Opinión

El largo y frío invierno energético

El petróleo, el gas, el carbón y la electricidad, con sus precios desbocados, se han convertido en una especie de cuatro jinetes del Apocalipsis energético

El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente de Gobierno, Pedro SánchezAlberto OrtegaEuropa Press

Martin Ritt convirtió en 1958 «The Hamlet» –el villorrio–, una de las novelas menores de William Faulkner, en una película de éxito titulada «El largo y cálido verano». Protagonizada por Paul Newman, Joanne Woodward, Orson Welles, Lee Marmick y Angela Lansbury, contaba un embrollado drama del sur de los Estados Unidos, en una pequeña localidad a la que llegaba alguien acusado de pirómano, Paul Newman. Muchos años después, Europa y España caminan hacia el que puede ser un «largo y frío invierno energético». El petróleo, el gas, la luz y el carbón, de repente, se han convertido en una especie de «jinetes del Apocalipsis» energético que, como los bíblicos, también pueden traer hambre, peste –enfermedades–, guerra e incluso muerte. Todo eso, sin contar con la más que probable aparición de algún pirómano, político y por supuesto populista, que enrede todavía más la situación.

La tormenta perfecta parece otearse en el horizonte para la economía española, que ya tiene que apechugar con un 4% de inflación que, digan lo que digan, destroza las cuentas que tenía preparadas la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tanto como la revisión de los datos de crecimiento realizada por el INE y a la que Nadia Calviño, por un lado, y José Luis Escrivá, por otro, quieren quitar importancia. El cóctel, en cualquier caso es explosivo: menos crecimiento, más inflación y precios disparados del petróleo, el gas, el carbón y la luz. El invierno puede ser gélido y no solo por la temperatura. El gran problema de España es que carece de fuentes de energía propias y, al mismo tiempo, persigue a la hidroeléctrica y denosta a la nuclear. Eso no impide que nadie se queje de que casi la totalidad de la energía que nos llega de Francia sea de origen nuclear.

El Gobierno de Pedro Sánchez, con la «vice» Teresa Ribera de gran abanderada ecológica, ha jugado a fondo su baza a favor de las energías renovables, limpias, muy en sintonía con sus socios de Unidas Podemos y también con amplios sectores de su electorado, identificados como verdes. Todo iba muy bien hasta que, de repente, los precios del gas, del petróleo y también del carbón se han disparado y han encarecido la electricidad hasta extremos casi inimaginables. Los consumidores, azuzados por populistas de vía estrecha, han puesto el grito en el cielo por los aumentos de las facturas domésticas. Es un problema –y habrá hogares muy fríos este invierno– pero puede no ser el más importante. Hay empresas que quizá no puedan soportar los nuevos costes energéticos y tengan que cerrar. En el Reino Unido, que intenta gobernar Boris Johnson, ya ha habido más de media docena de factorías importantes que han suspendido la producción.

Pequeñas y no tan pequeñas empresas en España pueden correr la misma suerte, y eso significa menos actividad y más paro. Una buena parte de la recuperación vigorosa de la que presume el Gobierno puede estar pendiente de los precios energéticos. El 4% de inflación en septiembre es un aviso más que serio, con derivadas casi infinitas. Los pensionistas reclamarán que se actualicen sus retribuciones en paralelo con el IPC y también los funcionarios. El Gobierno no tenía previstos estos gastos, pero le resultará muy complicado resistir las presiones sociales y políticas de sus socios, con Yolanda Díaz a la cabeza, y de sus aliados parlamentarios, con Gabriel Rufián de ariete. Unos y otros pondrán –ya lo han puesto de hecho– precio a su apoyo para los Presupuestos Generales y el resultado pueden ser unas cuentas Frankenstein.

Sánchez, por primera vez desde la última época de Rajoy, que fue el primero en torear la norma, quería presentar –y presumir de ello– los Presupuestos en el plazo legal, es decir «al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior», como dice el artículo 134 de la Constitución. Pues bien, ya no podrá hacerlo, aunque sea por poco. Tiene una importancia relativa, salvo la burla –una más– a la Carta Magna que tantos quieren cargarse. El inquilino de la Moncloa soñaba con un otoño mágico de repunte económico y político, pero ha tropezado con un escenario imprevisto e incierto, agravado con el 4,1% de inflación en Alemania –traerá consecuencias en toda la Unión Monetaria– y que solo parece ser el anuncio de lo que va a ser, un largo y frío invierno energético.

Ibercaja, independencia y salida a Bolsa cuando sea el mejor momento

El banco Ibercajabank, cuyo consejero delegado es Víctor Iglesias, descarta cualquier operación de fusión en la que perdiera su identidad y también plantea retrasar su obligada salida a Bolsa, a la espera de unas condiciones de mercado que sean más favorables. Los responsables de la entidad entienden que acudir ahora a los mercados obligaría a devaluar considerablemente el precio real del banco y por eso su opción es buscar un momento mejor.

España reduce financiación exterior, pero la dependencia supera el 78%

España ha reducido la llamada Posición de Inversión Internacional, aunque alcanzó los 909.153 millones de euros al final del segundo trimestre del año, según datos del Banco de España. Esa cifra son 36.000 millones menos que el trimestre anterior y 11.000 menos que en el mismo trimestre de 2020. Por otra parte, representa algo más del 78% del PIB, un porcentaje muy elevado –aunque alejado del 98% de 2014– que significa que la dependencia financiera de España frente al exterior es muy elevada si se compara con la de las otras grandes economías europeas. Un país con una elevada posición deudora neta, como es el caso de España, puede tener dificultades de financiación si empeora la confianza de los mercados internacionales en esa economía, algo que ya ocurrió en algunas del área euro en 2012.