Energía
España se queda sola en su cruzada contra la energía nuclear
Es el único país que no se replantea el futuro de sus plantas pese a la crisis energética. Japón reabrirá y construirá más, Bélgica prorroga la vida de las suyas y Alemania se lo piensa
España -o, más bien el Gobierno que preside Pedro Sánchez- se ha quedado prácticamente sola en su cruzada contra la energía nuclear. Ni el complejo panorama energético que ha provocado la invasión rusa de Ucrania, con fuertes subidas de los precios del gas; ni la decisión de la Comisión Europea de considerarla como una energía verde han alterado los planes del Ejecutivo socialista de cerrar todas las centrales nucleares que quedan operativas en España como muy tarde en 2035 como parte de la estrategia hacia un cambio de modelo energético sostenido por las energías renovables.
España es así el único país que dispone de tecnología nuclear que no se plantea alargar la vida de sus centrales o construir nuevas para asegurar el suministro energético a medio y largo plazo. Algo que están haciendo hasta los que parecían más recios a ello, como Japón. Esta semana ha trascendido que el país asiático se dispone a construir nuevas plantas nucleares de próxima generación para asegurarse el suministro energético, lo que marcará un giro importante en la política actual del país de alejarse de la energía nuclear el accidente de la planta de Fukushima de marzo de 2011. El Gobierno nipón quiere asegurar el suministro de energía a medio y largo plazo de Japón ante los problemas surgidos tras la invasión de Ucrania con un plan para reiniciar hasta 17 reactores a partir del verano de 2023, según los planes desvelados por Nikkei.
El accidente de Fukushima ha marcado no sólo la política energética japonesa de los últimos años sino también la de Alemania. Tras el accidente, el Gobierno de Angela Merkel tomó la decisión de cerrar todas las centrales germanas antes de finales de este año. Sin embargo, las cosas no parecen ahora tan claras. Aunque, según su Ministerio de Economía, Alemania ha logrado reducir su dependencia del gas ruso del 55% al 26%, se prevé un invierno muy duro energéticamente hablando. Por eso, el canciller alemán Olaf Scholz, aseguró a principios de agosto que prolongar la actividad de las últimas centrales nucleares abiertas «puede tener sentido» para hacer frente a la escasez de suministros de gas ruso. Pero el debate en el país es más profundo. La Unión Demócrata Cristiana (CDU), por ejemplo, apuesta por la nuclear para hacer frente a la escasez de gas. E incluso Los Verdes no parecen tan cerrados a la alternativa temerosos de lo que pudiera pasar si las calefacciones no funcionan en invierno.
Antes que Alemania, Bélgica acordó a principios de verano prorrogar la vida útil de dos reactores diez años para «dar seguridad y tranquilidad a la industria y a la ciudadanía belga respecto al suministro energético futuro», como aseguró el Gobierno. Aunque no es el único país europeo que ha echado mano de la nuclear ante la incertidumbre en el suministro. Países Bajos anunció a principios de año la construcción de dos nuevos reactores. En el mundo, países como Argentina, Armenia, Brasil, Bulgaria, Canadá, Corea del Sur, China, Eslovaquia, Eslovenia, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Hungría, Reino Unido, República Checa o Sudáfrica están construyendo reactores nucleares o tienen planes para hacerlo.
España, hacia el cierre
¿Y España? A pesar de las tensiones y los caminos que están tomando la inmensa mayoría de países desarrollados, para Moncloa, no hay debate. Esta misma semana, la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ignorando las tensiones energéticas, volvió a justificar el cierre de las nucleares en la necesidad de combatir el cambio climático con renovables a pesar que esta tecnología no provoca emisiones. Una clausura cuyo coste puede alcanzar los 26.500 millones de euros, según la hoja de ruta para gestionar los residuos radiactivos y desmantelar las centrales nucleares, el denominado Séptimo Plan General de Residuos Radiactivos (7º PGRR).
Pero, como asegura Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear, una cosa es el Plan de Energía y Clima (PNIEC) 2021 y 2030 y otra la realidad. Desde que se proyectó, dice, «la situación ha cambiado radicalmente y lo que se viene viendo hace tiempo es que Europa no es autosuficiente desde un punto de vista energético». Por eso, cree que no estaría mal darle «una pensada» a lo de cerrar las centrales nucleares.
Araluce defiende que esta tecnología da «garantía de suministro» sin depender del clima como las renovables. Y añade que, si los planes de cierre siguen adelante, el día que paren, habrá que sustituir su producción -el 20,8% del total el año pasado-, algo que a su entender no es sencillo. A modo de ejemplo, explica que por cada unidad nuclear hacen falta cuatro veces de potencia eólica o 5,5-6 veces de fotovoltaica. Y si se recurre al gas a los precios actuales... En su opinión, la subida de precios será inevitable a corto-medio plazo tras su cierre. Según un estudio del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña, las alternativas para cubrir la producción y la potencia garantizada de los cuatro grupos de centrales nucleares propuestos por el PNIEC para el cierre antes de 2030 comportarían unas inversiones entre 6,8 y 7,9 veces más elevadas que las necesarias para su adaptación para extender su vida útil a finales del próximo periodo teórico de licencia de operación, alargamiento que ya se está produciendo en los 90 grupos nucleares de similares características tecnológicas en Estados Unidos. Las consecuencias de su parada comportarían un encarecimiento del precio horario de la energía superior a unos 2 euros/MWh. Araluce asegura que, si se quiere, las centrales pueden operar otros 70 u 80 años con la inversión adecuada. «No habría un problema técnico, sino de decisión de política energética», remacha.
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