Celebración

Día Mundial del Teatro: el año en el que los sustitutos fueron titulares

No copan los focos en los grandes carteles, pero, en un año tan raro como el pasado, invadido de cancelaciones, los «covers» han sido fundamentales para mantener el telón bien arriba en todo momento

Juan Bey hace las sustituciones de Scar en «El Rey León»
Juan Bey hace las sustituciones de Scar en «El Rey León»Jesús G. FeriaLa Razon

Juan Bey advierte que no es futbolero, pero sí le sirve el deporte rey para explicar en una frase qué es un «cover»: «Es el que está en el banquillo». Simple de explicar (sin entrar en matices), pero no tan fácil de llevar a la práctica. Porque un sustituto no solo está para cubrir a un compañero en cualquier momento, ante cualquier improvisto. Está entre bambalinas, o en los hombros del escenario, para cumplir con una de las máximas de las representaciones, aquello que grabaron a fuego los chicos de Queen: «The show must go on». «El espectáculo debe continuar por encima de absolutamente todo», explica un contundente Bey, titular del personaje de Zazú en El Rey León y, a su vez, «cover» del de Scar.

El actor ha empezado esta temporada en el musical por excelencia de la Gran Vía de Madrid, en el Teatro Lope de Vega, pero el mundo del musical lo tiene más que controlado desde hace años: Anastasia, El guardaespaldas, Priscila..., por lo que acota los diferentes tipos de sustituto que uno se puede encontrar por estos lares: «Alternante, que tiene funciones fijas para dar descanso a los demás; “cover”, el que desde dentro del elenco de bailarines o cantantes/actores cubre a sus compañeros; “swing”, el que releva a los bailarines; y “walking cover”, que es el que, sin hacer la función, espera en el banquillo». Son todos ellos piezas fundamentales para que el engranaje de las grandes producciones no falle nunca, para que, hasta en meses tan complicados como los de la pandemia, todo siga adelante y no se note desde la butaca.

Sin embargo, estas figuras son mucho más puntuales, por no decir inexistentes, en el caso del teatro de texto. Donde los proyectos cuentan con el elenco justo (y gracias) por una cuestión, básicamente, de presupuesto. Pero el Covid y las bajas de todo tipo no entienden de dinero ni de días libres y aparecen, por norma, en el peor momento. Les ocurrió a los chicos de Nao d’Amores el pasado diciembre. Programaban la Numancia cervantina en el Teatro de la Comedia y el coronavirus hizo acto de presencia en su última semana. Javi Lara caía enfermo y Ana Zamora, responsable de la dirección y de la adaptación del texto, tiró de agenda para encontrar un remplazo. Ahí estaba él, Ernesto Arias, viejo conocido de la segoviana y actor curtido en mil batallas, aunque muy lejos del cartel canónico de «cover». No pudo, no supo, decir que no, y a las 24 horas ya estaba subido las tablas principales de la calle Príncipe.

Pero no fue una sustitución al uso. No hubo tiempo para aprenderse el texto, por lo que apareció con el libreto en mano: «Son cosas que pasan de la noche al día y la gente del teatro sabemos que hay que hacer todo lo posible para que se suba el telón. Suspender siempre es la última posibilidad», justifica Arias. Ni estar en plena sexta ola, la de Ómicron, es excusa. El intérprete reconoce que le «incomodó» la situación «porque la función siempre debe continuar, pero no a cualquier precio. Hay que mantener la excelencia. Aunque al tratarse de los últimos días del montaje y al ser una situación excepcional –continúa– aceptamos y ofrecimos una explicación al espectador. Si se suspendía ya no se podría ver más. Hay que avisar y, normalmente, se acoge de una manera especial al tratarse de una función única, especial».

Coincide Bey en que es fundamental mantener el nivel «por el patio de butacas»: «Los musicales son fábricas de magia y no puedes fallar en nada. Como los aviones, todo debe ir por duplicado. Todo está pensado para que, en caso de que algo ocurra, no se note. El precio de la entrada no baja esté el titular o el “cover”. La gente compra una porción de magia y no le puedes dar menos».

Pero la de Numancia no fue la única aparición por sorpresa de Arias. «Tuve una peor», recuerda de una sustitución «en el mismo día» para El perro del hortelano, en el Canal. Rodrigo Arribas, de la Fundación Siglo de Oro, tuvo un accidente y el actor tuvo que cubrir el hueco en lo que se llama «una sustitución “killer”», apunta: «Estaba ensayando otra obra y cuando salí a las 3 de la tarde me llamaron. “Te ponemos un pinganillo y lo haces”, me dijeron. Así que hice de Teodoro esa misma noche. Tenía la suerte de que era un texto que conocía muy bien, lo había hecho unos años antes, pero, aun así, estaba en manos del que me hablaba al oído. Ahí hay que tener un buen vínculo y estar bien organizado. Es toda una técnica. Creo que hasta se hizo una crítica de esa función».

De carreras y prisas también sabe María Moreno, «swing» femenina de Ghost (José Miralles se ocupa de la parte masculina): «Con Ómicron ha sido una locura, cada día caía una persona y siendo dos “swings” estábamos que nos moríamos. Cada jornada tocaba rediseñar el musical, pero no solo dentro del elenco, también entre los técnicos», reconoce de una experiencia que «te curte». «Cuando la gente dice que alguien tiene muchas tablas no sé cómo explicarlo; lo que tengo claro es en que situaciones como las que vivimos esos meses tienes que ser resolutivo, que es lo más importante. No te queda otra». La artista, inmersa ahora en la gira del musical por toda España, asegura que hay momentos en los que «solo quería llorar», pero que no tenía tiempo ni para ello «ni para explotar».

Bromea Moreno con que entre ella y Miralles podrían hacer el musical entero, «nos lo sabemos todo», ríe. «¿Te acuerdas de “Lluvia de estrellas”?», pregunta y responde: «Pues esto es igual. He llegado a decir mi frase, he salido del escenario por un hombro y entrar por el otro a la carrera, saltando y cambiándome la ropa sin parar. El “show” de detrás es casi mejor en muchas ocasiones. Es increíble. Es una jungla. Es “Jumanji”. Al final, es divertido, rompe la monotonía». En definitiva, el del sustituto es uno de esos roles en la sombra, que, sin llevarse los focos principales, hace que se cumpla la bendita (vieja y nueva) normalidad.

UN TRABAJO INGRATO QUE SALVA LA FUNCIÓN

No es fácil aprenderse un musical entero, más todavía si se trata de tener en la cabeza cada uno de los movimientos de tus compañeros para saltar en el momento que sea necesario, sin avisos previos, pero, como explica María Moreno, es una cuestión de entrenar la memoria: «He sido camarera, e igual que entonces me aprendía los cafés que pedía cada cliente cada día, ahora me sale solo lo de las coreografías. Es una cuestión de entrenar la cabeza», asegura la bailarina. Un trabajo que no siempre sale a la luz, pero que tiene que estar hecho por si las moscas. «Un “cover” salva una función y es un trabajo ingrato que no se valora lo suficiente. Tenemos que estar en alerta constante y yo lo disfruto. Eso sí, una vez que cumples, es más fácil que te llamen para más sustituciones», apunta Juan Bey.