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Pippo Delbono, se acabaron las penas

El artista italiano presenta en Madrid «La gioia», una función que firma, dirige e interpreta en busca de la alegría de vivir
Luca Del PiaTeatros del Canal

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Los aforos de los teatros ya han vuelto a la vieja normalidad, a ese 100% con el que hemos fantaseado durante un tiempo, pero la sensación, aunque parecida, no termina de ser la misma. Las mascarillas siguen siendo una barrera entre el ayer y el hoy. Y así lo confirma un Pippo Delbono (Varazze, 1959) que no olvida el último año y medio. Ni lo olvidará: «Lo he pasado en solitario, sin amigos. Traté de ver películas y leer libros, pero era muy difícil, había soledad dentro y fuera de mí». Cuando se pudo pisar la calle, caminó por Catania, la ciudad siciliana en la que le tocó pasar el «lockdown», dice del encierro, y recuerda cómo cada paseo era «igual que estar en una ciudad en guerra. La gente estaba en sus casas para protegerse. Se salía solo para comprar medicamentos y comida, pero cada uno estaba en su propia soledad», añade. Para el creador, «el coronavirus es como una nueva dramaturgia y nosotros, dentro de ella, somos inevitablemente distintos». Y si este terremoto vírico nos ha cambiado a todos los que seguimos por aquí, su último montaje, «La gioia» (2018), tampoco ha podido resistir el envite y «toma un significado nuevo».
Una nueva «dicha» («gioia») que se define como «el júbilo y la alegría» pese a que lo diga un tipo que sale de «un año difícil». Quizá sea por ello que necesita ese «hecho, cosa, lugar» nuevos, que reza el texto de la obra. Ese sentimiento que la pieza explica como una emoción que «crea espacio, disuelve, crea el vacío. / Para conservarla no sirve un frasco sino un pacto, / debes decidir que la “gioia” es el camino de tu vida». El sendero que Delbono eligió ya hace mucho tiempo fue el del arte, ahora también arrasado por la pandemia, insiste: «Una situación así también cambia tu forma de ver el mundo, y, por extensión, la forma de hacer teatro».
Aun así, hay una cosa que no cambia en las maneras del también actor: el ser humano. El individuo como centro de todo. «No puede faltar», puntualiza. En este «espectáculo sobre el doloroso viaje hacia la esencia de la alegría», presenta, se pone el foco sobre payasos tristes y danzas macabras, almas desaforadas que gritan dando rienda suelta a su locura antisocial y que preceden al estallido de color que llena el escenario de flores. Vuelve el autor a mirar a los elementos marginales de la sociedad, más importante, si cabe, en este momento pospandémico: «El mundo ha mejorado. En la relación entre la vida y la muerte algo ha cambiado. Somos, tal vez, más conscientes de ello, incluso sobre el hecho de que en el fondo todos estamos de paso. Da igual que seas blanco o negro, este trayecto nos ha igualado y nos hace más hermanos, más cercanos –continúa–. Venimos o estamos en un momento de gran fragilidad, y más todavía algunas personas. Y son precisamente estas las que nos pueden ayudar a encontrar de nuevo la “gioia” y la confianza».
Uno de esos individuos fue Bobó (fallecido en 2019), personaje clave en la vida de Delbono y puntal del montaje que, por fin, llega a los Teatros del Canal tras un gatillazo a principios de este año. Fue el gran salvador del italiano cuando se enteró que tenía sida. Lo define de primeras como «un actor extraordinario», aunque pronto profundiza en su historia: «Nos encontramos en el manicomio de Aversa [cerca de Nápoles] hace 25 años. Ha trabajado y vivido conmigo durante veinte años y ha traído a mi teatro la belleza, la dureza, la ternura, elementos extraordinarios», comenta de un intérprete analfabeto y sordomudo «que te tocaba en lo más profundo por la verdad que poseía».
«La gioia» es una obra, «una poesía» –puntualiza el director–, que atraviesa los diferentes pasajes del hombre y no pierde de vista la lucha contra el «teatro burgués»: «Ese que no te deja perderte, sino que te da certidumbres sobre ti mismo. No te pone en crisis. Es viejo, está muerto», sentencia. Va del dolor a la mismísima «gioia» a través de mundos como el del rock, la clásica y hasta el de las canciones populares. También las flores adquieren su significado en mitad de toda la fiesta porque son «signos de esperanza, de la primavera que llega. Un don. Un mundo onírico. Pero también un luto porque evocan la vida y la muerte. Son bellas, aunque se marchitan pronto».
La búsqueda de la alegría se convierte, pues, en el principal objetivo de la trama, y por extensión de nuestras vidas; sin embargo, ni su autor sabe cómo llegar a esa felicidad suprema: «Es muy difícil; conviene diferenciar entre la alegría de las cosas alegres y la de la “gioia”, que es más profunda y que puede existir incluso en los momentos complicados». Tenerlo todo es en una meta, pero ¿qué es «tenerlo todo»? «Es tener la fuerza y la fragilidad. El coraje de cambiar, de renacer cada vez». Se levanta, pues, en la Sala Roja del Canal un espectáculo sobre esa emoción que se querría vivir a tiempo completo, pero que para Delbono supone paradójicamente atravesar un campo de sentimientos extremos, tanto el entusiasmo y la felicidad como la angustia y el dolor, porque cuando uno transita lo doloroso, el instante final, la explosión de alegría se vive como un hallazgo definitivo, sin vuelta atrás. «Como la belleza, es fugaz y, sin embargo, eterna».
  • Dónde: Teatros del Canal, Madrid. Cuándo: días 2 y 3 de octubre. Cuánto: desde 9 euros.