Empresarios
Los Pierre, la nueva «beautiful people»
Los primos Óscar y Carlos Pierre, fundadores de Glovo y Badi, encarnan una generación de emprendedores tecnológicos que solo trasnochan para trabajar y despachan en 15 minutos
En la España felipista, tan espléndida en escándalos de alto vuelo, fotos intimísimas y tiburones de las finanzas de bragueta floja, los primos de moda eran los Albertos, los de la gabardina. Saltaban de las páginas salmón a las crónicas rosas con una agilidad pasmosa. Tres décadas después, el éxito lo marca otra pareja de primos, los Pierre. Óscar (Barcelona, 1992) y Carlos (Barcelona, 1991), fundadores y directivos de Glovo y Badi, respectivamente.Guapos, millonarios y con pedigrí, su perfil es el de una nueva «beautiful people», que trasnocha para trabajar y zanja en 15 minutos asuntos en los que aquellos otros invertían sobremesas tediosas.
Un cuarto de hora es lo que tardó Óscar Pierre en despachar esta misma semana con el juez la causa penal por la que se investigan las condiciones laborales de los empleados de Glovo, hasta ahora contratados como falsos autónomos. Solo 24 horas antes había anunciado su decisión de regularizar la plantilla, aunque indicó que no era estrategia, sino coincidencia y fruto de su voluntad de mantener «la paz social con las administraciones» con el fin de poder desarrollar su actividad sin tensiones ni conflictos. No obstante, insiste en defender su modelo laboral como «lícito».
Así se las gastan los Pierre. Son líderes visionarios e ingenieros emprendedores que siguen la estela que marcó la élite tecnológica de Silicon Valley. Con determinación y una gran fuerza de voluntad, innovan, arriesgan y persiguen proyectos cada vez más ambiciosos que tienen un profundo impacto en la calidad de vida de las personas. Incluso en su «dress code», tanto Óscar como Carlos rubrican la diferencia con respecto a generaciones anteriores de directivos. Su estilo es informal, pero milimétricamente estudiado de acuerdo con el mantra que impera en Google desde hace tiempo: «puedes hablar en serio sin vestir traje». En su lugar, imponen el lujo silencioso con looks de marca cómodos, funcionales, relajados y modernos.
Sus vidas privadas son tan discretas que ni siquiera nos darían para un titular llamativo con sus romances o aventuras. Lo que no se ve no existe y de lo que se ve poco hay que comentar. Óscar se mantiene leal a su amor de juventud, Elena, una anestesista del Hospital Sant Joan de Déu con la que empezó a salir a los 16 años. Ingeniero aeroespacial, completó su carrera en Georgia Tech (Estados Unidos) y antes de terminar sus estudios ya había lanzado Zikkomo.com, una plataforma solidaria en Malawi, y LoveItLocal.es, una página destinada a impulsar los negocios artesanales locales. Un detalle decisivo en su biografía son sus vacaciones, desde los 16 años, trabajando como voluntario en el sureste africano.
En 2015, con 22 años cofundó, junto a Sacha Michaud, la aplicación de reparto de comida a domicilio Glovo. Dos años después, fue nombrado por Forbes uno de los jóvenes europeos más influyentes. En cinco años, el valor de la app ya superaba los mil millones de euros. Hoy está presente en más de 1.500 ciudades de 23 países y, además, invierte en otras áreas tecnológicas y fondos de capital riesgo. Su patrimonio personal de 170 millones de euros nos da una idea de este meteórico crecimiento. Sus pasos el martes pasado hacia la Ciutat de la Justicia de Barcelona delataban que el camino no ha sido fácil y, sin duda, la peor china en el zapato han sido las continuas denuncias por su modalidad en la contratación.
Su tatarabuelo echó raíz
Salvando las distancias, esta pareja de primos, símbolo de liderazgo y transformación digital, continúa un legado que empezó su tatarabuelo, un emprendedor francés que llegó a San Juan de las Abadesas (Gerona) en 1830 para abrir una fábrica de ovillos de lanas que empleó a más de mil personas. Antes de que la crisis del sector textil obligase a echar el cierre, sus sucesores ya estaban embarcados en otros proyectos. Por vía materna, el CEO de Glovo es nieto de Ramón Miquel, que creó la distribuidora alimentaria Miquel Alimentació, vendida en 2015 por 110 millones de euros. Su padre, Óscar Pierre Prats, es fundador de la consultora digital Aggiy y exmiembro del consejo de administración de RTVE; y su tío Pablo Pierre Prats, padre de Carlos, impulsó la firma jurídica Pierre Abogados.
En su entorno barcelonés no tardan en encontrar un rasgo que define a los Pierre: la pasión por el trabajo. Durante generaciones, cada miembro del clan se ha ido empapando de una cultura basada en horas de mucha presión y de trabajo en solitario. Los primos Pierre viven desde pequeños como algo excitante el impulso de nuevos proyectos y la expansión de los que ya existen.
En su tiempo libre, disfrutan de la familia, la pareja, los amigos y algunos deportes, como la vela y el kitesurf. Pero lo que realmente está prendido en sus vidas es el esfuerzo. Óscar padre pasaba sus veranos en la fábrica de San Juan de las Abadesas, donde la jornada empezaba a las 7 de la mañana. El hijo recuerda cómo en sus noches de estudio hasta bien entrada la madrugada, su progenitor continuaba con las luces de su despacho aún encendidas.
Conexión del clan con Albert Rivera
Otra de las emprendedoras con apellido Pierre es Claudia, hermana de Carlos. En 2021, impulsó la startup de asesoría legal Meeting Lawyers. La compañía, que pone a disposición de sus clientes un chat en el que pueden preguntar sus dudas legales a profesionales del derecho especializados en multitud de áreas, está presidida por Albert Rivera. El expolítico de Ciudadanos abandonó en 2019 la política para dedicarse a la abogacía. Dos años después, anunció su aventura como emprendedor sumándose a este servicio que garantiza un abogado activo en cada especialidad y responde a las consultas legales sin intermediarios ni citas previas. Los profesionales resuelven dudas en menos de dos minutos, las 24 horas y durante los siete días de semana.
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