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Rafael Amargo: “Y ahora, ¿quién me devuelve mi inocencia?”

Después de su sonora detención el pasado diciembre, el artista vuelve con «flamenco de salón» en el Teatro Soho Club de Madrid
Alberto R. RoldánLa Razón
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Después de una breve pausa de reflexión, como si treinta años de carrera se pudieran calzar en lo vertiginoso de una entrevista, la gracia se hace brío sintáctico: «Nunca he sido de ritos antes de salir al escenario. Lo que sí soy es muy despistado. Durante años no tuve ni página web. ¿Tú sabías que yo puse los tacones para que entraran en la banda sonora de “Gladiator”, que acabó ganando el Oscar? Pues ni tú ni nadie, porque hasta a mí se me había olvidado. Hay otros que pondrían en el currículum que una vez vieron una película candidata al Goya». Quien rompe su silencio, con la seguridad de las tablas, es el bailaor Rafael Amargo (Granada, 1975), que este fin de semana estrena «Flamenco de Salón».
El espectáculo, que podrá disfrutarse durante todo el mes de agosto en el Teatro Soho de Madrid, junto a Plaza de España, devuelve al artista a su medio natural y lo hace rodeado de niñas de entre 11 y 13 años que, de algún modo, toman la alternativa junto a él sobre el escenario: «El proyecto surge porque la profesora de las niñas, La Truco (Eliezer Truco), con su Instituto Flamenco, me invitó a ver un espectáculo. Yo me quedé flipando, porque pensaba que iba a ver un espectáculo de fin de curso y aquello era casi profesional. Cuando vi a las niñas bailando, con todo su arrojo, supe que la cosa iba en serio», narra carismático Amargo. Y sigue, para zapatear al elefante rosa de la conversación: «Las madres de las niñas son gente muy bonita y muy dispuesta, porque apoyan mucho a sus hijas. Como cualquier padre. Bueno, los míos no me acompañaban mucho porque se mataban a trabajar, claro. Yo sentí su cariño y tuve claro desde ese momento que si me subía de nuevo a un escenario, tenía que ser con gente que me quiera. ¡Con amor todo se puede! He sido acribillado por algo que se demostrará falso. Y ahora, ¿quién me devuelve mi inocencia? Ya no quiero pensar ni hablar de eso, solo quiero focalizarme en el arte», espeta casi con resignación.
Vuelta a los escenarios
El «eso» en el que Amargo encajona sin ningún tipo de huida su situación legal, nos devolvía a principios del pasado diciembre su detención por presunto tráfico de drogas, justo antes de seguir representando su «Yerma» en el Teatro Circo Price, y la retirada de su pasaporte: «Es el último escollo que tengo que salvar para irme a Bollywood. En cuanto recupere la libertad para salir del país tengo previsto rodar una película musical en la que interpretaré a Vasco Da Gama. Tampoco quiero decirlo muy alto, porque en este país no tardarán mucho en inventarse un chisme nuevo para intentar volver a tumbarme», añade rotundo, antes de pasar por el umbral de un retiro que, dice, será «paulatino» y no tiene nada que ver con los últimos acontecimientos por los que ha estado de actualidad: «Si te digo la verdad, cuando me dieron la Medalla de Oro al Mérito en las las Bellas Artes, en 2018, ya estaba pensando en dejar de bailar. Hay gente que quiere morir bailando y otros que se quieren retirar a tiempo. A partir de la edad que tengo yo, la mayoría de comentarios son “pues ya no estás tan guapo como antes, pues ya no estás tan delgado como antes, pues ya no bailas tan bien como antes”. Siempre he querido una retirada a tiempo, saber el cómo, el cuándo y el dónde. Antonio Canales, por ejemplo, que es lo más grande, quiere morir bailando, y lo respeto, pero eso no es para mí».
¿Y qué hará después? El camino parece claro: «Antes de bajarme de los escenarios definitivamente, me gustaría seguir haciendo películas. La gente que me conoce sabe que nunca paro de probar cosas nuevas. Ahora, por ejemplo, estoy terminando un Máster en la Universidad de Barcelona sobre psicología, para ayudar a los drogodependientes. Parecería que esto viene de mi otro asunto, pero llevo un año en ello», añade con cierta ironía.
Sin enfrascarse ni por un momento en el victimismo que se le podría presuponer y en el siempre se han escudado las celebridades cuya relación con la justicia se complica, Amargo reconduce la charla hacia su estreno: «Estoy como si volviera a bailar por primera vez. Hace siete meses que no piso un escenario, entonces estoy bastante nervioso. El arte y el respeto siempre se le tiene a las tablas porque es una cosa muy íntima, aunque sea un sitio así íntimo, como la biblioteca del Soho Club. Lo hemos titulado “Flamenco de Salón” porque es como la antesala para estas chicas, como el primer paso para salir adelante profesionalmente. Son muy jóvenes, pero ya son unas virtuosas, bailan con absoluto poderío. Me lo paso muy bien con ellas, porque al ser vulnerables también son más puras, es un poco lo mismo que ocurre con las personas mayores. Trabajar con personas así da mucho amor y muchas cosas bonitas, que es lo que necesitaba en este punto de mi carrera», remata para despedirse y también para atender al timbre de la puerta, como si la metáfora subiera ligeramente de precio y el Rafael Amargo post-incidental volviera a sus orígenes para encontrarse.