
Nutrición
Estos alimentos que parecen saludables podrían ser una estafa, según los nutricionistas
Los expertos insisten en que se debe consultar la lista completa de ingredientes y no quedarse solo con lo que aparece en la parte frontal del envase

En los estantes del supermercado, cada vez hay más productos que prometen salud en grandes letras: "light", "natural", "bio", "sin azúcar", "alto en proteínas". A primera vista, parece difícil equivocarse. Sin embargo, cuando se mira con calma la letra pequeña, muchos de esos alimentos se acercan más a un dulce o a un ultraprocesado clásico que a lo que los nutricionistas consideran una opción realmente saludable.
Los expertos lo llaman "halo saludable": la sensación de que algo es bueno para la salud solo porque lleva fruta dibujada en el envase, una palabra de moda en la etiqueta o porque figura en la zona 'healthy' del supermercado. Ese halo hace que comamos con menos culpa, con porciones más grandes y con menos atención a lo que estamos metiendo en el carro de la compra.
Uno de los ejemplos más claros es el de los cereales y granolas del desayuno. El envase habla de avena integral, fibra y energía para empezar el día, pero en no pocos casos el primer ingrediente de la lista es el azúcar, seguido de miel, siropes o jarabes de distintos tipos. El resultado es un producto muy crujiente y muy apetecible, pero que se parece bastante a un postre. A esto se suma otro truco silencioso: las raciones recomendadas suelen ser de 30 gramos, una cantidad que pocas personas respetan cuando llenan el bol.
Algo parecido ocurre con los yogures de sabores y las versiones bebibles. El yogur natural, sin azúcar, es un buen alimento; el problema llega cuando añadimos capas de azúcar, aromas, mermeladas, trocitos de galleta o salsas dulces. Muchos de esos productos se parecen más a una natilla o a un flan que a un yogur.
El capítulo de las bebidas también da mucho juego al marketing. Durante años, los zumos y algunos 'smoothies' se han presentado como la forma cómoda de tomar fruta. El matiz es importante: un zumo no es una naranja. Cuando exprimimos la fruta, desaparece prácticamente toda la fibra y nos quedamos con el agua y los azúcares naturales, muy concentrados. Un vaso de zumo puede contener el azúcar de varias piezas de fruta, que además llega muy rápido al organismo. De ahí los picos de glucosa y la sensación de hambre poco tiempo después. Con los batidos preparados ocurre algo similar: muchos llevan como base zumo de fruta, purés concentrados y, en ocasiones, azúcar añadido o siropes.
Otro sello que se ha convertido en reclamo es el "sin gluten". Para una persona con celiaquía o con sensibilidad al gluten diagnosticada, esa etiqueta es esencial. El problema aparece cuando se asocia sin gluten con más sano de forma automática. Muchas galletas, magdalenas o panes sin gluten se elaboran con harinas muy refinadas de maíz o arroz, almidones y una larga lista de aditivos. Para mantener la textura y el sabor, la industria suele recurrir a más grasas y más azúcares. El resultado: un producto que puede ser incluso peor que su equivalente con gluten.
También se cuelan en esta lista las barritas energéticas y las mezclas de frutos secos. El envoltorio las relaciona con el deporte, la montaña o la vida activa, pero no todas son iguales. Las hay basadas en frutos secos y fruta deshidratada sin azúcar añadido, pero también abundan las que llevan chocolate, yogur azucarado, caramelo, miel en grandes cantidades y aceites de baja calidad.
La ensalada tampoco se libra de la trampa. Pocas decisiones parecen más saludables que pedir una ensalada cuando se come fuera de casa, pero todo depende de lo que lleve esa ensalada. Una base de lechuga, algunas verduras y un aliño ligero pueden convertirse en una bomba calórica si se les añaden grandes cantidades de queso graso, bacon crujiente y, sobre todo, salsas comerciales cremosas tipo César o miel y mostaza. Muchas de estas salsas se elaboran con mayonesas industriales, jarabes, azúcares y aceites de baja calidad.
En el terreno de las bebidas, los refrescos 'zero' o 'light' se han ganado fama de ser la salida fácil para quien quiere cuidar la línea sin renunciar al sabor dulce. Es verdad que no aportan azúcar ni calorías, pero el consumo habitual de refrescos edulcorados preocupa a muchos nutricionistas, no tanto por un alimento concreto como por el patrón que fomentan: se mantiene una preferencia muy marcada por los sabores intensamente dulces y se desplaza el consumo de agua, infusiones o simplemente agua con gas y un poco de limón. La mayoría de expertos coincide en que un refresco de este tipo tomado de forma esporádica no va a arruinar una dieta, pero advierte de que no es buena idea basar la hidratación diaria en estas bebidas.
Los nutricionistas suelen insistir en las mismas ideas. Por un lado, mirar más la lista de ingredientes que la parte frontal del envase. El orden de los ingredientes indica qué hay en mayor cantidad; si los primeros son azúcar, harinas refinadas o aceites de mala calidad, por muy fit que parezca el producto, no será una gran elección. Por otro lado, priorizar alimentos poco procesados: frutas, verduras, legumbres, frutos secos, huevos, pescado, carne fresca, lácteos naturales y cereales integrales.
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