Países Bajos
Crónica de una eutanasia: Dries Van Agt y Eugenie pidieron perdón a Dios
El exprimer ministro holandés Dries Van Agt y su esposa, Eugenie, de 93 años, han querido morir con sus manos entrelazadas
De amor también se muere. A menudo nos cuentan emotivas historias de ancianos que no sobreviven más allá de unas horas después de enterrar al amor de toda una vida. Miguel Báez «El Litri» falleció a los 91 años y su viuda, Concha Spínola, quedó sumida en tal tristeza que murió a las dos semanas. Siete meses le duró la viudez a George W. Bush, tras perder a Bárbara, la mujer a la que amó 73 años. Ninguna noche de esos siete meses dejó de pronunciar: «Te amo, Barbie». De los Países Bajos nos llega la crónica sobrecogedora de su exprimer ministro Dries van Agt y su esposa Eugenie. A sus 93 años, decidieron que no morirían de amor, sino amándose y con las manos entrelazadas aplicando una doble eutanasia.
La eutanasia es una cuestión seria, con aristas éticas, religiosas y médicas. Tan profunda que no admite un debate en unas pocas líneas. Por eso, de la historia de amor de Van Agt y su mujer nos quedaremos con lo que tiene de compasivo y conmovedor, que es lo que ha prendido hondo en el corazón de los ciudadanos a los que ha llegado. Esta pareja de nonagenarios superaba con creces la esperanza de vida en Holanda, en torno a los 82 años, pero su salud desde hacía un tiempo se había vuelto frágil y se sentían ya muy débiles. Llevaban más de siete décadas juntos. Eugenie era para Dries su niña. «Mi chica», la llamaba. No eran dos mitades de una naranja, sino una única pieza. «Una unidad gemela», indicó Gerard Jonkman, amigo y portavoz de la Fundación The Rights Forum, que creó el exministro.
Sin dramatismo
No es un caso de esos extremos y dramáticos que aprovechan los movimientos pro eutanasia para influenciar a la opinión pública desde su fuerte carga emocional, sino una cuestión estrictamente privada dentro de un país en el que existe el derecho concedido a la profesión médica de cooperar en la muerte de otros seres humanos. Según se ha sabido a partir de este suceso, crece el número de matrimonios que la piden. 30 en 2022. Para tramitarla, la pareja debe presentar la solicitud por separado. Después serán evaluados por diferentes médicos que decidirán si cumplen las condiciones requeridas. Entre ellas, que exista un sufrimiento desesperado o insoportable y que la decisión haya sido meditada detenidamente y tomada de forma voluntaria.
Jonkman ha explicado que ya conocía el pensamiento del amigo, puesto que él mismo le contó que, llegado el momento y si se lo permitían, consideraría la ida de abandonar la vida de la mano de su esposa. Le transmitió que una vida tan larga como la suya había sido suficientemente intensa y que, incluso el tiempo que la política le privó de estar con su familia, había quedado restituido en las últimas décadas, en las que el matrimonio había podido disfrutar plenamente de su hijos y nietos.
Dries Van Agt era el mayor de cinco hermanos de una familia dedicada al negocio textil. Su nombre y el gusto por la política lo heredó de su bisabuelo, alcalde de la localidad holandesa de Asten en el siglo XIX. Estudió Derecho en la Universidad Católica de Nijmegen, donde conoció a su mujer, tan implicada en la vida estudiantil como él. Desde sus inicios en política, destacaba por su asombrosa dialéctica y la capacidad de explicar con claridad los temas más complicados. «Sé que soy lo suficientemente llamativo como para irritar», llegó a reconocer.
Desempeñó como primer ministro entre 1977 y 1982, pero antes ocupó varios cargos en el poder. Hombre profundamente religioso, peregrinó a Santiago en bici y también llegó a hacer un llamamiento a favor del retorno a la liturgia tradicional. Es decir, «ad orientem», de espalda a los fieles. En verano de 2023, la pareja ya había pedido al párroco la Unción de los Enfermos. Murió convencido de que «la vida no termina en un agujero negro, sino en un estado de conexión con el de creador», según había expresado.
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