
Entrevista
Amparo Larrañaga: «En el teatro no hay dictaduras»
En plena promoción de su comedia «Victoria» reflexiona sobre sus padres, su familia y la libertad que le da su oficio

Durante la final de la Eurocopa de España, Martín, el hijo adolescente y promesa del fútbol, confiesa que no quiere seguir jugando. Y estalla la mundial. Éste es el atractivo argumento de «Victoria», la nueva comedia que Amparo Larrañaga (Madrid, 1963) estrena el 17 de octubre en el madrileño Teatro Fígaro. Allí me espera. De camino a su camerino, se entretiene fotografiando las paredes, trufadas con carteles de obras de su madre, la inmensa María Luisa Merlo, o de su hermano Luis. Una saga que sigue invirtiéndolo todo en el teatro, donde su apellido -desde su abuela María Fernanda Ladrón de Guevera a su añorado padre, Carlos Larrañaga, es sinónimo de talento, dignidad y bonhomía.
En «Victoria» trabajan su hijo Ángel, su hermano Pedro…¿Ésa es su suerte, Amparo?
Todos los días pienso la suerte que tengo. Mi hermano Pedro tiene la cabeza del productor y yo, la de la artista. Sin él, estaría arruinada. La labor de mi hermano Luis Merlo también es impresionante. Kako porque está retirado. Ahora nos queda mi hermana pequeña, Paula. Está estudiando y no sabemos si va a continuar con esto.
¿Siente Paula Larrañaga, con solo 18 años, la presión de pertenecer a esta saga?
Mis hijos están dentro de la compañía y no son actores. El otro día se lo pregunté a Paula y me contestó: «Estoy en la Universidad, ya veré…». Yo quería ser enfermera, me eché un novio médico y estudiaba con él. Acabé aquí porque mi abuelo se empeñó pero nunca he dejado la medicina. La tengo como afición. Tengo mi operación de corazón grabada y la veo de vez en cuando. Me salvaron la vida.
En el teatro, ¿a su familia le salen las cuentas?
Antes sí. Lo que tú ves montado hoy aquí ha costado miles y miles de euros. Si haces una película, siempre hay una plataforma o una televisión. En el teatro, el dinero que pones para arrancar: decorados, transporte, contratar….todo eso si no funciona….En una secuencia de dos actores hay 70 personas trabajando.
Los autores de «Victoria», Marc Angelet y Cristina Clemente, dicen que el argumento es una «bomba de relojería», ¿Por qué?
Porque todos hemos tenido hijos rebeldes, pero luego hacían o hacíamos lo que nuestros padres querían. Muchos han estudiado carreras sin vocación. La obra se basa en que muchas familias quieren que sus hijos sean Messi o Kroos. La ilusión es ésa. Pero, ¿qué pasa si tu hijo, que juega en la cantera del Real Madrid, dice que no quiere seguir? ¿Le dejas que se equivoque? ¿Le obligas a perseguir tus sueños? El espectador es inteligente y queremos que se ría y piense.
¿Por qué solo hace teatro?
El teatro no impone dictaduras de la belleza ni la de la edad. En esta profesión trabajas si eres joven o muy mayor. Es lo del medio lo que nos cuesta. No quiero depender de que suene un teléfono, de que un iluminador me ilumine bien o encontrar un director que respete mis 47 años de carrera.

Su madre, María Luisa Merlo sigue trabajando con 84 años…
Sigue haciendo “Mentiras inteligentes”. Me dice que cuando acabe ésta se retira porque no quiere estudiar más. Es muy libre. No le importa lo que digan. Y a mí también. Lo que pasa que tengo que seguir trabajando y dependo de muchas cosas.
Cuando han trabajado juntas, ¿qué le ha impresionado?
La mujeres de mis familia ya eran feministas. Mi abuela se casó tres veces. Mi tía fue madre soltera y se fue a México a buscarse la vida. Ellas mantenían a la familia y eran más importantes que sus maridos. He aprendido el esfuerzo del trabajo, el respeto al espectador, a tu compañero…No he visto trabajar a nadie más que a mis padres, de lunes a domingo. Y se iban de gira ocho meses.
¿Sigue sin poder ver imágenes de su padre, Carlos Larrañaga?
Sigo igual. Y han pasado 13 años…Con lo que me costó tirar las cenizas y luego fue una cosa cómica. Las tiramos en Somontes y el viento nos las echó encima. Puedo ver a mi padre joven, pero no de mayor. Me revienta el alma. Le recuerdo constantemente y ahora quiero que mi madre viva 115 años. Creo mucho en la medicina preventiva y, en cuanto me pía con algo, ya estamos en el médico.
Cuando no trabaja, ¿dónde está su lugar?
Me han quitado mis giras de teatro, que eran mi libertad. Siempre digo que tenemos la gran suerte de vivir en el país de los colores. Me conozco España de cabo a rabo. Cuando salgo fuera, porque mi hijo está estudiando en Canterbury, me emociono al ver un banco Santander. Cómo se come en el norte, cómo te ríes en el sur…
Faltan 22 años para que tenga la edad de su madre, ¿cómo se imagina?
Retirada de todo. Llevo trabajando desde los 15 años, siendo madre, porque cuando uno era adolescente llegó el otro, he cuidado de mis padres, y como creo que mis hijos, Ángel e Ismael, no me van a dar nietos…
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