A fondo
Gibraltar prolonga su limbo pos-Brexit por la parálisis política
El acuerdo fronterizo sigue a la espera por la incertidumbre tras el 23J, que ha llevado a Picardo a convocar los comicios para posicionarse ante las negociaciones
En el momento del referéndum sobre el Brexit, en el que el 96% de los «yanitos» votó por la permanencia en la UE, el ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, describió el histórico divorcio como una «amenaza existencial» para La Roca. Desde entonces se ha retractado de esa afirmación, pero lo cierto es que la expresión representa con bastante precisión el profundo cambio que implica el nuevo marco para el Peñón, cuya frontera con España es la única terrestre –junto con la de Irlanda– que une ahora al Reino Unido con el bloque comunitario.
Desde el Brexit, Gibraltar está en un limbo. Y no parece que la situación vaya a cambiar a corto plazo, ya que las negociaciones para lograr un acuerdo han quedado paralizadas por la reciente convocatoria de elecciones en el Peñón y la incertidumbre política española que han dejado los comicios del pasado 23 de julio.
El pasado martes, Picardo anunció la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones para el próximo 12 de octubre, coincidiendo con el Día de la Hispanidad. La cita con las urnas estaba previsto para el último trimestre de este año y Picardo –que gobierna en el Peñón desde 2011– no ha querido alargar el calendario ya que, según fuentes consultadas, su intención es conseguir un mandato renovado mientras en España se decide a quién poner en La Moncloa, una situación que podría alargarse hasta principios del próximo año.
La parálisis política no beneficia a nadie, en especial a Gibraltar, donde las consecuencias del Brexit comienzan a dejar huella en la ciudadanía con los problemas que se registraron este verano con el suministro externo de plaquetas para los pacientes de sus centros sanitarios y el notable incremento del coste para los servicios de ambulancias.
El verano ha estado marcado, además, por las tensiones creadas tras el incidente entre las autoridades gibraltareñas y una patrullera del Servicio de Vigilancia Aduanera y los conflictos con pesqueros españoles a los que ha seguido una escalada en los reproches entre el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, y Picardo.
Con todo, el Brexit obliga a Madrid y la Roca a encontrar una solución pragmática de convivencia. Alrededor de 30.000 personas cruzan a diario la verja. Entre ellos, 15.000 trabajadores, de los cuales 10.000 son españoles de una zona como la del Campo de Gibraltar, donde pocas veces se baja de una tasa de paro del 30%.
Acuerdo in extremis en Nochevieja
En la Nochevieja de 2020, a pocas horas de que terminara el periodo de transición Brexit, Londres y Madrid consiguieron cerrar in extremis un principio de acuerdo para evitar los estrictos controles en la frontera. El texto contenía las directrices para cerrar un tratado entre la Comisión Europea y el Reino Unido sobre el Peñón. Pero se trata tan sólo de una solución temporal que puede rescindirse en cualquier momento y que podría tener distinto recorrido dependiendo si finalmente gobierna el PP o PSOE.
Si se quiere flexibilidad en la verja, se debe externalizar la frontera Schengen al puerto y aeropuerto del Peñón. Pero eso obliga a tener la presencia de agentes de España (miembro Schengen). Y ahí está el quid de la cuestión. Sobre todo teniendo en cuenta que el suelo donde está construido el aeropuerto no estaba contemplado en el Tratado de Utrecht (1713-1715). Los británicos se hicieron con él en el siglo XIX, cuando unas epidemias obligaron a desplazar la población al istmo.
Lo que se ha planteado es que Frontex, la Agencia de Guardia de Fronteras y Costas de la UE –con la que por cierto, el Reino Unido ha firmado esta misma semana un pacto preliminar de trabajo– realice los chequeos durante un período de transición de cuatro años, tras el cual los funcionarios españoles asumirán el control.
Pero para los gibraltareños, la idea de «botas españolas sobre el terreno» es una profunda línea roja, ya que rememora los tiempos del régimen de Franco cuando se cerró la frontera en 1969, dejando a muchas familias divididas. La ansiedad se agudizó antes de las elecciones españolas cuando los sondeos daban un protagonismo –que luego resultó erróneo– para Vox, cuyo líder, Santiago Abascal, dijo que cualquier cosa que no fuera la soberanía sobre Gibraltar sería una «traición». La recuperación de la soberanía también estaba en el manifiesto del PP para el 23J.
A la espera de fumata blanca
En las negociaciones ahora paralizadas se habla de «una zona de prosperidad compartida», un eufemismo para evitar hablar de la soberanía sobre la colonia británica. Pero es la soberanía, al fin y al cabo, lo que ha marcado el contexto de los últimos 300 años. Y la cuestión que, en definitiva, dificulta ahora la ansiada fumata blanca para cerrar un pacto. Nadie quiere cerrar una verja que sacuda tanto a la economía del Peñón como a la de las regiones españolas aledañas. Pero, al mismo tiempo, nadie quiere firmar cualquier término, cualquier punto, cualquier coma que pueda afectar al tema de la soberanía en un tratado internacional.
En Bruselas, hay interés en conseguir que las negociaciones avancen. No se entendería haber cerrado a principios de este año un acuerdo sobre Irlanda –donde la situación era infinitamente más compleja por los problemas históricos entre católicos y protestantes– y no lograrlo ahora sobre el Peñón. En cualquier caso, se quiere dar su lugar a España que, como miembro del bloque, tras el Brexit logró que la UE le garantizara capacidad de veto para cualquier pacto que se alcanzara respecto a la Roca. Asimismo, Madrid consiguió que la UE mencionara, por primera vez, a Gibraltar como una colonia uniéndose así al criterio que mantiene la ONU desde 1967.
Picardo recalcó el pasado martes que estaban en «conversaciones avanzadas con altos funcionarios de la UE, España y el Reino Unido». «Estamos a las puertas de un acuerdo histórico en el que todas las partes ganarán y ninguna perderá», señaló durante una intervención en la que repitió que «la soberanía británica sobre la totalidad de Gibraltar no está en venta». «Por muy dulce que sea la zanahoria o muy duro el palo, mi respuesta será siempre la misma», matizó.
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