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Juan Carlos Galindo, economista, sobre el fraude económico: “¿Alguna vez has visto esa tienda en tu barrio que nunca tiene clientes, pero sigue abierta?”

Tiendas de barrio sin un alma dentro pero con la persiana siempre subida. No es un misterio sin resolver, sino una calculada estrategia con dos objetivos muy claros: el fraude fiscal o el blanqueo de capitales

Un pequeño comercio de confección permanece cerrado mientras que una funeraria anexa permanece abierta el pasado mes de enero
Un pequeño comercio de confección permanece cerrado mientras que una funeraria anexa permanece abierta el pasado mes de eneroBIEL ALIÑOAgencia EFE

Es una estampa familiar en cualquier ciudad española: un local comercial que, día tras día, permanece abierto sin que jamás se vea un alma en su interior. Lo que para el viandante es un misterio a pie de calle, para los especialistas tiene explicaciones muy concretas, que se mueven en el delicado equilibrio entre la picaresca fiscal y el delito puro y duro. Un negocio que nunca vende nada pero que nunca echa el cierre es, casi siempre, una señal de que algo ocurre en la trastienda.

De hecho, la pregunta la pone sobre la mesa Juan Carlos Galindo, uno de los mayores expertos en fraude y blanqueo de nuestro país: "¿Alguna vez has visto esa tienda en tu barrio que nunca tiene clientes, pero sigue abierta?". Su interrogante no es retórico, sino el punto de partida para desenmascarar dos realidades muy distintas que pueden esconderse tras esa persiana a medio bajar y ese interior desierto, y una de ellas es perfectamente legal.

En este sentido, la primera explicación tiene una lógica empresarial enrevesada pero lícita. Galindo detalla que algunos de estos establecimientos funcionan como una "tienda de conveniencia de pérdidas" dentro de un grupo de empresas de mayor envergadura. Su propósito no es generar beneficios, sino todo lo contrario. Su función es puramente contable: generar gastos de manera controlada para cuadrar los balances del entramado societario y, en última instancia, aligerar la factura fiscal del conjunto.

El lavado de dinero como segunda hipótesis

Por otro lado, la fachada de un negocio aparentemente deficitario puede ser la tapadera perfecta para una trama de blanqueo de capitales, la más turbia de las posibilidades. En estos casos, el comercio se convierte en el último eslabón de una operación para lavar dinero de procedencia ilícita. A través de una contabilidad ficticia, los delincuentes declaran ingresos por ventas que nunca se han producido, introduciendo así en el circuito legal grandes cantidades de dinero negro.

Asimismo, este fenómeno no se limita a un tipo de establecimiento concreto. Según el experto, estas operaciones fraudulentas pueden encontrarse en comercios de todo tipo, desde restaurantes que apenas sirven mesas hasta las omnipresentes tiendas de accesorios para móviles que parecen proliferar sin una demanda que las justifique. De esta forma, lo que parece un fracaso comercial aparente a ojos del público puede ser, en realidad, una pieza clave en una compleja estrategia financiera o, directamente, en una actividad delictiva a gran escala.