Brexit

Reino Unido reabre la batalla con la UE por el Protocolo de Irlanda

Londres presiona a Bruselas para modificar el punto más delicado de la tortuosa negociación y dejar a Belfast fuera de la supervisión del Tribunal de Justicia de la UE

Boris Johnson, el “rockstar” de la causa euroescéptica, vendió el mensaje de que el Brexit sería fácil. Como buen populista, su campaña estuvo centrada en asegurar que, fuera de la UE, el Reino Unido se convertiría en un mundo lleno de nuevas oportunidades. Pero, de momento, no hay señales del paraíso. Los británicos apenas llevan a efectos prácticos diez meses fuera del bloque y los problemas no cesan. Sin embargo, en lugar de asumir responsabilidades, Downing Street quiere ahora renegociar con Bruselas los puntos más delicados del divorcio. Este es el mensaje que David Frost, secretario de Estado británico para el Brexit, trasladó ayer en Lisboa, tras su reunión con la secretaria de Estado para Asuntos Europeos del Gobierno portugués, Ana Paula Zacarías.

Lo que plantea ahora el Gobierno británico es negociar un nuevo Protocolo de Irlanda porque considera que el arreglo que se estableció con la UE no funciona. Dicho protocolo viene a ser el Santo Grial del pacto que acordó con el divorcio. Cuando los británicos votaron en 2016 por salir del bloque comunitario, el principal desafío que se planteó en las arduas negociaciones con Bruselas fue el de no crear una frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte que pusiera en peligro la paz entre católicos y protestantes. Junto con Gibraltar, es la única frontera terrestre que existe ahora entre el Reino Unido y el bloque.

Las cosas habrían sido más fáciles si el Reino Unido se hubiera quedado dentro de la unión aduanera, en su día, una propuesta de Theresa May. Sin embargo, cuando Johnson llegó a Downing Street se opuso. Y en su lugar dejó sólo a Irlanda del Norte alineada con el mercado único, es decir, con un estatus diferente al del resto del país. Eso obliga ahora a que los productos que vayan de Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra y Gales) a Irlanda del Norte pasen por una serie de controles que el primer ministro no está dispuesto a cumplir porque están creando problemas de abastecimiento y tensiones políticas con los unionistas. Son los problemas que todo el mundo anticipó pero él se negó a admitir. Y a fin de evitar el caos, el «premier» ha llegado a aplazar de manera unilateral hasta en tres ocasiones las nuevas reglas de juego.

En este sentido, Frost exige ahora una revisión drástica del Protocolo, empezando por la retirada de una de sus disposiciones fundamentales: la supervisión judicial de la aplicación del tratado en la región por parte del Tribunal de Justicia de la UE.

«No se trata únicamente del tribunal en sí mismo. Es el sistema mismo del que el tribunal es su vértice, un sistema por el que se aplican en Irlanda del Norte leyes sin ningún tipo de escrutinio democrático o de discusión», señaló. «Incluso ahora que la UE considera posibles soluciones al problema, su comportamiento tiene un aire de sugerir ‘’hemos decidido lo que es mejor para vosotros, y vamos a hacer que se cumpla”», remató. Londres considera que la UE está ejecutando una versión muy estricta de lo acordado. Pero lo único que hace Bruselas es aplicar el pacto al que Downing Street se comprometió al firmar la separación.

La amenaza del artículo 16

Según Frost, las relaciones con el bloque están ahora en «equilibrio flojo» y «algo rebelde», aunque, a su juicio, «no siempre tiene que ser así». Frost se refirió a que el Brexit ha modificado los intereses internacionales de Reino Unido y, por tanto, cambiarán sus reglas de «relaciones europeas», y dijo que Londres marcará un camino diferente en política económica. A fin de calmar las tensiones que se viven ahora en la provincia británica, Frost presentó el pasado mes de julio una serie de propuestas a Bruselas que pasan por eliminar la barrera de aduanas entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte, lo que daría acceso al Reino Unido al resto del Mercado Interior y dejaría en manos de la buena fe y de las inspecciones puntuales que productos no autorizados por la UE crucen la frontera invisible que divide la isla de Irlanda.

Está previsto que el vicepresidente de la Comisión Europea (CE) para Relaciones Interinstitucionales, Maros Sefcovic, se pronuncie este miércoles al respecto. Con todo, hay líneas rojas que no está dispuesto a cruzar, como el papel del Tribunal de Justicia de la UE. Si no se cumplen sus expectativas, Londres no descarta activar para finales de mes el artículo 16, un freno de emergencia que permite que cualquiera de las partes adopte medidas unilaterales si considera que el protocolo está causando «graves dificultades económicas, sociales o ambientales que pueden persistir» o perturbar el comercio. Si alguna de las partes no está de acuerdo con la acción de salvaguardia unilateral, puede tomar represalias con «medidas de reequilibrio proporcionales». Por lo tanto, no se descarta que, a modo de respuesta, Bruselas pudiera imponer aranceles a las importaciones británicas en la UE o una suspensión parcial del acuerdo de libre comercio más amplia entre la UE y Reino Unido. En definitiva, un auténtico caos, muy alejado del paraíso prometido.