió la oreja. No concedida. La vuelta al ruedo resultó unánime. Con las mismas, se fue a la enfermería. Esa es la gloria del torero. Una manera de ver la vida que se extingue fuera de este planeta de los toros.
Salió de allí en el sexto para irse a portagayola. Con una cornada en la cresta ilíaca y un desgarro en el pene. Fue operado con anestesia local para poder seguir la fiesta y la fiesta fue de rodillas y en la puerta de toriles. Locura. Más que el toro se frenara en seco y hubiera que aguantar ahí. Segundos eternos. El animal, que tuvo un desatinado tercio de varas, llegó a la muleta rajado, agarrado al piso y con cero intenciones de arrancarse a la muleta de Juan de Castilla. Así que el esfuerzo quedó ahí. En haber salido ileso (o casi) de una cogida que pudo ser tremenda. Y la gesta de volver.
Lote de Castaño
Damián Castaño hizo el intento de cuajar al segundo de la tarde y de hecho en cuanto vio que el toro medio se dejaba se encajó con él. Puede que fuera en ese mismo momento cuando el animal le miró, una buena radiografía, para dejarle las cosas claras. Después el de Dolores iba y venía sin decir demasiado. Así que Castaño al final abrevió.
El quinto ponía la cara por las nubes. Tuvo la paciencia Damián de tragarlo para coserle las embestidas, que siempre eran inciertas y cruzadas. Toda una aventura. Dispuesto a lanzar la moneda al aire transitamos la labor en ese lugar donde todo puede pasar. Con el corazón encogido.
Ficha del festejo
Las Ventas. Décimo sexta de feria. Toros de Dolores Aguirre, El 1º, sin opciones; 2º, va y viene sosote; 3º, con peligro; 4º, deslucido y con peligro; 5º, movilidad y repetición con muchas dificultades; 6º, imposible. Tres cuartos de entrada.
Fernando Robleño, de caña y oro, pinchazos, bajonazo (silencio); estocada que hace guardia, tres descabellos (silencio).
Damián Castaño, de azul azafata y oro, estocada tendida y baja (silencio); pinchazo, estocada (saludos).
Juan de Castilla, de burdeos y oro, estocada arriba (vuelta al ruedo); pinchazo, media (silencio).
Parte médico:
Dos heridas por asta de toro, una en el pene y otra en la cresta ilíaca de 15 cm.
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