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Por qué la 'F' se llama 'EFE' y no 'FE': la curiosa historia detrás del nombre de las letras

El origen de este signo tan común en nuestro idioma se remonta a muchos siglos atrás en el tiempo
Por qué la 'F' se llama 'EFE' y no 'FE': la curiosa historia detrás del nombre de las letras
Teclado letra F
Carlos Olmo
  • Carlos Olmo López (Ávila, 2000) estudió comunicación audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos siguiendo su vocación por la escritura. Inició su carrera profesional en Radio Adaja, aunque también ha trabajado en el mundo del espectáculo y en pódcast. En la actualidad, colabora con La Razón

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Desde la más tierna infancia, como niños comenzamos a aprender identificar formas y colores, para después conocer los números y las letras. Estos signos gráficos son la unidad básica de la comunicación humana que cualquier persona ha de utilizar en su día a día para transmitir información y vivir en sociedad.
Aunque algo tan imprescindible como el alfabeto pueda llegar a parecernos invariable, inalterable y estanco, lo cierto es que no siempre ha mantenido la forma que tiene actualmente. Hasta hace no muchos años, el abecedario español seguía conteniendo 29 letras, y no 27 como posee hoy en día.
Los dígrafos ‘ch’ y ‘ll’ dejaron de considerarse letras independientes por la RAE (Real Academia Española), por lo que fueron retirados del alfabeto español. La decisión se tomó para simplificar el orden alfabético y alinearlo con el de otros idiomas. En los diccionarios, las palabras con ‘ch’ y ‘ll’ ya no tienen secciones separadas: ahora se ordenan alfabéticamente como combinaciones normales.
Una imagen de un diccionario
Una imagen de un diccionario
Cada letra de nuestro abecedario, como cualquier otra palabra, tiene una forma concreta de pronunciarse. Sin embargo, no todos estos signos se rigen por la misma regla, lo que ha dado origen a curiosas diferencias entre ellos. A pesar de que son el pilar básico de la lengua, la mayoría de las personas operamos con las letras sin saber exactamente de dónde proceden y por qué son así.

Por qué la 'F' se llama 'EFE' y no 'FE': la curiosa historia detrás del nombre de las letras

El nombre de las letras del alfabeto, incluidas las consonantes, tiene raíces históricas que varían dependiendo del idioma y del origen del alfabeto. En español, estos nombres provienen principalmente de la evolución del alfabeto latino, que a su vez deriva del y otras influencias antiguas.
En el alfabeto de los griegos, cada letra tenía su propio nombre completo, como "beta" para β y "lambda" para λ, por ejemplo. Sin embargo, cuando este abecedario se pasó al latín, los nombres de las letras se simplificaron o adaptaron a las necesidades del idioma. La forma de llamar a cada una de ellas es su propio sonido.
Así, las vocales (a, e, i, o, u) se llaman igual que se vocalizan, pero para las consonantes la regla varía un tanto. Las letras con sonidos que no se pueden pronunciar ‘solas’ (como la ‘b’ o la ‘l’) recibieron un vocal ‘e’ añadida para facilitar su pronunciación en palabras. Si la consonante era oclusiva (‘b’, ‘d’, ‘t’, ‘p’, etc.), la vocal se colocaba detrás.
Imagen de recurso de letras del Abecedario español.
Imagen de recurso de letras del Abecedario español.US
Si la consonante, por el contrario, no era oclusiva o era nasal (‘n’, ‘f’, ‘m’, etc.), la vocal se colocaba delante de ella. Sin embargo, se cree que con la intención clarificar y alargar el sonido, en español este segundo tipo de consonantes obtuvieron la vocal tanto delante como detrás de la propia letra en su nombre: ‘efe’, ‘eme’, ‘ene’…
Como explicaba recientemente la lingüista, divulgadora y colaboradora del programa ‘Saber y Ganar’ Elena Herraiz (@linguriosa), esta es una regla que se aplica para casi todas las letras de nuestro alfabeto, aunque existen excepciones. De hecho, la letra ‘y’ ha tenido diversos cambios en su historia reciente, alternando entre los nombres “ye” e “y griega”, aunque de este asuntos nos ocuparemos en más profundidad en futuros artículos.
En definitiva, este sistema para nombrar las letras facilita la memorización del alfabeto y la comunicación oral, especialmente en contextos educativos. De hecho, muchas otras lenguas derivadas del latín, como el italiano o el francés, también añaden vocales a las consonantes para nombrarlas: por ejemplo, ‘b’ es “bi” en italiano, y ‘l’ es “elle” en francés.