La hija de Gisèle Pelicot explica por qué se llegó a avergonzar de su madre
«Y dejé de llamarte papá» es el testimonio crudo de Caroline Darian, hija y víctima del violador Dominique Pelicot


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La historia está a la altura de la ficción más siniestra o de la realidad más impensable: de la del «Monstruo de Amstetten» a la de Jean-Claude Romand, «El impostor» que narró Carrère.
Hasta que se descubrió el horror, Mazan era una tranquila población de la Provenza francesa de apenas cinco mil habitantes; hasta que se convirtió en el epicentro de la sacudida –nacional e internacional– que ha provocado el terremoto del «Caso Pelicot» o de «las violaciones de Mazan» en uno de cuyos hogares se produjeron los terribles hechos –Gisèle Pelicot fue violada por al menos cincuenta hombres durante una década por iniciativa y disposición de su marido, Dominique, quien la sometía químicamente–, que marcaron para siempre este pueblito del sureste galo, ubicado en las faldas del Mont Ventoux, aquel coloso alpino que coronó Petrarca por primera vez en el siglo XIV y en cuyas míticas rampas se dejó la vida el ciclista británico Tom Simpson, puesto de anfetaminas, como Gisèlle, hasta arriba de somníferos, pero uno por la voluntad propia y la otra, por la mano ajena.
Algo así como un Mount Ventoux emocional es lo por lo que ha pasado, y por lo que pasa, Caroline Darian, hija de Gisèle y Dominique Pelicot, quien en la primavera de 2022, antes del famoso juicio, publicó en Francia «Et j’ai cessé de t’appeler Papa» –publicado por Seix Barral el pasado miércoles 22 en España con el título «Y dejé de llamarte papá»– un testimonio valiente donde narra el terrible descubrimiento de que su padre era un monstruo, y donde trata de explicar el difícil dilema de ser hija de la víctima y del agresor: de hecho, llega a confesar que sintió «vergüenza de llevar el apellido Pelicot», tanto por su padre... ¡como por su madre!
Ello le llevó a reflexionar sobre la culpabilidad de la víctima en estas situaciones, en estos procesos, de ahí que idease la frase posteriormente convertida en eslogan «La necesidad de que la vergüenza cambie de bando»: «A las víctimas no les compete llevar la carga de la vergüenza a sus espaldas», explica Caroline Darian desde su piso de París, con expresión serena, el pelo entrecano recogido en una coleta rubia y unas gafas de pasta de color carey.
«No regalarles un juicio a puerta cerrada fue una manera de dar fuerza a esa frase, de que la vergüenza la sintieran los acusados, además de visibilizar la violencia del proceso judicial», abunda la hija de Gisèle Pelicot, quien es admirada mundialmente por abrir al mundo un proceso tan personal y duro que finalizó el pasado 19 de diciembre de 2024 con una condena de 30 años por violación agravada para su exmarido, y sendos castigos –todos ellos por debajo de lo que pedía la fiscalía– para 49 de los acusados por violación, de los cuales 17 han apelado.
«Dominique –no le llama papá, claro– ha recibido la pena que tenía que llevarse: tiene 70 años y le han caído 20; con lo que probablemente no salga de la cárcel el resto de su vida, salvo que, dada su edad, cumpla sólo dos tercios de la condena», valora la sentencia Caroline Darian, insatisfecha con la pena impuesta al resto de violadores: «¡algunos menos de diez años!».
La sumisión química
Asegura Caroline Darian –en realidad Caroline Peyronet (apellido de casada), pero que tomó ese seudónimo en homenaje a sus dos hermanos, David y Florian, sendos pilares en su vida– que «escribir este libro me ayudó a transitar este cataclismo», y, además, «estudiar la sumisión química tambiém me ayudó bastante, porque siento –asegura la autora– que se trata de algo mucho más amplio, de salud pública: el compromiso con esta causa supera el trauma personal».
Caroline Darian fundó en 2023 la asociación «#MendorsPas: Stop à la soumission chimique», un tipo de agresión «que no se limita al entorno de la discotecas, si no que está mucho más presente en la sociedad de lo que creemos: en Francia, hasta el 90% de los casos no se detectan; los médicos no tienen la formación adecuada para detectar la sumisión química entre sus pacientes».
«Supuestamente iba a ser un proceso judicial histórico sobre la sumisión química. Me hubiese gustado una aplicación de las penas estricta y rigurosa para el conjunto de todos los individuos juzgados», concluye la autora de «Y dejé de llamarte papá».
Darian no duda de que su padre abusara también de ella
Caroline, por supuesto, es una víctima... colateral, moral, familiar. Pero no es una víctima «judicial»: no hay una sentencia que declare que fue carne de abusos por parte de su progenitor. «No tengo ninguna duda de que fui víctima de las veleidades de Dominique», asegura la autora. «Creo que no se detuvo con mi madre: la segunda presa fue yo», abunda. Sin embargo, prosigue, «él no tiene capacidad de admitir la realidad en su conjunto. Se negó a contestar mis preguntas, y, por tanto, me quedo con mis dudas y certidumbres».