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Sánchez encauza la legislatura y recupera a ERC como socio

Los republicanos apoyan el decreto anticrisis y PP y Ciudadanos se abstienen en el paquete de medidas contra la guerra

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchezkiko HuescaAgencia EFE

El debate sobre el estado de la nación ha supuesto un verdadero balón de oxígeno para el Gobierno. Pedro Sánchez sale revitalizado de un Congreso de los Diputados, inmerso durante las últimas 72 horas en jornadas maratonianas de intercambios parlamentarios, que han culminado este jueves con una traca legislativa con saldo positivo para el Ejecutivo. El presidente, que hace escasamente un mes se tentaba la ropa tras la apabullante derrota en Andalucía, puede decir ahora que tiene encauzada la legislatura. En Moncloa están muy satisfechos, confiesan que salen «contentos», pero rebajan la euforia. «Ni antes era un desastre y el Gobierno estaba acabado ni ahora es todo maravilloso», dicen.

Pero lo cierto es que el Ejecutivo, que encaraba el debate en un contexto de debilidad máxima, ha conseguido el impulso que ambicionaba, concitando apoyos inesperados para dar respuesta a la crisis económica –como la abstención del PP al decreto anticrisis– y ha recuperado alguno de los socios díscolos, que se había borrado de la aritmética gubernamental en las últimas votaciones. Es el caso de ERC, que acabó apoyando el paquete de medidas contra la guerra, en vísperas de la reunión que mañana se celebrará entre Sánchez y Aragonés en La Moncloa. Lo cierto es que los partidos se han movido. PP y Ciudadanos han pasado del «no» a la abstención y los republicanos, al voto positivo. En Moncloa se emplazan ahora a que también se retraten en lo relativo a los impuestos anunciados, una iniciativa que les reconcilia con sus aliados y que les permite colocar a los partidos de derechas alineados con «los poderosos».

Quizá lo más trascendente de estas jornadas es que el Gobierno ha logrado recoser algunas de las heridas dentro del bloque de investidura. «No ha habido ninguna referencia a Pegasus en la intervención de Rufián», destacaba un miembro del Gabinete que ponía el foco en el trabajo de fondo que se está haciendo en el Gobierno y que comienza a tener efecto, aunque pase desapercibido. El Ejecutivo termina el curso político marcando la agenda y recuperando la iniciativa, frente a los partidos de la derecha que, según señalan en Moncloa, han quedado noqueados por las propuestas del presidente. «Este Gobierno tiene proyecto, queda mucho por hacer», señalan, frente a aquellos que ya les daban por amortizados.

Ya para septiembre se prevé la presentación de los dos impuestos anunciados –a la banca y las energéticas– y la negociación presupuestaria, en la que los socios buscarán consolidar el giro a la izquierda. La mejor carta de presentación para encarar el próximo ciclo electoral y para que los morados puedan vender una agenda progresista, que permita limitar el efecto del aumento en el gasto en Defensa. De hecho, el PSOE se tuvo que aliar con el PP para sacar adelante una propuesta de resolución en la que se avalaba este aumento en la inversión militar, ante el rechazo de sus socios. Cuatro votaciones, este jueves en el Parlamento, sirvieron de aliento a un Gobierno que hasta ahora se encontraba desconectado de la mayoría social y parlamentaria, ésta a causa de la política en Defensa, en el Sáhara, Melilla y Marruecos.

Estos choques siguen siendo la nota discordante, que volverá a reabrir las fisuras entre socios. Un ruido que no ha desaparecido, pero que Sánchez intentó acallar con las medidas progresistas que le pedían sus aliados y que le permiten recuperar el pulso. El proyecto de Ley de Memoria Democrática, la proposición de ley para que el Consejo General del Poder Judicial pueda elegir a los dos magistrados que le corresponde del Tribunal Constitucional antes del próximo 13 de septiembre, el decreto de medidas anticrisis para hacer frente a la situación económica derivada de la guerra y un real decreto para cubrir las plazas de 64.000 sanitarios interinos. Todos estos proyectos suponen el «rearme ideológico» que el Gobierno quería emprender.

Esta recomposición del bloque de la legislatura ha llegado, sin embargo, llena de avisos y críticas por parte de los mismos. No habrá votos gratis. La comunión que se escenificó en el hemiciclo al no dejar caer ningún proyecto del Gobierno viene cargada de reproches. El PNV es quien más crítico se ha mostrado durante todo el debate, pidiendo «más empatía» con los grupos parlamentarios y que incluso, acusan al Gobierno de «improvisar». Los nacionalistas vascos denuncian el maltrato, que, a su juicio, les dedica el Ejecutivo a todos los socios y avisan de que no pueden continuar votando a favor de medidas de las que no son informados previamente, incumpliendo así uno de los compromisos PSOE-PNV en la investidura. Los jeltzales, que ven como Sánchez sigue cultivando su alianza con Bildu, comienzan a reorientar su estrategia y marcar distancias con el Gobierno, reposicionándose ante un posible cambio de ciclo en el futuro.

Este intento de reconfigurar sus alianzas ha sido pedregoso tanto dentro del propio Gobierno como en el Congreso. Por el camino quedan cesiones a Bildu para aprobar la ley de Memoria Democrática, por ejemplo, que sale adelante gracias al pacto para crear una comisión que estudie vulneraciones de derechos humanos entre 1978 y finales de 1983 a personas que hayan luchado «por la consolidación de la democracia». Una votación que se ha saldado con la abstención de ERC pero con muchas menos críticas que al proyecto inicial.