Entrevista

Ana Peña: toros, gres y sin planes de cortarse la coleta

La encontrarás en tendidos pero no en photocalls, aunque su círculo sea la alta sociedad. Así es la CEO de Azulejos Peña: clase y discreción

Ana Peña con su marido Juan Pajares y Carmen Lomana en los toros
Ana Peña con su marido Juan Pajares y Carmen Lomana en los torosCedida

Fue una tarde de emoción y de silencios, de las que no se olvidan. «Sabía que no iba a seguir, pero fue una liturgia impresionante, un adiós lleno de belleza y respeto», recuerda la empresaria Ana Peña mientras rememora aquel día en Las Ventas, sentada junto a Carmen Lomana, observando cómo Morante de la Puebla se cortaba la coleta él mismo. «Esto es arte», sentenció a los presentes. Ana es amiga de Lomana desde hace décadas: la conoció por casualidad cuando vino de acompañante de una amiga al bautizo de sus gemelos hace 28 años. Desde entonces, esa amistad se ha mantenido viva, uniendo respeto, afición por los toros y complicidad en la vida social.

Linaje con historia

Ganadera y empresaria, Ana Peña ha heredado de su padre, Fernando Peña, tanto la pasión por la Fiesta como el amor por la tierra. El pasado mes de enero, tanto Ana como su hermana María José, se enfrentaban a la triste pérdida de su padre a los 93 años. El conocido empresario de Alcora se instaló muy joven en Madrid, donde pronto se hizo un hueco en el sector de la distribución cerámica, abriendo tiendas en lugares tan exclusivos como la Castellana. Fue el fundador de una de las mayores distribuidoras del país, a la que se le atribuye el mérito de ser la que más metros cuadrados de cerámica ha vendido. «Estuvimos 35 años sin discutir -dice sonriendo-. No porque le diera la razón en todo, sino porque sabía escuchar y hacernos sentir parte del proyecto. Hoy, la Finca Palomarejos, en Toledo, que ha sido siempre un refugio familiar, es un espacio de conexión con el campo y con los toros, donde se crían caballos y se cuidan los hierros de la familia, y donde mantiene el vínculo paterno vivo. Vista Alegre y los hierros de Fernando Peña y El Jaral de la Mira siguen siendo para ella un legado emocional. En estas tierras toledanas ha crecido y ha formado a sus hijos, y es allí donde mantiene amistades como las de Blanca Entrecanales, vecina de finca en La Campana de Oropesa, y Dolores de Cospedal, con quien comparte numerosas jornadas de toros y actos sociales. Otra de sus gran amigas, fuera de foco como ella, es Casilda Guerrero Burgos, duquesa de Cardona.

Ana y María José Peña con Erico Navazo, Jean Porsche y Pepe Leal
Ana y María José Peña con Erico Navazo, Jean Porsche y Pepe LealCedida

Ana Peña es también la directora de Azulejos Peña, una de las empresas más reconocidas en el sector de la cerámica, pavimentos, revestimientos, sanitarios y grifería. Con más de tres décadas en la empresa y un equipo de 210 empleados, la compañía dispone de más de 12.000 m² de exposiciones, y celebra más de un siglo de historia. Ana combina la herencia familiar con su formación académica: es licenciada en Derecho y Máster en Dirección de Empresas, pero desde pequeña se sintió atraída por el interiorismo, el diseño y la decoración. Hoy observa con entusiasmo cómo el sector ha evolucionado. «Ver cerámica en escaparates de Gucci o Loewe me emociona». Para ella, el hecho de que la cerámica ocupe un lugar en la alta moda simboliza la evolución y la valorización del oficio, algo que siempre ha perseguido como empresaria y defensora del diseño. Admira a las mujeres que como ella trabajan y llevan una familia con valores y aunque sabe que siempre ha tenido una posición privilegiada y ha sentido el peso del legado junto con su hermana, no tiene intención de retirarse.

Madre de familia

Ana proyecta una fuerza tranquila. Quienes la conocen destacan su capacidad para motivar sin imponerse, su atención al detalle y su lealtad. «He aprendido a tener paciencia y a no precipitarme. Sin eso, ningún proyecto tiene sentido», afirma Peña que apuesta a que las mujeres en la empresa se midan por méritos y no por cupos. Esa filosofía se refleja tanto en su labor como empresaria como en la crianza de sus hijos. Madre de tres, Fernando (27 años) y los mellizos Carlos y Juan, apenas un año menores, ha sabido transmitirles la cultura del esfuerzo: «Han demostrado que saben gestionar, que tienen cabeza y corazón», explica haciendo referencia al gimnasio boutique que han montado en el barrio de Salamanca. «Transforman vidas, la verdad. Hasta su padre se plantea apuntarse».

Esa es su herencia más valiosa. Su habilidad para equilibrar lo familiar y lo profesional también se refleja en su discreción: aunque se mueve en círculos de alta sociedad, rara vez aparece en photocalls y prefiere que sea la marca y el «trabajo sostenido en el tiempo» los que hablen por ella. «Hace poco saqué mi vida laboral y vi que podría jubilarme, pero sigo llena de ideas», zanja.