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De Caravaggio, Vermeer y Velázquez al cielo de la Historia

El director y actor Xavier Albertí se deja llevar por el piano, los cuadros y la escena para trazar puentes entre las vidas y la época de los tres artistas
Sergio Parra

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El título de la obra es claro, «Caravaggio, Vermeer, Velázquez». Tres excelsos pintores del siglo XVII que se convierten en los protagonistas sobre los que Xavier Albertí levantará una clase magistral de 80 minutos en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia. Sin embargo, el primer nombre en pronunciarse no es ninguno de los tres: Leonardo. Y el segundo: Miguel Ángel. Y el tercero: San Juan... Porque mil son las vueltas que da el dramaturgo para llegar adonde él quiere, al trío: «A esos grandes artistas que supieron capturar su tiempo».
Y ese es, precisamente, uno de los principales atractivos de este montaje, el ir más allá del título y dejarse llevar por el propio Albertí para sumergirse en el pasado a través de algunas de sus figuras más destacadas. Entre todos, Caravaggio, Vermeer y Velázquez son los ejes pivotantes para las idas y venidas; y, más concretamente, sus respectivos cuadros, «El entierro de Cristo», «Muchacha leyendo una carta frente a una ventana» y «La fábula de Aracne o Las Hilanderas», piezas que se convierten en un mapa para que el público se deje llevar a través de una época.
El periodo del que se habla no variará de un día al siguiente, pero «hoy será este y mañana otro». Difícilmente, advierte, repetirá dos seguidos la misma función. «Tengo a los técnicos en alerta porque, según el momento, tiro por un camino u otro, y, entonces, ellos tienen que seguir un ritmo diferente para introducir los cuadros». También reconoce que el montaje no se puede preparar en uno, dos o tres años, sino en toda una vida dedicada al arte y a conocer las motivaciones de cada cuadro. «Es un espectáculo que llevo años pensando y acumulando. Aquí nos centramos en tres imágenes, pero hay una cantidad enorme de satélites a su alrededor. Me picó el bicho de la curiosidad. Y he pasado horas delante de Vermeer», puntualiza un hombre que ha visitado por todo el mundo las 35 piezas que se conservan del neerlandés, «incluido el marco vacío de Boston, que lo mantienen por si los ladrones deciden devolver la pintura».
Sin ese bagaje, sería imposible demostrar la cintura del catalán sobre el escenario, donde «El entierro de Cristo» es la excusa para bucear en Caravaggio y sus circunstancias, pero también en la Biblia Vulgata, en la importancia de la luz, en Rubens y hasta en los Caballeros de la Orden de Malta. Así, la «Muchacha» lleva a Albertí hasta la porcelana china, a Proust y a la Segunda Guerra Mundial; y «Las hilanderas», a Calderón de la Barca y «Las metamorfosis», de Ovidio, entre otras. Un sinfín de historias que van y vienen a través de la boca del aquí director y actor, apoyado por las proyecciones de los cuadros, aunque también hay tiempo para que toque el piano e interprete a Rameau, Couperin y Cabanilles.

Unas gotas de ficción

La Historia y la historia del arte son las realidades de una función que encuentra la ficción sobre el piano, concretamente, en un vaso de güisqui que apenas tiene alcohol, «solo dos gotas para que el olor llegue a las primeras filas del público y para que no me acusen de mentir», dice fuera del escenario. Sobre él, incluso aprovecha la libertad del texto para dejarle un recado a los británicos: «Una de las más lamentables consecuencias del Brexit es lo complicado que es traer buen güisqui». Es uno de los pequeños momentos de distensión que busca dentro de una obra densa, repleta de datos y anécdotas, que, sin embargo, su autor consigue que no se convierta en una tediosa clase de profesor asqueado con la vida.
Eso sí, hay «aspectos subjetivos» que le dan «permisos»: «Yo tengo mis tesis y las comparto. Lo que me gusta no es viajar a los cuadros, que también, sino ir a un siglo lleno de contradicciones que tenemos estigmatizado. Es una etapa de cambios que reverbera en la lectura de Calderón, Lope y Tirso. Y con esta pieza intento abrir las ventanas para quitarnos la rigidez. Que los clásicos nos alimenten hoy porque tengo la sensación de que nos falta liberar la mirada sobre el siglo XVII».
  • Dónde: Teatro de la Comedia, Madrid. Cuándo: hasta el 7 de noviembre. Cuánto: 25 euros.

¿A QUIÉN QUIERES MÁS, A MAMÁ O A PAPÁ?

Hacerle elegir a Xavier Albertí entre Caravaggio, Vermeer y Velázquez es como preguntarle por papá o mamá, una canallada. Sin embargo, tras las risas nerviosas, empieza a apuntar el que para él (y para otros muchos expertos) es el pintor de pintores: «El mejor del siglo XVII es Velázquez, aunque no se produciría un fenómeno tan explosivo como el suyo sin la figura de Caravaggio, pero Vermeer me produce convulsiones interiores...». Aun así, no le cuesta encontrar una palabra para definir a cada uno: «Cuerpo, para el italiano, hipnosis, para el neerlandés, y único, para el sevillano».