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La «familiar universal» de Gervasio Sánchez: un ejemplo para los jóvenes

El fotógrafo y periodista independiente valora su ya finalizada exposición en el Círculo de Bellas de Artes «Vidas minadas. 25 años»

Un retrato de Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959)
Un retrato de Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959)DIEGO SÁNCHEZ

La mozambiqueña Sofía Elface Fumo le dice «papá» a Gervasio Sánchez. Y a su quinto hijo lo llamó Gervasio. Sofía es una de las protagonistas de «Vidas Minadas. 25 años», una exposición que ha permanecido desde el pasado 24 de enero hasta el 17 de abril en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y que es el trabajo fotográfico sobre víctimas de minas antipersona de casi tres décadas del periodista y fotógrafo independiente Gervasio Sánchez. El caso de Elface evidencia la huella que los protagonistas han dejado en la vida del fotógrafo de 64 años. «Estas personas se han convertido en mi familia universal», cuenta Sánchez en conversación telefónica. Sánchez presentó por primera vez esta exposición en 1997, dos semanas antes de que se firmara el Tratado de Ottawa para la Prohibición de las Minas Antipersona. A esta le han seguido otras tres exposiciones y cuatro libros. Sánchez afirma que las visitas a sus exposiciones «no son cómodas» y valora sobre este último ciclo la cantidad de visitas guiadas que ha hecho con estudiantes.

Sánchez, ya concluida la exposición, cuenta que «ha tenido muchísimas visitas: esto es lo que realmente te permite valorar el interés de los ciudadanos por una exposición». Hay un aspecto que resalta: «he hecho muchas visitas guiadas con estudiantes de Instituto». Y continúa: «Para mí es fundamental que los jóvenes de tercero, cuarto de la ESO y de primero y segundo de Bachillerato empiecen un poco a entender el mundo contemporáneo que les ha tocado vivir, y que entiendan que el mundo no es solamente lo que les ocurre a ellos o lo que ocurre alrededor de su ombligo». En 2022 sufrieron mutilaciones o murieron por el impacto de una mina 4.710 personas: las muertes aumentaron de un año a otro, pasando de las 414 en 2021 a las 628 en el año siguiente, según el informe anual de la ONG Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres presentado en noviembre de 2023.

Reconoce Sánchez que si tiene que elegir a un público se queda con los «estudiantes». Al principio, los alumnos «están un poco tensionados». Pero es parte del proceso, y no por ello Sánchez recula en sus presentaciones. «Las visitadas guiadas a mis exposiciones no son cómodas. Yo no hago visitas en las que me estoy alabando, autovanagloriándome o poniéndome medallitas, o sea, eso lo dejo para otros compañeros que les encanta hablar de sí mismos. Yo les cuento lo que ven». Así, detalla Sánchez, empieza «dando caña»: «El 7 de octubre los comandos de Hamas incursionaron en Israel y asesinaron a 1200 israelíes y de otras nacionalidades; secuestraron a más de 300. Y ya rápidamente les digo: esto es igual a terrorismo, puro y duro. Israel, después, decide bombardear salvajemente Gaza y masacrar a la población palestina, independientemente si eran niños, mujeres u hombres, y yo también lo defino como terrorismo de Estado y crímenes de guerra. Y les digo automáticamente. ¿Pero qué paso el lunes? Se abrió la bolsa en Nueva York y la bolsa en la Europa. Y las empresas armamentísticas se dispararon, porque otearon y olisquearon de una manera vergonzosa que iba a haber muchísimo bombardeo, que iba a haber un negocio con las armas brutal».

El fotógrafo insiste mucho en el trabajo de las instituciones: estas «tienen que buscar la forma de que los estudiantes abandonen los Institutos y visiten exposiciones sensibles que les permitan tener una amplitud de mirada sobre el mundo». Además, Sánchez hace una reflexión acerca del nexo entre redes sociales y jóvenes. «Sobre la gente joven siempre se ha intentado mostrar que hay una especie de actitud de pasotismo, pero eso no es de ahora, eso le ha pasado a todas las generaciones. Siempre se ha dicho “es que a los jóvenes no le interesan estos temas”». Sánchez, que reconoce que él era un chaval «follonero», dice: «Los jóvenes están más informados de lo que creemos y dispuestos a entender lo que ocurre. Es verdad que con internet hay confusión. Pero hay que enseñarles a informarse bien». En sus exposiciones o conferencias muchas veces se juntan unos 300 alumnos. «Y los profesores», describe el fotógrafo, «están preocupados. Yo les digo: “no os preocupéis, los chavales van a atender muy bien”. Y en cuanto empiezo a pasar imágenes sobre este tema, el silencio es sepulcral. Y sorprende que alguno de los folloneros en clase aquí hacen preguntas inteligentes».

La exposición es un ejemplo de continuar las historias que un día se fotografiaron, se escribieron, se contaron. «Ahora mismo existe el comodín para el periodista de que la inmediatez y las redes sociales nos impiden reflexionar o hacer temas en profundidad», afirma Sánchez. «Eso es falsear la realidad. En el año 97 me tuve que pelear a muerte con diarios de España para que se hiciera una prepublicación en un dominical sobre este tema. En ese momento había dinero en los medios y no existían las redes. Ya había conformismo de la prensa de los temas importantes. Lo que he hecho con «Vidas Minadas» es periodismo puro y duro que no se encuentra en los medios de comunicación. Y estos no invierten en periodismo en profundidad. Todos los comodines que utilizamos para explicar lo que no hacemos son vergonzosos», comenta en referencia a la situación del periodismo.

Estas personas que forman parte de la exposición fotográfica, que provienen de 9 países, se han convertido en su «familia universal». Como Sofía Elface, de Mozambique; Adis Smajic, de Bosnia-Herzegovina o Manuel Orellana, de El Salvador. Ahora se intercambia mensajes de Whatsapp con muchos de ellos –como con Mónica Paola, de Colombia, que se quedó ciega por la explosión de una mina–, pero recuerda con un ejemplo la época en la que no tenía la tecnología para comunicarse: «Tenía que quedar con Justino Pérez, en Nicaragua. No había manera de localizarlo. Se me ocurrió llamar a la Radio local y que anunciaran que yo iba a estar a una hora en una plaza. Al final fui y allí estaba Justino».