Herencia

Hubertus de Hohenlohe, el heredero del legado millonario de Ira von Fürstenberg

La vida del hijo de la princesa recién fallecida es tan apasionante como la de su madre. Su legado incluye también preservar su memoria

HUBERTUS HOHENLOHE , HIJO DE LA PRINCESA IRA DE FURSTENBERG Y ALFONSO HOHENLOHE Y NIETO DE CLARA AGNELLI , REGRESA AL MARBELLA CLUB
Hubertus de Hohenlohe, hijo de Ira de FürstenbergPEDRO JAEN

Una trombosis pulmonar le ganó la batalla a la mujer que se puso el mundo por montera y vivió como quiso, sin abandonar nunca el mantra fetiche que le inculcó su madre: «Lo único que importa es la elegancia». Esa era Ira von Fürstenberg, que se fue, pero no sin antes hacer realidad el sueño de su hijo Hubertus, que consiguió hace unos meses que la princesa se pusiera delante de una cámara para rodar una escena con él. Fue en el famoso vídeo de «La Lomana». El aristócrata hacía de mendigo y su madre de pija que le daba una limosna. Así nos lo contaba emocionado a LA RAZÓN el hijo, aduciendo que la salud de su madre era impecable: «Ella está genial. Este es el fenómeno de los tiempos. Que la mujer más elegante de Europa salga en mi vídeo promocional dándome cinco euros como mendigo tiene su mérito. Me costó convencerla, pero al final conseguí que hiciera algo tan simpático que hasta se ha divertido ella también. Su vida es ahora muy agitada, entre Roma, Londres, Madrid y Ronda».

Ira Furstenberg
Ira FurstenbergGJB©GTRESONLINE

Como si de una premonición se tratara, los cinco euros que Ira le dio ahora se han transformado en una herencia millonaria. El legado, que pasa por propiedades en Madrid, Roma y Ronda, tiene poso histórico. Su favorita es el Cortijo de Las Monjas, en Ronda, el lugar que eligió Ira para asentar su longevidad sin dejar ese «de acá para allá» que la definía. «Mientras tenga fuerza y siga sintiendo curiosidad por las cosas, no dejaré de moverme», nos explicaba en uno de esos saltos a Marbella antes de irse a Roma, lugar en el que falleció arropada por una aristocracia incondicional.

Las Monjas era su «Arcadia sureña», el lugar que unía a la familia y el último legado del príncipe Alfonso de Hohenlohe. Desde el principio hubo problemas en el reparto de la polémica herencia, pero en aquel espacio campestre, la vida folletinesca de Ira se fue edulcorando entre los viñedos. Esos que cada septiembre, preñados de uvas, daban un vino tinto que el príncipe exportó a Alemania. Ira amó con devoción a Alfonso, con el que se casó a los 15 años y con el que tuvo sus dos hijos, Hubertus y Kiko, fallecido en 2006 en extrañas circunstancias. Con él «hizo de su locura el sueño de toda una vida». Su único pecado ser excesivamente joven cuando emprendió esta aventura.

Alfonso de Hohenlohe y su esposa María Luisa en su finca de Ronda (Málaga)
Alfonso de Hohenlohe y su esposa María Luisa en su finca de Ronda (Málaga)EFE

En la capital de España Ira había adquirido en la zona de los Austrias un palacio de tres millones de euros, que le compró al decorador Duarte Pinto Coelho. Desde entonces vivió ese acá para allá, entre Madrid y su casa palaciega de Roma, que le regalo uno de sus novios y que a ella le gustaba tanto, que hasta se dejó morir en ella.Hubertus estaba en Madrid con su esposa Simona Gandolfi, cuando le llamaron de Roma anunciándole el fallecimiento de su madre.

El libro que quedó en el aire

Ira lo quiso contar todo y a sus 79 años publicó su biografía, «The Life and Times of a Princess», donde repasó su vida de cine, amigos, fiestas y grandes amores. Este libro, imprescindible para revivir toda una época, lo presentó en Londres acompañada de Tomás Terry, Miriam Ungría y Alfonso Diez, además de Hubertus, que ya entonces comentó a EGOS: «Algún día yo le haré mi propio libro. Mi idea es una obra con sus fotos. Será para ella. Un libro solo de fotos que cuenten su vida, fotos sin palabras. Ya se ha escrito mucho de ella. Como soy fotógrafo, puede ser espectacular contar una historia con imágenes».

El aristócrata Hubertus von Hohenlohe posa junto a la imagen "Silence Please" que forma parte de su exposición '15 minutos de fama" en la que el artista hace un guiño a la cultura del selfi o autoretrato infiltrándose en todas sus fotografías incluidas aquellas donde aparecen personajes del cine, la moda, el folclore o el deporte y compite con ellos por un ratito de gloria, y que ha presentado este jueves en Málaga en el Centro Cultural Fundación Unicaja. EFE/Daniel Pérez
El aristócrata Hubertus von Hohenlohe posa junto a la imagen "Silence Please" que forma parte de su exposición '15 minutos de fama" en la que el artista hace un guiño a la cultura del selfi o autoretrato infiltrándose en todas sus fotografías incluidas aquellas donde aparecen personajes del cine, la moda, el folclore o el deporte y compite con ellos por un ratito de gloria, y que ha presentado este jueves en Málaga en el Centro Cultural Fundación Unicaja. EFE/Daniel PérezDaniel PérezAgencia EFE

Se refiere a su biografía de vino y rosas que arranca en una época en la que las jóvenes eran educadas solo para el matrimonio. Se casó muy pronto. «No lo hice por fugarme, sino porque me enamoré y me pareció adecuado ser madre y llevar una casa», contó. Pero rompió con su vida y se mudó a Estados Unidos. Allí se casó en segundas nupcias con el empresario Francisco Matarazzo Pignateri. La relación duró tres años y cuando se divorciaron era una mujer con tan solo 26 años, dos matrimonios a sus espaldas y dos hijos. Desde ese momento, quizá por el cansancio de haber vivido tan intensamente en tan poco tiempo, Ira le dio tregua al amor y nunca más volvería a pasar por el altar.

¿Es más Hohenlohe o Fürstenberg?

Es la eterna pregunta a la que ha tenido que enfrentarse siempre Hubertus. Cuando nos responde, intenta ser claro: «Espero ser una mezcla de los dos, aunque creo que soy más Hohenlohe. Soy más bohemio. He recogido mucho el espíritu de mi padre, si bien cuarenta años después tengo otra manera de ver las cosas. Tengo mi propia identidad, pero, sí, soy muy Hohenlohe». El matrimonio de sus padres solo duró cinco años. La princesa tenía 20 años y se vio superada por su nueva vida. Hubertus tenía tres cuando el padre se los llevó a él y a su hermano a Marbella.