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RE: Selvático animal

Diego Vasallo: “En este país es complicado tener una carrera artística larga”

Otrora mitad de los míticos Duncan Dhu, el artista reflexiona sobre lo complicado de mantenerse en el candelero cultural nacional

Diego Vasallo, ex Duncan Dhu
Diego Vasallo: “En este país es complicado tener una carrera artística larga”TOM NOGALESTOM NOGALES

Es el Diego Vasallo de hoy, a aquella mitad de Duncan Dhu que recordamos, lo que Raichu a Pikachu: versión evolucionada con la piedra trueno de la experiencia. Mantiene inalterable de aquel la pasión por la música y una inclinación natural e irredenta por las artes plásticas. “Me siento como en una segunda vida. O tercera”, ríe. “Me encuentro en un momento musical muy activo, bastante más que hace unos años. Incluso a mí me sorprende, porque en cierta manera me siento rejuvenecer en el aspecto creativo. Con muchísima curiosidad. Estoy escuchando muchísima música, buscando nuevas formas. Voy a grabar unas nuevas canciones y es en ellas donde quiero empezar a explorar estos nuevos caminos. Me siento muy inquieto últimamente en lo musical y es una sensación que me gusta, porque me activa y me hace mirar hacia adelante, buscar nuevas vidas, no quedarme en los sitios más cómodos”. Una mitad aquella que, por situarse un paso atrás quizá, satisfecho en el segundo plano, le permitió reinventarse, con total libertad y sin grandes dificultades, tras la disolución del grupo. “Yo creo que nadie esperaba nada de mí”, explica. “El cantante generalmente es una imagen muy evidente de una banda o un grupo, la voz es muy reconocible en un proyecto musical. Mi voz no se conocía porque yo había estado es ese segundo plano, así que después de Duncan Dhu me sentí muy libre y sentí que podía reinventarme totalmente libre. Me inventé un grupo ficticio, Cabaret Pop, una especie de experimento con el que, a principios de los noventa, probé con cosas que no había hecho nunca y que no tenían nada que ver con nuestra trayectoria: electrónica, música de baile, sonidos occhenteros, sintetizados… Luego, a partir de ahí, he hecho siempre lo que he querido y lo que he sentido que me pedia el cuerpo. A veces incluso he llegado a pensar que quizá he dado demasiados bandazos en mi trayectoria, cambios muy bruscos, y he podido desconcertar incluso a mis propios seguidores. Aunque quizá ellos lo que esperaban de mí era precisamente eso”.

Apuesta Vasallo, siempre lo ha hecho, por el riesgo y los cambios, por la más absoluta libertad creativa. Y en eso está: “Presiento ya que otro cambio se avecina. Hace tiempo que renuncié a una trayectoria más lineal y ahora mismo estoy en ese momento. Ahora me meto enseguida a grabar unas canciones nuevas que van a componer el próximo EP, un disco de cinco o seis canciones que espero salga este mismo año, y ahí van a aparecer ya cosas diferentes”. Es muy consciente el músico de su fortuna: “Si no hubiera sido por el éxito en los 80 y 90 de Duncan Dhu yo no podría estar viviendo hoy de la música ni de ninguna actividad artística. Eso lo que me ha permitido, en cierta manera, volar un poco libre y hacer lo que me ha apetecido desde la disolución del grupo, hace ya más de veinte años. Yo lo sé. Y si en una carrera artística tener éxito es bastante complicado, tenerlo dos veces a lo largo de toda una trayectoria es casi imposible. Soy muy consciente de ello y por eso no es lo que yo estoy buscando. Me conformo, y estoy muy satisfecho con ello, con poder seguir teniendo una carrera musical. Seguir trabajando en esto, seguir haciendo cosas. Quizá la segunda cosa más difícil después del éxito, y más en este país, sea tener una carrera larga. Es complicado mantenerla. Yo, si es por tiempo, la tengo. Son ya casi cuarenta años. Pero es y ha sido una carrera con sus dificultades y sus altibajos. No siempre puedo hacer lo que quiero, hay que amoldarse a las circunstancias que tienes en cada momento. Pero estoy muy contento de seguir haciendo discos, de seguir trabajando y seguir explorando que, para mí, es lo que da sentido a todo esto”.

Explorando y no solo en lo musical. El inquieto Vasallo es también virtuoso con el pincel. “En realidad fue la música la que se cruzó en mi camino de manera inesperada, no al revés como pueda parecer. Yo iba encaminado hacia algún trabajo probablemente plástico. Empecé a estudiar arquitectura, estuve en alguna academia de diseño gráfico, me gustaba la ilustración y el cómic, la pintura… Yo he pintado siempre, desde que era muy crío. Y realmente, tanto yo como todo mi entorno, pensábamos que esa era mi vocación más evidente. Si yo he tenido algún talento natural, siempre he pensado que era el plástico. He tenido una facilidad innata para las artes plásticas desde muy crio y es algo que he hecho siempre. Todo lo relacionado con lo plástico para mí ha sido un medio muy natural. Hasta que se cruza la música y fue una especie de contagio, un virus que te entra y hasta hoy”. Compagina el artista, doblemente talentoso, doblemente afortunado, sus dos pasiones. Pintor y músico, Vasallo sigue girando con su “Caemos como cae un ángel” mientras expone también su obra. “De momento voy a seguir compaginando música y pintura, sí. No me puedo quejar. Ahora mismo, por ejemplo, inauguro una exposición en Murcia, en el Colegio de Gestores Administrativos de Murcia, el próximo día 4 de febrero. He acabado más en el mundo pictórico, aunque el cómic es un medio que me ha gustado siempre muchísimo y que siempre ha tenido mucha relación con la música rock, así que ahí estaban mis dos pasiones. Colaboré en algunos fanzines allá por los 80, aquellas revistas fotocopiadas y grapadas, que eran un formato que me parece fascinante. Con los años pasé del cómic a experimentar con la pintura y he acabado más en la pintura en formatos más grandes”.

