
Crónica
Los sábados de Lomana: Entre el dolor, la dignidad y el sabor de Asturias
«Mi querido Miguel Lago esta semana ha alzado la voz tras el acoso sufrido por su hija»

Esta semana me siento profundamente conmovida. No por un vestido que no me entra o por una fiesta que no estuvo a la altura, sino por algo infinitamente más grave: el suicidio de Sandra, una niña de 14 años en Sevilla, víctima de bullying en su colegio. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo cuando una criatura decide que no puede más?
Los niños no nacen crueles. Aprenden a serlo. Y lo aprenden en casa, en la mesa, en el coche, en los silencios cómplices de padres que no corrigen, que justifican, que incluso celebran la agresividad como si fuera carácter. Como bien dice mi querido Miguel Lago, que esta semana ha alzado la voz tras el acoso sufrido por su hija, los colegios tienen una responsabilidad ineludible: si hay maltratadores, deben ser expulsados. No hay protocolo que valga si no hay valentía. Basta ya de mirar hacia otro lado. Basta ya de decir «son cosas de niños». Y mientras el país llora la muerte de una niña, algunos se entretienen criticando el Premio Planeta otorgado a Juan del Val. Qué rabia me da esa mezquindad. Juan es un hombre con una inteligencia natural desbordante, un talento innato que no necesita títulos para brillar. No terminó el BUP, y sin embargo tiene más cultura, sentido común y sensibilidad que muchos que coleccionan másters como si fueran bolsos de Hermès. A veces nos quejamos de que los políticos no tienen estudios. El problema es la falta de ética.
¿O acaso alguien cree que Patxi López, Miquel Iceta o Ximo Puig serían algo más que bedeles en la empresa privada? Ninguno de ellos tiene estudios universitarios completos. Y sin embargo ahí están, ocupando sillones que deberían exigir excelencia. Porque cuando un político sale chungo, como el caso de Cerdán, no es por su falta de formación académica, sino por su falta de principios.

Miremos fuera: Winston Churchill, Barack Obama, Angela Merkel, Emmanuel Macron… todos con formaciones brillantes, carreras exigentes, y una vocación de servicio que se nota en cada palabra. En España también tenemos ejemplos como María Teresa Fernández de la Vega, con una trayectoria académica impecable, jurista de prestigio, y una mujer que dignificó la política con su presencia y su rigor. La política debería ser vocacional, como lo es en el caso de José Luis Martínez-Almeida, nuestro alcalde, que con su formación y trayectoria podría estar en cualquier consejo de administración, y sin embargo ha elegido servir a su ciudad. Quizá deberíamos reducir el número de sillones en el Congreso y pagar mejor a quienes realmente lo merecen. Suena mal, lo sé, pero es más práctico que seguir llenando escaños de mediocridad.
Y ahora, cambio de tercio. Me voy a Oviedo a ver a mi querido hermano Carlos. Qué tierra tan maravillosa… Verde, elegante, con esa mezcla de nobleza y autenticidad. Aunque esta semana también ha estado en el centro del huracán por el conflicto con la AP-66 y las declaraciones de Óscar Puente. Qué pena que se hable de Asturias solo cuando hay lío. Yo prefiero hablar de sus paisajes, de su gente, de su cocina y de ese aire que te limpia el alma. Como decía David Hockney, ese genio del color: «El arte no es una cosa, es una forma de ver». Y yo añadiría: la ética también debería ser una forma de ver. En casa, en los colegios, en los gobiernos. Porque sin ella, todo lo demás es puro decorado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar