Elon Musk, vecino no deseado: Texas se le atraganta al magnate

Ni las mansiones en las colinas, ni los millones en el banco, ni la cercanía a Donald Trump han bastado para que Elon Musk se libre del viacrucis burocrático y de la guerra con sus vecinos. En West Lake Hills, una exclusiva zona residencial a las afueras de Austin, Texas, el hombre más rico del mundo ha descubierto que, incluso con una flota de Teslas y personal de seguridad rotando tres veces al día, hay normas que no se pueden ignorar. Al menos, no sin consecuencias.

La historia comenzó discretamente, cuando Musk adquirió una mansión de 6 millones de dólares a través de una sociedad limitada. Pero el misterio se evaporó en cuanto comenzaron las obras: una valla de alambre de espino de casi cinco metros, cámaras de seguridad orientadas hacia la calle, y un constante ir y venir de empleados en vehículos. La rutina del vecindario -compuesto por solo cuatro casas en la misma calle- se convirtió rápidamente en un desfile de movimientos, coches y teclados numéricos.

Conducta inapropiada

Para sus vecinos, el idilio duró poco. Paul Hemmer, un jubilado que preside la asociación local, lideró las quejas: tráfico incesante, empleados de Musk usando otras viviendas como lavandería improvisada, y una seguridad que, según él, roza la paranoia. De hecho, la situación escaló tanto que Hemmer colocó una cámara apuntando a la casa de Musk y llegó a sobrevolarla con un dron buscando infracciones. Musk, por su parte, denunció a Hemmer por conducta inapropiada -incluido un presunto paseo en ropa interior negra-, en una pelea digna de un culebrón.

El verdadero conflicto, sin embargo, se centra en las múltiples violaciones urbanísticas: la valla y la gigantesca puerta metálica superan en tres metros el límite permitido y carecen de los permisos necesarios. Tras meses de quejas, la Comisión de Zonificación y Planificación de West Lake Hills votó unánimemente en contra de conceder excepciones al magnate, argumentando que permitirlo sería abrir la puerta al incumplimiento generalizado de la ley.

Musk alegó que las medidas de seguridad eran imprescindibles dado su perfil público, pero su equipo no obtuvo los permisos a tiempo y tampoco logró convencer a los responsables municipales. La siguiente parada: el Consejo Municipal, que decidirá este 14 de mayo si apoya o revoca la decisión de la comisión.

Musk, que ha trasladado sus operaciones de Tesla, SpaceX y otras empresas a Texas desde 2021, planeaba construir un pequeño feudo personal en la zona. Incluso compró otras dos mansiones cercanas para su familia, incluida la artista Grimes y la ejecutiva Shivon Zilis. Pero la utopía se tambalea: ni la influencia ni el capital han podido detener las normativas locales ni a los vecinos vigilantes. En West Lake Hills, existen reglas. Y Musk aún no ha encontrado la forma de hackearlas.