Y con tanto trajín encuentra el artista (artista es la palabra) paz y refugio en el campo: “me gusta la vida tranquila, soy muy de rutinas. Mi día a día es de lo más apacible y, además, es algo que busco consciente y premeditadamente, porque siento que ese es mi pulso vital por naturaleza”. No es de extrañar que las redes sociales no sean para él. “No me gustan nada”, afirma sin ambages. “Y no me informo en ellas. Para mí no son más que un medio casi obligado, una herramienta profesional sin más. Pero no son para mí. Sigo la actualidad, me gusta mucho hacerlo, sobre todo política y social, pero lo hago por otros medios, sobre todo la radio. Soy un poco antiguo, de otra escuela: yo lo que hago es ponerme la radio por las mañanas”.

La desnudez es el sitio

Por Javier Menéndez Flores

Cualquier ciudad del mundo puede ser la capital del rocanrol si un adolescente lo desea con toda su alma. Diego lo intuyó aquella tarde de risas y embriaguez temprana en la playa de La Concha, y esa idea cobró cuerpo de certeza en la soledad de su habitación de la casa paterna, donde era imposible sentirse solo porque los vinilos con los que convivía lo abrazaban muy fuerte y lo blindaban frente al hielo exterior. Y en las clases de latín, o tal vez fuese en las de matemáticas, cuando el tedio lo arrinconaba y pensaba que estaba a punto de ahogarse, siempre aparecían Elvis Presley o Johnny Cash "deus ex machina" y el corazón le aumentaba dos tallas. Y el profesor que movía la boca sin que de ella saliera sonido alguno nunca le enseñó lo que tuvo que aprender por sí mismo, que el deseo y la imaginación lo son todo porque anulan la atroz realidad.

Son tantas las cosas que creíamos imprescindibles y de las que ya no guardamos memoria. Y desde la única alternativa a la fama no hubo apenas distancia. Todo sucedió a tal velocidad que no acertó a colocarse el chaleco antibalas ni el salvavidas, y el tsunami del ruido y la pérdida de la intimidad lo arrolló con lo puesto. Y cien gaviotas fueron adonde él jamás imaginó que irían, y aún menos que lo llevarían con ellas.

El adiós tenía nombre de crepúsculo, pero el duelo fue el final sin después de aquellos dos en la carretera. Aunque él ya llevaba un siglo en otra. Desde aquel lúdico Cabaret Pop, con el que se sacudió los prejuicios y abrió la mente a otras emociones –tecno de los ochenta, música negra, Prince, ¡Michael Jackson!–, hasta arribar a sí mismo, Diego Vasallo, con nombre y apellido. ¿Vender, dices? Pero qué ordinariez es esa. Para eso están los fabricantes de escobas o detergentes, porque aquí hemos venido a otra cosa. A atrapar lo mejor de la vida, a supurar arte. Y si tengo la fortuna de llegar a muchos, benditos sean. Y si no, nada de dramas. Porque, suceda lo que suceda, cuando Diego se pone a caminar es una cabeza despejada que se dedica a la caza –un adjetivo, una imagen, un sonido–, y de ese estado de gracia no tiene previsto salir en los próximos cien años.

Solo que la música no alcanza para aplacar tantísima sed. Y hay un zumbido ahí arriba que pide pintar, dibujar, escribir. Tocarlo todo sin miedo a nada. Y cuando pinta lo hace igual que canta, sin una gota de estridencia, quedamente. Es como si a William Turner se le hubieran agotado los colores y su melancolía se hubiese vestido para un funeral. Y sus versos tienen la luz de los amaneceres sin resaca. Bruma y búsqueda de uno mismo, en fin. Nada más que destellos de poesía.

No hay personalidad artística a la que no delate su carrocería. En Diego puedes ver al Aute de la edad madura, e incluso cuadra con la imagen que todos tenemos de Alonso Quijano: una engañosa fragilidad; el aire extraviado de quien parece hallarse en cualquier otra parte. Y posee la elegancia silente de George Harrison y Nick Cave. Porque pertenece al club de los que miran muy fijo.

Pero lo medular es que Diego Vasallo renace con cada nuevo trabajo. Que sube peldaños en una huida constante de la artificialidad, esa estafadora que vende playas que no puedes oler ni pisar. En ese viaje que inició hace cuatro décadas ya, ha ido eliminando capas, soltando lastre, desprendiéndose de todo lo innecesario. Y avanza decidido hacia ese paraíso absoluto que consiste en tratar de explicar la vida con los mínimos elementos. La obra sin cáscara y con mucho zumo. Como el cuerpo sin ropa, ligero pero rotundo. Puro.