Conversión

Irene Montero, de ministra podemita a Gallina Caponata

La política ha mutado a tiktoker y usa en sus vídeos un lenguaje que recuerda al popular personaje de «Barrio Sésamo»

La ministra de Igualdad, Irene Montero
La ministra de Igualdad, Irene MonteroMARISCALAgencia EFE

Nada es comparable a Irene Montero. La activista que cambió la riñonera de perroflauta por una cartera ministerial ha mutado ahora a influencer, más interesada en rendir culto a su personalidad que en ser vocera de su partido. Ha perdido calle y se la ve cómoda a golpe de clicks. Más de 600.000 acapara uno de sus vídeos más recientes de TikTok, uno que titula «Diez cosas que seguramente no sabes de mí». Entre risitas y casi con rubor adolescente, nos descubre que le gustaba Quimi, de «Compañeros», que detesta los pimientos o que el primero de sus tres tatuajes, un junco, se lo hizo al llegar al Ministerio de Igualdad, junto a sus compañeras. Con gesto pícaro, anima a su público a aplaudirle su sororidad.

La exministra de Igualdad habita en ese estadio intermedio que Freud definió «entre el autoerotismo y el amor de objeto». Es decir, entre el narcisismo y la inmadurez de Peter Pan. En la era del «yoísmo» podría ser la priora del convento, gurú del tú puedes y soberana absoluta de cualquier tratado sobre cómo quererse a sí mismo. Si hubiese sido niña setentera, cuando los españoles aprendían a leer con la Gallina Caponata, cabría la posibilidad de que en su etapa de tiktoker haya habido una reencarnación de la llamativa ave de «Barrio Sésamo».

Tatuaje de Irene Montero
Tatuaje de Irene MonteroInstagram

Al contrario que el sabio caracol Perezgil, este personaje se jactaba de no saber absolutamente nada. A pesar de la banalidad de algunos de los contenidos de su TikTok, como las cinco canciones que podría escuchar en bucle o la lista de series que le gustan, a la exministra podemita no debería ofenderle la comparación. Caponata no era tan ingenua como parecía, sino simplona, y armó su propio discurso feminista, anticipándose varias décadas a lo que después ella se arrogó como impulsora. La gallina, por ejemplo, protestaba desde el público por su papel de espectadora mientras los chicos daban patadas al balón. Quería ser portera y, erre que erre, cumplió su sueño rompiendo su gallináceo techo de cristal. A Montero le aliviará también el posible enfado por la similitud al saber que la actriz Emma Cohen puso voz durante dos años a Caponata y, de paso, le dio carácter.

Está exultante en sus redes y, entre chupito y chupito, confiesa en Instagram que una vez estuvo diez o quince días sin ducharse. Lo justifica porque fue en uno de sus viajes activistas al Sáhara. Sin agua potable, «las toallitas cumplían una función sustitutoria, mejor que la nada». A la vista está que en sus lecturas se olvidó de ese informe de Greenpeace sobre la crisis de las toallitas húmedas que advierte del problema de su uso. Taponan desagües, alcantarillado y sistemas de depuración de nuestros pueblos y ciudades. Los costes económicos para eliminarlas de los sistemas de evacuación y depuración alcanzan, solo en Europa, los mil millones de euros anuales.

En TikTok, la exministra podemita alecciona, instruye, ilustra, sugiere y, finalmente, guía con el pragmatismo de la Gallina Caponata: «¡Buenos días, si es de día! ¡Buenas tardes, si es de tarde! Y si es de noche, ¡buenas noches!», se presentaba deliberadamente ingenua y con ese toque naïf con el que cualquier tropezón queda redimido. Montero emplea su mismo lenguaje fácil para explicar, contar y enseñar a un público que intentó infantilizar durante su gobierno. Y advierte: «Yo siempre fui muy empollona y nunca suspendí nada, pero el carné de conducir me costó cuatro intentos». Enterada queda la ciudadanía. Y que, además de los pimientos, tampoco le van las aceitunas.

Por cierto, Emma, compañera de vida de Fernando Fernán Gómez durante 37 años, siempre se sintió orgullosa de dar vida a Caponata, a pesar de la crítica. ¿Es difícil sentirse gallina?, le preguntó con guasa José María Íñigo.