
Opinión
Los sábados de Lomana: Gafas sin graduar y presidentes sin memoria
"El apoyo a la DANA desde el presidente de la Comunidad al Gobierno central ha sido tibio"

Hay semanas que parecen escritas por Almodóvar en plena inspiración surrealista. Esta ha sido una de ellas. Entre la alta cocina, la alta costura y la baja política, he vivido momentos que merecen ser contados. Empezando, cómo no, por el espectáculo que nos ofreció Pedro Sánchez en su comparecencia ante la comisión del Senado. Un presidente que se presenta con gafas de Christian Dior para leer su discurso, pero que en el alegato final las guarda como si fueran un accesorio de atrezzo. ¿Eran gafas o eran una performance? Porque si no tenían graduación, el efecto era: mucho marco, poco contenido. La escena me recordó a aquella frase de Truman Capote: «Todo el mundo tiene talento, es sólo cuestión de moverse lo suficiente para encontrarlo».
Pues bien, el presidente se movió por toda España con Koldo, y ahora nos dice que fue una «anécdota». ¿Semanas compartidas en coche, confidencias, kilómetros y kilómetros de complicidad política convertidos en un pie de página? Hay que tener la cara más dura que el mármol de Carrara. Y mientras tanto, el Senado convertido en «circo» según sus palabras. Qué falta de respeto a una institución que, aunque no sea el epicentro del poder, merece dignidad. Como decía Coco Chanel, «la moda pasa, el estilo permanece». Y el estilo institucional, por desgracia, parece haberse evaporado. Pero no todo ha sido despropósito esta semana. También he vivido momentos de auténtico deleite. El primero, la cena organizada por «Vanitatis» en el restaurante Coque. Allí coincidí con Eugenia Martínez de Irujo y otros buenos amigos. Coque es una joya gastronómica, donde cada plato es una sinfonía de sabores. El servicio, impecable; la atmósfera, envolvente; y el menú, digno de un Botticelli culinario.

Y como si el universo conspirara para regalarme belleza, también asistí a la presentación de la colección de Tete By Odette, en el Hotel Bless de la calle Velázquez. La colección es una maravilla: femenina, sofisticada, con ese toque de modernidad que no renuncia a la elegancia. Pero lo que me dejó literalmente difusa fue la cocina del hotel. ¡Qué descubrimiento! Un festival de texturas, aromas y sabores que me hizo olvidar por completo las gafas sin graduar y las amnesias presidenciales.
Y hablando de olvidos, esta semana se cumple un año de la DANA que azotó la Comunidad Valenciana. Desde aquí, quiero mandar mi cariño a quienes sufrieron aquel desastre. Un cariño que, quizás, no ha llegado con la misma intensidad desde las administraciones. Desde el presidente de la Comunidad hasta el Gobierno central, el apoyo ha sido más tibio que un gazpacho mal servido. Yo, desde luego, no me olvido. Y el problema de la ciudadanía, a veces, es la desmemoria de sus gobernantes.
Pero no todo está perdido. Hay noticias que iluminan el horizonte como un faro en medio de la niebla. Woody Allen va a rodar una película en Madrid. Y el título incluirá el nombre de la ciudad, como hizo con Barcelona. Adoro a Woody, su cine inteligente, su humor ácido, su capacidad para retratar lo absurdo de la vida con una elegancia que ya quisiéramos ver en el Congreso. Que venga Woody es como si nos visitara un viejo amigo que sabe contar nuestras historias mejor que nosotros. Esta semana ha sido un cóctel de emociones. Un cóctel servido en copa de cristal, de verdad, no como las gafas vintage de Pedro Sánchez.
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